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Pese a las constantes quejas, ese centro opera en total impunidad, señalan activistas

Denuncian narcomenudeo, tortura y trata de personas en estación migratoria Las Agujas
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En la estación migratoria Las Agujas se cometen delitos como corrupción, extorsión, trata de mujeres, tráfico humano, robo, abusos sexuales, físicos y sicológicos, denuncian indocumentadosFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 16 de agosto de 2015, p. 9

Encuérate y haz 20 sentadillas, le gritó el agente del Instituto Nacional de Migración (INM) al nicaragüense Elvis Ariel Garay, recluido en la estación migratoria Las Agujas. Luego le dijo: tienes buen culo. A continuación, dos policías lo sujetaron, y sucedió la penetración.

Tres agentes más resguardaban el lugar y otros dos veían lo que sucedía. Fueron sus cómplices. Cuando terminó, me metieron a un cuarto que medía cuatro por cuatro metros, oscuro; una celda de castigo donde me iban a echar agua fría todos los días, me insultaban y me siguieron agrediendo. Estuve 45 días en Las Agujas, hasta que me dejaron tirado en El Salvador. No me deportaron a mi país. Y no tenían derecho a deportarme, pues todo fue absolutamente ilegal”.

Elvis Ariel Garay ha vuelto a México para continuar un proceso judicial contra sus captores: Mis padres me enseñaron a defenderme con la cultura de la justicia. Decidí denunciarlo por los otros migrantes y por las mujeres, porque todos somos hijos y provenimos de una mujer, y allí lucran con las mujeres. Yo les dije que iba a poner una denuncia de todo lo que había visto, y con tal de callarme me violaron y me torturaron.

Durante su cautiverio, Elvis fue testigo de cómo los agentes de migración que trabajan en Las Agujas –estación que depende de la Secretaría de Gobernación, ubicada en la calle Agujas, en la colonia El Vergel, delegación Iztapalapa–, al caer la noche, eligen a las migrantes más guapas para después explotarlas sexualmente.

“Normalmente, hacen una elección, va un oficial y recorre las celdas, saca a las mujeres y empieza a seleccionar cuáles son las apropiadas para el negocio y cuáles de plano no; es así, literal. Les piden que salgan para que el oficial escoja y él dice: ‘Tú, tú y tú, acompáñenme a la oficina’. Y luego las sacan del lugar. La sorpresa que se llevan es que las obligan a prostituirse.”

Comenta que dentro de esa estación migratoria suceden todo tipo de delitos: corrupción, extorsión, trata de mujeres, tráfico humano, robo, abusos sexuales, abusos físicos y sicológicos:

“Las Agujas son el crimen organizado dentro del gobierno de Enrique Peña Nieto; el INM representa la mafia más grande porque lucra con los migrantes. En esa estación hay desde narcomenudeo hasta tráfico de personas. Es un infierno. Literal.”

Denuncias reiteradas

La estación migratoria de Las Agujas ha sido denunciada en reiteradas ocasiones durante los pasados cuatro años por el albergue Hermanos en el Camino, del sacerdote Alejandro Solalinde y dirigido en el Distrito Federal por el misionero Armando Vilchis Vargas, pero las autoridades han hecho caso omiso a las quejas.

Enriqueta Chávez López, integrante del equipo en la capital, señala que la impunidad en este caso tiene nombre, y denuncia particularmente la complicidad en los delitos cometidos contra los migrantes del comisionado del INM, Ardelio Vargas Posada; al director de la estación de Las Agujas, Miguel Ángel Adán Ramírez, y a Guillermo Alejandro León Aguilera, un agente al que apodan El torturador.

Hay migrantes que al ver a este torturador, se orinan en los pantalones. Recuerdo cómo una migrante hondureña se desmayó. Y todos hablan de una terrible serie de abusos físicos, sicológicos y sexuales a los que han sido sometidos.

Chávez López añade: “son abusos físicos, castigos, robos, extorsiones, acoso sexual, violaciones, vejaciones, humillaciones, discriminación, tortura, tratos crueles e inhumanos y degradantes. Las Agujas, una cárcel de máxima seguridad donde hay hoyos de castigo y corralones, donde se pasa frío, los mojan y donde hemos denunciado abusos sexuales, incluso contra niños”.

La activista explica que las violaciones a los derechos humanos y los delitos se han ido incrementando en esa estación: los migrantes que son recluidos allí se encuentran en el limbo, porque no saben cuál es su estatus migratorio, nadie les informa, cuando la autoridad debería de darles por escrito su situación. Todos denuncian este maltrato y la falta de atención médica o la sicológica; no hay traductores, tampoco atención consular eficiente. Los indocumentados son entes olvidados.

Añade: los migrantes al cruzar la frontera se convierten en gente sin rostro, personas que son vistas como una jugosa mercancía, tanto para el crimen organizado, como para las autoridades.

Cuenta que los abusos contra las mujeres son peores: casi todas las centroamericanas sufren violaciones, mientras las cubanas sólo son extorsionadas económicamente, porque conocen sus derechos y se saben defender.

Las organizaciones no gubernamentales exigen el fin de los abusos y delitos: pedimos una regularización acorde a la ley para los migrantes, pues llegan a un infierno como la estación Las Agujas.

Desnudas y a golpes

La cubana Aliani Herrera Tamayo tiene 26 años y estuvo 35 días en Las Agujas. Describe el maltrato aterrador: “Había una compañera que le decíamos La China, con siete meses de embarazo, a la que querían deportar y la sacaron de la regadera. Eran tres agentes de migración los que se la llevaron a rastras y casi desnuda. Se puso enferma y aquello fue terrible. Lo que vivimos las mujeres en ese lugar es horrible”.

Cuenta que llegó a México con su esposo, Carlos García Mora, de 31 años, el pasado 26 de junio, y que no los dejaban verse porque les exigían que presentaran el acta de matrimonio a través de su embajada.

Explica que dentro se registró una intoxicación por comer huevo en mal estado y que durante una semana estuvo enferma de varicela. La comida es pésima, aquello no hay quién se lo coma. Un día encontré una cucaracha en mi comida. Yo salí de allí sequita.

Ahora ambos viven en Miami, pero ella dice que no olvida lo que allí sufrió: en general, se ensañan con las mujeres. A México no quiero volver a ir en mi vida.

Su esposo Carlos, coincide: lo que yo viví en esa cárcel no se lo deseo a ningún ser humano. Recibí malos tratos, la comida era horrible. Nunca me explicaron mi situación migratoria. Salí de allí muy mal.

Añade: “te van matando sicológicamente. Me repetían: ‘Nadie te dijo que salieras de tu país y vinieras aquí’. Al final, nos sacaron a 32 y nos llevaron a una iglesia y nos dijeron: ‘son libres, ya se pueden ir adonde quieran’”.

El guatemalteco Axel Aroldo Hernández Quevedo cuenta que lo más complicado fue soportar el aislamiento. Él estuvo en el llamado corralón y luego en el hoyo, una celda de castigo.

Me metieron a una especie de corralón sin baños. Nadie duerme. Todos paraditos, es como un corral de ganado, por eso el apodo. La comida es terrible, una tortilla diminuta con un par de frijoles dentro y enrolladita. Eso era todo lo que nos daban.

Elvis Ariel, quien ahora vive y trabaja en México apoyando la labor en favor de los migrantes con el sacerdote Alejandro Solalinde, coincide: el migrante que ahí llega sabe que su vida depende de los agentes de migración, que son unos delincuentes, unos corruptos; no sabes si vas a salir con vida, es más, entrar a Las Agujas es como jugar a la ruleta rusa.