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Toros

Prometedora confirmación de un inteligente Armillita IV; corta meritoria oreja

Otra procesión de mansos sin trapío en la quinta corrida, ahora de Bernaldo de Quirós

Inspirada faena de Miguel Ángel Perera a uno de regalo

Gran actitud de Octavio García El Payo

Foto
El español Miguel Ángel Perera ayer en la Plaza MéxicoFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de noviembre de 2014, p. a43

En la política como en los toros en México tenemos lo que nos merecemos, no por pendejos sino por dejados, y que alguien me explique la diferencia, me dijo a la salida del quinto festejo de la temporada como grande en la Plaza México un matador de toros en retiro. Oye, pero si se cortaron tres orejas, le repliqué con sorna. Sí, pero a mesas con cuernos, a embestidas sin bravura, a tandas sin transmisión, al antitoreo; carajo, no te hagas. Y se adelantó francamente contrariado.

En oootro cartel diseñado por el enemigo –Guillermo Fárber dixit–, la empresa de la Plaza México, sede permanente del Cecetla o Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje, tuvo a bien combinar al mejor torero español de la actualidad –Miguel Ángel Perera, 31 años de edad,10 de alternativa y 48 corridas hasta ahora, 2014–, al queretano Octavio García El Payo –25, seis de matador y 42 tardes– y al hidrocálido Fermín Espinosa Armillita IV –20 años, 20 días de alternativa y una corrida toreada, el primero de noviembre, fecha de su alternativa en Aguascalientes, más unas 20 novilladas toreadas entre España y México y muchos siglos de evolución tauromáquica en su cerebro– frente a un solicitado, ¿por quién?, encierro de Bernaldo de Quirós que, para no variar como en esta y en otras plazas donde el exceso administrativo de la tauromafia pone su sello, resultó manso, soso, anovillado, deslucido y sin asomo de emotividad. Para que luego los falsos positivos del taurineo quieran culpar a los desinformados antitaurinos de los sistemáticos bandazos de una oferta de espectáculo sin concepto.

Lo mejor de la tarde no fue la asistencia, pues el Cecetla se conforma con menos de un cuarto de entrada en cada función, sino que Armillita IV demostró que no viene a ver si puede, sino porque puede viene, en la mejor vertiente dinástica de los Armilla, esa que al conocimiento cabal de las reses añade el valor sin aspavientos, la estética y la expresión interior.

Emocionados todos porque la fecha de ayer coincidía con el 40 aniversario de la alternativa de su padre, Fermín Espinosa III, en Aguascalientes, alguien decidió que éste, vestido de civil, saliera al ruedo y sin decir agua va le cediera los trastos a su vástago, en presencia de un involuntario testigo Perera y del testigo oficial El Payo. Pero todo sea por el taurinismo emergente de un país sin memoria.

Ya antes, este solvente y valiente Fermincito –así le llamaban a su genial abuelo hace 88 años– había recibido al abreplaza Patanegra, pobre de cara y primero de los ocho que de salida serían pitados, con suaves verónicas sin precipitaciones, para luego colocarlo, con preciso capotazo y dominio cabal de su terreno, al caballo donde, como sus hermanos, recibió una vara virtual o la puntita nada más, en esta fiesta brava mexicana sin bravura, como las democracias sin eficacia, pues.

Con la muleta se hizo del astado sin apremios, logrando que repitiera en mandones muletazos, antes que por bravo por el claro sentido de la colocación del joven torero, que por ambos lados supo arrancar olés casi inexplicables ante aquel recorrido sin transmisión. El colofón fue una especie de intenso poema corto, en una lenta, limpia y precisa ejecución de la suerte suprema. La oreja no se hizo esperar y al público no le quedó sino aplaudir, esperanzado, tan promisorio horizonte para el torero. A su segundo se le rompió un pitón por la ineptitud de las infanterías, que lo hizo estrellarse en un burladero.

Una verdadera pena que el maestro Miguel Ángel Perera haya cortado dos orejas plazamexiqueras, es decir, de trancas, a uno de regalo de Vistahermosa voluntarioso y repetidor, en una faena capotera y de muleta verdaderamente excepcional. La enorme tauromaquia del extremeño, sin coba pero elocuente, se dejó ver, así fuera frente a un burel casi exhausto.