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Fuera de Televisa, buscó reinventarse como periodista en noticiarios de radio

Polémico, repudiado y admirado, Jacobo Zabludovsky fue cronista de seis décadas
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El 20 de febrero pasado, el presidente Enrique Peña Nieto se reunió con la comunidad Judía de México. Al acto asistió el periodista Jacobo Zabludovsky y su esposa Sara Nerubay LiebermanFoto Presidencia
 
Periódico La Jornada
Viernes 3 de julio de 2015, p. 14

Jacobo Zabludovsky Kraveski fue testigo y narrador de la segunda mitad del siglo XX y de los primeros tres lustros del actual. Por casi tres décadas fue ícono del principal noticiero de Televisa y, por ello, apreciado, pero también duramente criticado. Polémico, buscó reinventarse en el último tramo de su vida.

Estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero siempre estuvo cerca del periodismo, a la par de la historia de la radio y televisión contemporánea. Fue quizá el dador de noticias más famoso del país y, desde esa posición, pionero en el modelo de noticiarios, cuya médula persiste.

La imagen es irrepetible: Jacobo al frente de 24 horas, el principal vehículo de difusión y control de información de los gobiernos priístas. Gracias a la amplia estructura tecnológica de la empresa de Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, se podía hacer llegar sus mensajes prácticamente a todos los rincones de la República donde hubiera un televisor.

Desde el inicio de 24 Horas, en los años 70, el periodista innovó en cuanto a la forma de captar y difundir los hechos de última hora, antes de los satélites o el video tape. El conductor estrella de la información en Televisa aparecía a cuadro con sus grandes audífonos, leyendo cables de agencias o tomando llamadas de sus reporteros y corresponsales. La noticia en vivo.

Era el más visto, el de mayor audiencia, desde su inicio, el 7 de septiembre de 1970, hasta su fin, el 19 de enero de 1998. Al final de esa etapa, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, el oficialismo fue perdiendo fuerza frente a la transformación de la sociedad mexicana. Faltaban sólo dos años para que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdiera por primera vez la Presidencia.

En 1997, El Tigre murió; su heredero, Emilio Azcárraga Jean, llegó para sacar de Televisa lo que a su juicio ya no era rentable en contenidos e imagen; en esta lista se incluyó a Zabludovsky.

El último día de transmisión de 24 Horas, fue cobijado con aplausos y vivas de sus compañeros.

Como respuesta ofreció una sonrisa increíblemente ecuánime. En punto de las 22:30 horas inició la última emisión del noticiario desde el cual llegó a erigirse en el líder de opinión por antonomasia...quien carga sobre su historia profesional el estigma de haber sido un periodista al servicio de un sistema político hoy en declive, narró en estas páginas, para la edición del 20 de enero de 1998, el reportero Arturo García Hernández.

Los directivos, en ese momento, lo dejaron ir. Y son los mismos que hoy arropan el recuerdo y ensalzan al personaje que, les guste o no, fue altamente rentable para Televisa.

Pionero de los medios electrónicos

Zabludovsky nació en la ciudad de México en 1928. Creció en el popular barrio de La Merced. Apenas con la mayoría de edad se inició en el periodismo en Cadena Radio Contintental; ahí fue ayudante de redactor. Un año después ingresó a XEX-AM como subjefe de servicios informativos. En 1950 trabajó en la producción y dirección de los primeros noticieros de este medio de comunicación, al que estuvo ligado la mayor parte de su vida.

Durante siete décadas dedicadas al periodismo, Zabludovsky dio cuenta de numerosos hechos de trascendencia histórica, como el triunfo de la revolución cubana, la llegada del hombre a la Luna o el terremoto del 19 de septiembre de 1985, una de las peores tragedias de la capital, por citar algunos episodios.

Desde su privilegiada posición realizó entrevistas a personajes de talla mundial como Fidel Castro, el guerrillero Ernesto Che Guevara o el pintor Salvador Dalí.

Como reportero ganó exclusivas, algunas muy notorias.

Entre los memorables destaca la crónica de la entrada triunfante de los revolucionarios a La Habana. Fue el único periodista mexicano con ese privilegio. Luego contaría su experiencia: “Yo me entero las primeras horas del primero de enero del 59 que cayó (el dictador) Batista; me voy a la oficina y le digo a un camarógrafo ‘tráete tu cámara’ que era una Volex, filmaba rollitos muy chiquitos, película 16 milímetros blanco y negro, en negativo. Nos fuimos al aeropuerto y allá me alcanza mi esposa con ropa y dinero. Estaban cancelados todos los vuelos a La Habana porque México no podía involucrarse con el gobierno de Cuba, y además porque el aeropuerto estaba tomado con los rebeldes que habían triunfado...

Por ahí del día dos o tres, un grupo de cubanos castristas, aquí exiliados, logra contratar un avión. Era un chárter y yo les pido: denos lugar a mi camarógrafo y a mí. Yo insistí y me dieron un espacio para mí solo. Tomé la cámara, los rollos y llegué solito a La Habana. Era la misma cámara con la que seis meses antes había entrevistado a Batista y me dijo que ya había matado a todos los rebeldes... Un amigo me dio el itinerario de Fidel. Fui el único periodista mexicano que estuvo en todo ese acontecimiento. El 8 de enero se transmitió la entrevista en la XEQ, que era del grupo Azcárraga, mientras tanto revelaban la película. No existían los satélites. Yo me traje todo el material filmado, el cual se reveló en Televisa.

Veintiséis años después, Zabludovsky utilizó eficazmente la misma técnica: el relato al momento de los hechos.

Esta vez no fue la cámara Volex, sino el teléfono de su automóvil para comunicarse, minutos después del terremoto, a la XEW. Dijo al aire: y ahora, señoras y señores, estoy enfrente de mi casa de trabajo, donde he pasado a lo largo de mi vida más horas que en mi propia casa, y está totalmente destruida sólo espero que mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis hermanos de labor, estén todos bien. No es posible reconocer esta esquina donde todos los días, durante tantos años, he vivido. Televisa recuperó su señal hasta las dos de la tarde.

Zabludovsky, el personaje, el amante del tango, el apasionado por los toros, el hombre refinado, el hombre amable, el extraordinario conversador y también el lector voraz: “releo el Quijote constantemente. Mucho del Siglo de Oro español. Y me propongo releer Crimen y castigo. Para descansar leo libros sobre toros o policiacos. Acabo de releer a Simenon, que no sólo encantan por la intriga, sino por la descripción de los tipos franceses que dibuja. Es un poco Balzac”, contó también en una de varias entrevistas que concedió a La Jornada.

También, dicen sus críticos, fue el hombre apegado al poder, quien no concedió espacios en televisión para la denuncia del fraude electoral de 1988 y, en cambio, desbordó espacios para el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, su programa Solidaridad y el Tratado de Libre Comercio. Por tanto, fue calculada la cobertura –o minimizada, según algunos– del movimiento rebelde zapatista.

Pese a ser sustituido de 24 horas en 1998, continuó colaborando con Televisa hasta el 30 de marzo de 2000, cuando Guillermo Ortega, quien lo relevó en el noticiero estelar del Canal 2 durante dos años, fue sustituido por Joaquín López Dóriga. En esa fecha deja la televisora en solidaridad con la renuncia de su hijo Abraham.

Volvió a la radio en 2001, para conducir de manera muy exitosa el noticiero de De una a tres, en la estación La 69, del Grupo Radio Centro, que rápidamente se convirtió en el programa de noticias con mayor audiencia. Ya no era el vocero del régimen o el instrumento de Azcárraga, aquel empresario que abiertamente se asumió como soldado del PRI.

En el cuadrante empezó la nueva etapa de su vida profesional, con un periodismo más crítico, por el cual multiplicó sus premios y reconocimientos. Poco a poco cambió su discurso y se colocó del lado de la defensa de la libertad de expresión.

En mayo del año pasado, en ocasión de la recepción de un premio otorgado por la Asociación Gardeliana de Buenos Aires, Zabludovsky hizo referencia a su amor por la radio, pero también a las posibilidades de las nuevas formas de comunicación. Después de etapas donde no hemos podido expresarnos libremente, llegaron momentos de democratización. Pienso que es preferible quizás el abuso a restringir la libertad de expresarse, señaló.

(Con información de José Antonio Román)