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Gregorio Carlos Rocha presentó su cinta en la muestra de cine con perspectiva de género

Los muros, visibles e invisibles, crean violencia, dolor y muerte

La película fue hecha en seis años y en cuatro continentes

Estuvo en siete países: Comparo la experiencia de Israel con la de EU, la de Marruecos, Belfast; trato de explicar el caso del de Berlín

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El Muro de Berlín en un fotograma del largometraje
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Gregorio Carlos Rocha en una de las locaciones de su filmeFoto cortesía del realizador
 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de septiembre de 2014, p. a12

En el mundo hay muros visibles e invisibles y todos crean guetos, separatismo, discriminación, racismo, dolor, violencia, muerte. Siempre los ha habido, expresó en entrevista Gregorio Carlos Rocha, director del documental Muros (Walls, México, 2014), que hizo a lo largo de seis años, en cuatro continentes, y cuyo estreno fue el pasado viernes en Cinemex Casa de Arte, en la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género.

El guion y la fotografía también son de él, que nació en el Distrito Federal; la música es de Germán Bringas y Glenn Weyant.

La sinopsis es la siguiente (en primera persona, como está narrada la película): seguimos a un vagabundo en sus viajes a zonas de conflicto en diferentes partes del mundo, donde se han levantado muros de segregación. El vagabundo encuentra historias de personas que al trascender sus barreras mentales logran derribar simbólicamente las físicas. Ellos son los saltadores de muros.

Terrenos minados y retenes

El director no hizo una road movie, sino una walk movie. Caminó y cruzó fronteras, se emocionó y caminó en terrenos minados siguiendo a un guía. Detrás de él iba su hijo, quien le reclamó por filmar ahí y arriesgar la vida, en Marruecos. Sintió miedo en Israel al cruzar retenes, con jóvenes armados e ideas radicales.

“Esta película es muy masculina y sus personajes son poderosos, ese es el sentido de participan en esta muestra de cine con perspectiva de género.

El guion lo fui haciendo sobre la marcha y la filmación comenzó en Arizona. Me pareció interesante que en una misma película se vieran los muros de diferentes partes del mundo. Se han hecho muchas obras sobre el tema de los muros y obviamente que viene a la mente el de Varsovia. No obstante, tiene sentido seguir hablando de ello, porque es una realidad en las fronteras.

–¿Cuál es su opinión sobre el muro que construye Estados Unidos en la frontera con México y de la reciente aparición de guardias para contrarrestar la migración que ellos llaman ilegal?

–Estados Unidos está en su derecho de vigilar y de crear toda esa protección, incluso digitalizada. De lo que no tiene derecho es de hacerlo de la manera en que lo está haciendo. Lo de la guardia nacional muestra el recrudecimiento de esa política, que justifica como medida de seguridad desde los sucesos de las Torres Gemelas.

–¿Qué problemas enfrentó para hacer este documental?

–En todos los lugares a los que fui no querían que estuviera. Los que construyeron los muros trataban de echarme. En cambio, los que los padecen me llamaban y me pedían que llevara mensajes. Me dieron uno para el rey de Marruecos, pero se la pasa en París. Tuve su dirección, pero no pude entregarle su mentada de madre. No pude pasar entre la vigilancia.

“En la frontera con Estados Unidos es curioso, porque ahí te dejan estar, pero se les hacía raro que yo llegara con una camioneta con placas de Morelos. Con los gringos no hay tanta bronca. Lo pesado es en el Sahara. Donde me sentí más incómodo fue en Israel, porque mis familiares se molestaron porque les preguntaba por qué hacían lo que a ellos les hicieron los nazis. En Belfast, Irlanda, sentí mucha simpatía cuando supieron que era mexicano.

Intenté que el documental no se quedara en la denuncia, sino que fuera algo vivencial. Mi trabajo es una especie de crónica personal, de un viaje. Al final decidí darle forma de carta, para contarle todo eso a mi hijo pequeño, para que me entendiera y comprendiera las largas ausencias de su padre.

Gregorio Carlos Rocha estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. “La idea de este documental surgió en 2007, lo empecé en 2008; lo edité en 2013. Fueron seis años. Así soy… no tanto por ser colgado, sino porque hay que conseguir recursos. Hacer una película a fondo, sobre todo un documental, sí lleva tiempo. Filmé en siete países de cuatro continentes. Costó unos 300 mil dólares. Se echó a andar con una beca que obtuve de la Fundación Guggenheim, luego una ayuda de Ibermedia. Metí una cantidad respetable de dinero y al final entró el Instituto Mexicano de Cinematografía.

Sé que este no es un trabajo que aborde temas de género o de derechos de reproducción. Trata problemas apremiantes de la humanidad. Creo que, sobre todo, el de la restricción a la libertad de movimiento. Quien no se puede mover no puede ir a su trabajo o acceder a la educación, etcétera. Lo que pasa con los muros es que son algo muy parecido a las cárceles. Sí comparo la experiencia de Israel con la de Estados Unidos, la de Marruecos, Belfast; trato de explicar como una lección no aprendida el caso del Muro de Berlín. Con la edición busco que el público construya en su mente un solo muro, porque todos se parecen. La edición va alternando una cosa con otra.

La película me hizo renacer

Agregó: “Varias historias ocurren en el perímetro del trópico de Cáncer, en zonas desérticas. Hay similitudes entre los saharauis y los mexicanos. Esta película me hizo renacer.

Se suele hablar en abstracto de los muros, pero en ambos lados hay personas y niños, muchos de los cuales han nacido en el exilio. Eso es preocupante e indignante. Hay quienes dicen que los mexicanos somos afortunados y que vivimos en libertad, pero aquí la libertad es para quienes pueden comprarla, la verdad. La gran mayoría de la gente vive en condiciones muy graves, y esto a los que más impacta es a los niños, porque viven y crecen en ambientes de reclusión. Son los que más quieren escapar y conocer el mundo normal, tal y como es.

Para más información, en Internet: murospaginaoficial.