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Mando perfecto
L

a Semana Santa se prolongó en santas noticias. Desde luego la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Con declarar santo a un máximo pontífice por vía instantánea, la Iglesia católica se ahorra indagar lo suficiente en la bondad o su carencia del santificado. Esto también permite a sus feligreses ahorrarse el ejercicio de la pregunta y de la duda sobre ciertos actos, sobre todo del más reciente.

Monterrey es una ciudad donde ese ahorro ha tenido y tiene gran éxito. Desde la primera visita de Juan Pablo II, la vida en la capital de Nuevo León y en todo el estado ha ido de mal en peor. La paradoja: desde entonces el saludo acompañado de la palabra dios se ha vuelto una costumbre de la que participan los políticos de PRI y PAN.

La vieja clase política se mantenía a cierta distancia de esa costumbre. Alfonso Martínez Domínguez, gobernador de Nuevo León (1979-1985), es la referencia más acabada. Indudables eran sus dotes de acarreador de votantes y votos para su partido o de creyentes o no del credo católico. Es recordado, sobre todo por los jerarcas eclesiales, a causa de los demasiados que hizo llevar al lecho del río Santa Catarina para recibir la bendición de Juan Pablo II. Sin embargo, Martínez Domínguez no llegó al extremo que hoy llegan políticos y empresarios visiblemente corruptos de saludar dios de por medio.

Martínez Domínguez murió en olor de agradecimiento oficial público, privado y eclesiástico. Responsable de no menores agravios, su mando fue perfecto por impune.

En ese mismo olor murió Marcial Maciel, a quien alude el filme de Luis Urquiza, Obediencia perfecta (de su título la paráfrasis del de mi artículo). El mando del jefe de los legionarios de Cristo fue perfecto y por tanto impune. A pesar de múltiples evidencias aún es defendido por la élite de San Pedro Garza García, que le aportó numerosos millones, conspicuos miembros de sus dinastías y wannabe de diferentes rangos a su actividad pederasta y financiadora del papado de Juan Pablo II. Si su propia Mater et Magistra, entregada por Francisco a los seguidores de su preantecesor, premia al principal beneficiario y protector de Maciel santificándolo, ¿por qué ellos no habrían de defender a tan siniestro personaje haiga sido como haiga sido?

Maciel y Wojtyla supieron jugar con millones y millonarios. Maciel con ricos ahora más ricos y Wojtyla con sus patrocinadores (la oligarquía internacional); no por nada fue aliado de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, los líderes del capitalismo monopolista que ha concentrado la riqueza mundial en unos cuantos individuos (250 familias acaparan 50 por ciento del PIB mundial). Monarca absolutista y despótico con quienes exploraban en Nicaragua una vía de convivencia social diferente de la que nos impone Estados Unidos, solapó la dictadura sangrienta implantada por Pinochet en Chile, a quien él mismo le dio la comunión. La misma actitud observada hacia las víctimas de pederastia y los sacerdotes católicos que la perpetraron.

A la Iglesia católica le apremiaba colocar una armadura de santidad sobre la figura de Juan Pablo II. Las investigaciones sobre Maciel y la legión de sacerdotes pederastas seguirán por diversos canales. Pero ya no por la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, lo cual haría de la Iglesia católica un espacio mayor que los establos de Augias. Con la santidad queda blindada. Perfecto por impune, así también fue el mando de Juan Pablo II.

A la doble canonización papal en Monterrey acudieron al lecho del mismo río, los más interesados en aprovecharla para autopromoverse políticamente en su campaña precox a nuevos puestos políticos. El bipartidismo dominante estuvo presidido por el gobernador Rodrigo Medina y por la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes. No es que hayan apurado la asistencia de sus subordinados, no. La línea se transmite por ósmosis. Y en todos sentidos. Esa campaña nada tiene que ver con preguntas o con dudas sobre los grandes problemas nacionales o locales. Acaso porque la Iglesia no enseñó a los autopromotores a tener preguntas o dudas. Iglesia quiere decir asamblea, pero las misas, por ejemplo, son asambleas unilaterales donde los fieles se limitan a escuchar los mismos relatos manidos de parte de los ministros y a repetir rezos de la misma índole. Que otros formulen las preguntas, como ese señor que sólo porque obtuvo un Óscar con su película se pone a preguntar al señor Presidente sobre un tema que no es de su incumbencia.

Por lo menos hay cristianos, católicos o no, que identifican su fe con el cuidado del prójimo (de la comunidad, de la patria). Algunos son ejemplo de lo que su institución omite. Pongo dos: el obispo Raúl Vera, quien calificó a la reforma energética de asquerosa y de traición a la patria, y el manifiesto llamado Grito de los pobres, grito de la tierra firmado por 40 organizaciones e iglesias en torno a la reforma energética planteada por Felipe Calderón y que Enrique Peña Nieto ha reciclado: “…es una clara ofensiva por la privatización de Petróleos Mexicanos que pretende, mediante un discurso amañado, convencer a la nación que la mayor apertura a la iniciativa privada es el único camino para el fortalecimiento de la industria energética en nuestro país… y que esto no representaría la privatización de la paraestatal”.

Al cabo, los obispos mexicanos preguntan a Peña Nieto qué garantiza que las inversiones en energía beneficien a todos y a no a un solo grupo. Les responderá, como a Cuarón, con tal discurso.