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El Atlas rompió la monotonía del partido con un tanto inesperado al minuto 20

Con gol del argentino Ismael Sosa, Pumas evita regresar a los naufragios en CU

Los auriazules hilvanan su cuarto juego sin derrota; los Zorros, antepenúltimos de la general

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El delantero argentino Ismael Sosa (izquierda), quien entró de cambio en lugar de Dante López y ansía más minutos de juego, festeja la anotación que rescató el empate para Pumas, a 15 minutos del final del partido jugado ayer en el estadio Olímpico Universitario contra el Atlas. Por su parte, los Zorros dejaron escapar la oportunidad de separarse más del Atlante en la lucha por no descenderFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de febrero de 2014, p. 4

Un gol inesperado. Uno que ni quien disparó ni quien defendía se imaginaba. Repentino y asombroso. Cayó cuando menos parecía que pudiera ocurrir y de ahí su eficacia. Apenas 20 minutos de peloteo insípido y Arturo González dio una ventaja al Atlas que mantuvo con el sudor frío recorriendo el espinazo de los universitarios. Pumas tardó casi una hora en poder revertir el marcador para rescatar un empate insípido, pero incuestionable, que evitó volver a los días de derrotas en Ciudad Universitaria.

Este resultado permite a los auriazules prolongar su racha a cuatro partidos sin derrota, una cifra anémica pero importante si la memoria no esconde que el torneo pasado vivieron días tormentosos y que cumplieron nueve meses sin conseguir una victoria como locales. Llegaron a 11 unidades, ubicados en el quinto puesto de la tabla.

Por su parte, el Atlas, urgido de puntos por su comprometida situación en el descenso, llegó a seis y es antepenúltimo de la general tras la fecha siete.

El gol de Arturo González fue una descarga terrible para el equipo local porque llegó cuando los Zorros parecían inofensivos. Un vaivén de rutina con la pelota llegó a la zurda potente y milimétrica del atlista, que colocó un tiro espectacular en el ángulo. Uno de esos disparos que no hay nadie que pueda atajar. Luego el conjunto rojinegro cobró confianza, y si había llegado con la opción de que un empate de visita era razonable, tras el golazo empezaron a especular con la posibilidad de regresar con tres puntos.

Atlas cobró confianza y empezó a mover la pelota con la intención de aumentar al diferencia. Pumas, en cambio, cayó en un pozo de ansiedad, como si la presión para no perder en casa los pusiera más nerviosos en los desplazamientos, a lo que se sumó su incapacidad para culminar cualquier arrebato ofensivo.

La ausencia de los defensas Darío Verón y Marco Antonio Palacios dejó la última línea de Pumas en condiciones vulnerables. Era notoria la falta de algún jugador con la mente fría y las piernas recias que frenara el asedio rojinegro. De pronto se podía ver a José Antonio García cometiendo errores imperdonables al devolver una pelota a la delantera de los Zorros, que por fortuna para ellos se quedaban a medio camino.

En esas circunstancias, Arturo González mantuvo activos a los zagueros auriazules, al menos en toda la primera parte, en donde Atlas fue el equipo con mejores propuestas y despliegue.

El portero Alejandro Palacios dio claros ejemplos de que su trabajo puede salvar una tarde en la que nadie parece estar en su mejor versión. En más de una vez le atajó disparos a González que parecían destinados a la red. El sitio contra el Pikolín concluyó, en parte porque el atlista dejó la cancha por un choque de cabezas que lo mandó al hospital.

En la segunda mitad los universitarios mostraron mejor funcionamiento y el Atlas ya no tuvo la ambición que exhibió en la primera parte. Apostó por mantenerse muy concentrado en su cancha para anular los embates felinos, y muy atento a algún descuido para desbordar y hacer daño en el contrataque.

El entrenador José Luis Trejo decidió sacar a Dante López, quien no ha marcado para los Pumas, pero colabora con el empuje de Martín Bravo, y fue despedido con abucheos por los aficionados. La apuesta funcionó porque en su lugar entró el argentino Ismael Sosa –ávido de más minutos de juego–, quien aprovechó la oportunidad de manera insuperable: un gol que devolvió el alma a los auriazules. Desde afuera del área controló el balón para rescatar a su equipo de lo que ya amenazaba ser otra humillante derrota en casa.

Pumas entonces despertó y buscó remontar. Casi lo logra en los últimos minutos, en los que Federico Vilar alcanzó a manotear para salir con un punto de Ciudad Universitaria. Los locales ya no supieron cómo anotar, pues aunque llegaban de manera recurrente, no podían terminar las jugadas o les faltaba puntería para conseguirlo.

El partido entonces se volvió monótono con un deambular errático del balón, con un equipo insistente pero si fortuna, y otro que esperaba bien ordenado y con eventuales salidas que arrancaban suspiros.

En la recta final del duelo, los rojinegros pedían al árbitro que silbara para terminar con todo. Decían que el calor los había diezmado, aunque también los universitarios parecían agotados. Tal vez lo predecible del juego hizo reconocer a todos que no pasaría nada más. Que seguir sobre la cancha era ya inútil. Lo dijo Trejo: lo que ayer faltó en el partido fue intensidad.