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Ver día anteriorDomingo 13 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Los maestros Héctor Azar y Gabriel Zaid, creadores brillantes y taurófilos pensantes

H

oy, que cualquier cómico o legislador –casi son sinónimos– descalifica la tradición taurina de este país y sin el menor conocimiento de causa demanda su prohibición, bueno es citar a dos mexicanos universales cuyo conocimiento, talento y sensibilidad han aportado, amén de su trayectoria y obra, apreciaciones sobre el toreo de un tono muy distinto al de los chistoretes y la demagogia.

Hace años, en la presentación de un Anuario Taurino de México en la hoy taurinamente acosada ciudad de Puebla, en la Sala José Luis Rodríguez Alconedo de la Casa de la Cultura, el maestro, escritor, dramaturgo y director de escena, Héctor Azar, expresaba:

“De Jean Cocteau al monstruo celestial de Pablo Picasso, de Julio Romero de Torres a Ruano Llopis o Luis Gómez, de aquel gracioso cirquero goyesco que se atrevía a citar en zancos, hasta cualquier torerillo gachó que deambula por campos y citadinos bulevares buscando un melindre de misericordia. Desde aquí hasta allá, lo mismo en la Arena de Verona que en la Plaza de Chinchón o en el franciscano y recoleto ruedo de Tlaxcala, la fiesta de los toros busca indecisa su especie de coreografía soleada y pinturera o de acto sacrificial en el que se acude –sangre y arena– al triunfo de la razón por la descarada vía de la sinrazón con premeditada alevosía y ventaja. De las 5 en punto de la tarde de Federico, a las 5 de la mañana de Pepe Alameda haciendo la calle del calatraveño a Santa María, igual que el paseíllo heroico de Belmonte, de Gaona o de Carmelo Pérez.”

“¡Qué triunfos aquellos de la esbeltez y su zalamería! ¡Que chubasco de imágenes se cierne sobre el lector de este Anuario Taurino de México, apoltronado en su lumbrera de sol de El Relicario o de esta Sala Rodríguez Alconedo que, para el caso –como el calvario y la luna de miel– son más o menos lo mismo.

“De entrada en la hermosa procesión de imágenes del volumen, recibimos en el prólogo el puyazo del picador y poeta reinero Gabriel Said, quien en su prólogo a un libro sobre Silverio arremete contra los villamelones de la cultura que observan a lo taurino como tema indigno del arte; algo que impide que la tauromaquia se aposente en los encierros de la modernidad.

Y todo esto con el propósito de obtener la impostergable recuperación de la dignidad de la fiesta, de su emoción y de su atractivo, mediante el restablecimiento del compromiso ganadero, empresarial, torero y crítico del país, pues el público allí está presente cuando su olfato le promete algo que ya no olvidará, concluía Azar, por entonces secretario de Cultura de su estado natal.

El modélico prólogo al que aludía el multipremiado maestro de Atlixco se debe al escritor y poeta regiomontano Gabriel Zaid, para el libro biográfico-taurino de Guillermo H. Cantú Silverio o la sensualidad en el toreo (Ed. Diana, 1987). En ese prólogo titulado De toros y tauremas, el renacentista de Monterrey hace, entre otras, estas agudas observaciones:

“…Hay que salvar las circunstancias de la vida mexicana en el papel, la tela, la pantalla. Necesitamos espejos de la realidad nacional para asumirla y asumirnos, con libertad cada vez mayor. Los villamelones de la cultura sienten que algunos temas son indignos del arte, que ciertas realidades no merecen teoría. Quizá por eso, tantas realidades nacionales siguen esperando historiador, analista, enciclopedia, centro de información, museo.

“No hay un museo taurino en México, ni un centro de información sobre la fiesta, ni una enciclopedia, ya no digamos un anuario internacional del toreo preparado en México. Y, como esos espejos que reflejen el mundo y nos ayuden a asumirlo, nos hacen falta reflexiones, teorías de nuestra experiencia. La vida mexicana (no ante todo como mexicana, sino como vida) merece ocuparse de sí misma… Hacen falta teoremas a partir de la vida de México; en particular, sobre la vida frente al toro. Hacen falta tauremas…

“Pero el taurema central de este libro es semiológico. Está ilustrado, no con números y diagramas, sino con una observación lingüística: el olé tajante de España se ha convertido en México en un largo ooole. El acento se ha desplazado de una e corta a una o larguísima… Es, de hecho, una palabra nueva que acompaña una realidad taurina nueva. A la creación de un nuevo modo de torear, lento, sensual, prolongado, como una eyaculación retenida, que fue surgiendo en México y cuajó por el arte de Silverio Pérez, corresponde la creación de una palabra lenta, sensual, prolongada, por el arte verbal de la afición mexicana. Señalar este cambio de acento en la vida de México frente al toro es la gran aportación de este libro”, son algunos de los perspicaces señalamientos de Zaid en ese preámbulo sin desperdicio, en tanto políticos y voceros del FBI metidos a cineastas, juegan a antitaurinos sin idea.