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El Teatro Real de Madrid estrena la ópera de Wolfgang Rihm

La conquista de México vence al escepticismo

La crítica y el público dispensan buena aceptación al montaje impulsado por Gerard Mortier, consejero musical de la compañía

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Ausrine Stundyte (Montezuma), segundo repartoFoto Javier del Real
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Pierre Audi (director de escena), Georg Nigl (Cortés) y Nadja Michael (Montezuma), primer repartoFoto Javier del Real
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 13 de octubre de 2013, p. 2

Madrid, 12 de octubre.

La ópera La conquista de México, del compositor alemán Wolfgang Rihm (Karlsruhe, 1952), se estrenó en el Teatro Real de Madrid con buena crítica y aceptación del público abonado que se caracteriza por manifestar reticencia a las vanguardias y a la música contemporánea.

Inspira en ese hecho histórico y sus secuelas trágicas, la obra es también un alegato contra la guerra, la crueldad humana y la humillación del otro.

Los referentes literarios de esta fantasía operística –como la llama el propio Rihm– son dos poetas: el Nobel mexicano Octavio Paz y su poema Raíz del hombre, y Antonin Artaud y sus reflexiones sobre México, pero también su propuesta estética del teatro de la crueldad.

Música con sello iberoamericano

La conquista de México era esperada por el público del Teatro Real con escepticismo, sobre todo desde que el hoy consejero musical de la institución, Gerard Mortier –el principal responsable del estreno de esta pieza– decidió imprimir un sello más iberoamericano al programa musical. A raíz de eso se estrenó en el 2010 la ópera Montezuma, que fue abucheada con estruendo y desató la indignación del público por mostrar con crudeza la parte más salvaje y violenta de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo.

Sin embargo, en el caso de la ópera de Rihm, la experiencia ha sido diametralmente opuesta. El público, si bien no ha derramado entusiasmo, sí aplaudió y hasta se puso de pie ante algunas de las figuras de una ópera que convirtió el Teatro Real en una compleja caja de música, en la que cada instrumento, cada sonido tenía una definición muy precisa.

La dirección de escena la realizó el prestigioso director francés Pierre Audi y la escenografía el artista Alexander Polzin. En la interpretación de Montezuma se alternan las sopranos Nadja Michael y Ausrine Stundyte, mientras el personaje de Cortés lo encarnan los barítonos Georg Nigl y Holger Falk. La obra coral fue grabada antes por el Coro Titular del Teatro Real.

La institución produce así una obra basada en un hecho histórico, que todavía desata polémica en España, pero que para Mortier es vital difundir y pretende hacerlo en dos partes: la ópera de Rihm y el estreno en noviembre de La reina india, de Henry Purcell.

Rhim es un compositor habituado a inspirarse en obras literarias para la creación de sus piezas musicales, fórmula que le ha servido para convertirse en uno de los músicos más prolíficos de nuestro tiempo.

Esta ocasión, para entender la brutalidad de la llegada del conquistador español a América Latina, se sirvió de dos autores: Antonin Artaud, uno de sus poetas de cabecera y un escritor que después de vivir largo tiempo en México –gran parte de su estancia fue en la sierra Tarahumara– murió en un hospital siquiátrico.

El otro autor es Octavio Paz y su caudal poético, sobre todo en su texto Raíz del hombre. Pero también se inspiró en tres poemas anónimos incluidos en la antología Cantares mexicanos, de escritores indígenas que dieron su propia versión de la conquista.

Uno de los críticos más prestigiosos del país, Juan Ángel Vela del Campo, escribió sobre el estreno: “No es La conquista de México una ópera reconocible, a primera vista, según los modelos tradicionales, pero la música sirve en bandeja este tipo de narración. El tratamiento espacial de los instrumentistas en diferentes posiciones de la sala y las grabaciones corales dan un aire de estereofonía a la representación, que se está contando o, si se prefiere, evocando. Si uno va, pues, con la mente abierta y sin prejuicios, puede disfrutar de un buen espectáculo a pesar de la complejidad. Si va con ideas preconcebidas, lo tiene crudo”.