Opinión
Ver día anteriorViernes 26 de diciembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La hora de la verdad para el PRD*
Foto
Construya paulatinamente una situación en la que en la cabeza de los militantes aparezca la idea de eternidad asociada a la idea de chamba. Establezca que la única continuidad en la vida es la del empleo que ofrece el partido. Que en la realidad política mexicana se puede construir una rueda de la fortuna donde nomás se va cambiando de asientoFoto Yazmín Ortega Cortés
C

oloque en el centro, en el único centro de su vida, sagrado y unidimensional, la lucha electoral. No lo diga, pero en el fondo de su corazón mantenga la firme creencia de que las luchas sociales estorban los momentos claves y definitorios de la vida del partido, los verdaderos, que tiene que ver con la selección de candidatos, las campañas electorales, las reu­niones para medir las fuerzas y repartir las cuotas, el reparto de zonas de influencia y el reparto de botines salariales.

2) Convierta a una buena parte de los militantes en asalariados, que dependan para su supervivencia del aparato y la jerarquía. Salve a esa militancia de trabajos mal pagados de maestros, chambas de medio tiempo, ventas de miel de colmena que manda la abuelita o enciclopedias británicas a domicilio. Aproveche que toda una generación de militantes, la de los 60-70, está quemada económicamente, que deben la renta y están tres meses atrasados con la pensión alimenticia. Construya un partido moderno de empleados y no de activistas.

Conviértase usted mismo y toda la dirección nacional en asalariados de lujo, con prebendas, asistentes, choferes paseadores de esposas y esposos, ayudantes que hacen el súper. Dé por buena la teoría de que un diputado tiene derecho a ganar 50 veces lo que gana un obrero.

Reparta cargos de elección popular, de administradores públicos en términos de cuotas (aunque alguno sea narco), ni se le ocurra pensar en perfiles profesionales, técnicos o políticos; cree centenares de asalariados del propio partido a escala municipal, delegacional, estatal, nacional. Distribuya infatigablemente empleos y no apoyos económicos para la realización de tareas. Reparta esos empleos generando lazos de afinidad con los que los reciben, deudas a ser pagadas, fidelidades, servidumbres.

Construya paulatinamente una situación en la que en la cabeza de los militantes aparezca la idea de eternidad asociada a la idea de chamba. Establezca que la única continuidad en la vida es la del empleo que ofrece el partido. Que en la realidad política mexicana se puede construir una rueda de la fortuna donde nomás se va cambiando de asiento: de regidor de ayuntamiento a miembro de dirección estatal, a diputado, a senador, a viceministro.

3) Abandone cualquier radicalismo. No sólo el radicalismo no es moderno sino que espanta. En la realpolitik lo políticamente correcto no tiene aristas. Ponga de moda la noción de que lo ideal es el centro, que el centro atrae votos indecisos, gana elecciones. Dé por buena la idea muy estedunidense de que se gobierna con las encuestas, que no se trata de convocar a la población y llevarle visiones, reflexiones, ideas, sino que se trata de adoptar sus dudas, sus miedos, sus prejuicios. Declárese ferviente partidario de la búsqueda del centro, aunque no lo diga. No permita que por ahí se ande diciendo que en política el centro es la nada.

4) Convierta todo debate de ideas en un debate de posibilidades. Ponga siempre por delante la idea de que el objetivo es alcanzar el poder. ¿Para hacer qué con el poder? Eso no importa.

Despolitice la política, vuélvala un juego de posibilidades donde los principios se desvanecen, las ideas del cambio profundo pasan al rincón de los juguetes viejos, la utopía es considerada una mala palabra, los muchachos de Ayotzinapa, un estorbo. Declare abolido el trabajo de formación política. Declare difuntos a Marx y a Sandino, a Ho Chi Minh y a Pancho Villa, al cura Hidalgo (excepto en ceremonias) y a Bakunin. Simplemente no son modernos.

Acepte pragmáticamente cualquier tipo de alianza, con quien sea, con tal de medio ganar una elección. Alíese con el que despide electricistas, con el que está en contra de las leyes progresistas del aborto o el matrimonio homosexual, con el que declara al Fondo Monetario Internacional su santo patrón, con los que quieren desnacionalizar el petróleo. Ignore esas pequeñas diferencias con tal de ganar-perder una elección.

5) Dé por buena la idea de que una pequeña parte de corrupción es admisible, no mucha, no saqueadora, apenas funcional; que no tiene nada de malo recibir apoyos económicos de un gobernador priísta o que un alto funcionario panista le ofrezca a su grupo tres camionetas. Poco a poco adopte la idea de que la corrupción es un mal del sistema y por lo tanto aprovéchese de ella, total (como dijo la sumadora), si todos le caen, por qué uno no.

6) Adquiera los estilos y las formas del poder, conviva respetuosamente con el enemigo, reúnase frecuentemente con él en hoteles, restaurantes y cantinas, salúdelo amablemente cuando lo tenga en el asiento de al lado de una cámara de senadores. No les crea a los que andan diciendo que existe el contagio por contacto. Acepte consejos de priístas y panistas de dónde comprar corbatas italianas o cómo leer una carta de vinos.

7) Haga suya y de corazón toda norma burocrática. Donde manda la normatividad, que le valga verdaderamente madre el sentido común, el pensamiento racional, la sensatez. No permita de ninguna manera que la sensibilidad estorbe el procedimiento. Olvídese de cualquier intento de simplificación administrativa. Diga frecuentemente cosas como: Ni modo, así hay que hacerlo. Si se lo encuentran en una escalera no permita que nadie sepa si sube o baja.

8) Cambie el lenguaje, hable de canicas y de recursos. Cuando le hablen de Programa responda: ¿En qué canal?

9) Viva en un país en una de las más profundas crisis de su historia y logre que a pesar de ello, le valga absolutamente sombrilla. Convierta la política en un acto reac­tivo y no propositivo. Viva como en un clóset cerrado y sin público, preocúpese sólo de lo que ahí sucede, desconéctese del exterior.

10) Reviva las prácticas internas de fraude electoral. No importa que ese haya sido uno de los demonios cuya necesidad de abolición les dio origen. Si no las practica, al menos consiéntalas, explíquelas, perdónelas. Haga lo mismo con la presión del voto a través de la despensa o el saco de cemento, la compra de conciencia. Construya detrás de cada tendencia un apoyo social corporativo (por ejemplo: un proyecto habitacional de 40 casas con 400 peticionarios). Declare la moral abolida y la vergüenza inexistente. No son modernas.

11) No conceda a las demás tribus ni el aliento, practique la lucha interna con estilo de emperador romano, o de auxiliar de Stalin (Beria o Yhezov sirven para los efectos), chínguese al de al lado a la menor oportunidad.

12) No realice congresos ni elecciones de comités abiertas, a no ser que cuente con el ferviente apoyo del gobernador de Puebla que les va a mandar a los trabajadores de limpia transmutados en perredistas, a los trabajadores de la delegación Iztapalapa que votan con lista y amenaza de desempleo.

13) Procure que no se hable demasiado del pasado militante de cada quien. Ese es un terreno peligroso, bien por la ausencia de tal pasado, bien por la incoherencia entre ese pasado y el triste presente.

14) Tenga de uno a 20 cargaportafolios, no le hace que sólo posea un portafolio, la medida del poder la da el número de ayudantes inútiles que andan rondando.

15) No vaya jamás a una manifestación, mítines sólo en lugares cerrados y con cámaras de televisión. Eso sí, apoye el Teletón. Odie con vehemencia a los moneros de La Jornada.

Bien, más o menos ya lo tiene. Ahora asuma el problema: ¿quién quiere militar en una lata de sardinas?, ¿quién se siente representado por una lata de sardinas?, ¿quién va a votar por una lata de sardinas?

16) Prepárese para el descalabro.

* Dieciséis de las muchas maneras de convertir un partido político de izquierda en una lata de sardinas.

Este artículo está dedicado a mis amigos Alejandro Encinas, Gilberto Ensástiga, Roberto Rico, reiterándoles la pregunta de ¿Si no son como ellos, qué siguen haciendo ahí?