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14 Semana de Cine Alemán (1)
A

lemania, madre lívida. Uno de los aspectos más inte- resantes de la 14 edición de la Semana de Cine Alemán que actualmente exhiben la Cineteca Nacional y varias salas comerciales, es el panorama de una producción fílmica con un punto de vista crítico sobre las problemáticas sociales que vive la Alemania reunificada con el complemento de una valiosa perspectiva histórica.

El evento es la muestra más grande de cine alemán en un país extranjero, dura dos semanas (del 20 de agosto al 3 de septiembre) e incluye 14 largometrajes, dos películas infantiles y una retrospectiva de 8 cintas protagonizadas por el actor David Striesow.

De lo hasta ahora visto se desprende una gran diversidad temática y un notable nivel artístico en la mayoría de las propuestas. Son pocas las comedias en el programa; lo que domina en el conjunto es un tono dramático, en ocasiones incluso con tintes de tragedia social. Pareciera como si algunas cintas fueran comentarios muy directos sobre los dilemas y contradicciones a que se enfrenta hoy la sociedad alemana ante situaciones tan álgidas como la inmigración clandestina, las incontrolables demandas de asilo político, el auge de los extremismos ideológicos, y el impasse de un dogma neoliberal que perpetúa las desigualdades sociales dentro y fuera de la nación germana.

Después de la reunificación. Como visiones contrastantes y muy sugerentes de los efectos de la caída del muro sobre una generación joven a principios de los años 90, Cuando soñábamos (Als wir träumten), de Andreas Dressen, y Somos jóvenes, somos fuertes (Wir sind jung. Wir sind stark), de Burham Qurbani, realizador alemán de origen afgano, sitúan sus radiografías sociales respectivamente en las ciudades de Leipzig y Rostock.

En un relato con posibles tintes autobiográficos, la cinta de Dressen evoca el desasosiego moral que se apodera de un grupo de amigos que vive con azoro y sin asideros sólidos el brusco tránsito del autoritarismo político del régimen comunista de la RDA al supuesto edén de libertades civiles que representa la Alemania reunificada, pero que en su caso particular solo se traduce en una espiral de degradación social marcada por el desempleo, las drogas, los enfrentamientos con pandillas neonazis, todo a ritmo de la música tecno.

El tono de la cinta es un tanto melancólico, como si los flash-backs recurrentes que aluden a un pasado reciente donde el orden y la camaradería se erigen como valores positivos, tuvieran una contrapartida moralista en el espectáculo deprimente de una sociedad neoliberal excluyente, donde reina el caos por todas partes. Lo que pareciera nostalgia por la antigua vida en la parte oriental del país (Ost-algie) no es, de modo alguno, un anhelo de retorno al paternalismo autoritario, sino una mirada muy crítica al país que pregona éxitos macroeconómicos, mostrándose incapaz de brindar estímulos morales a su generación más joven. La radiografía es esquemática y no tiene la complejidad sicológica y sutileza narrativa de Dressen en sus obras anteriores (Verano en Berlín o A media escalera); con todo, el fresco social es sugerente e ilustrativo.

En Somos jóvenes, somos fuertes, el director Burham Qurbani es más directo e implacable. A partir de sucesos reales (un violento ataque a un albergue de demandantes de asilo, en Rostock en 1992), la cinta exhibe los saldos fatídicos de una xenofobia generalizada que el gobierno del país reunificado es aún incapaz de contener. Bandas de neo-nazis entonan cantos fascistas, incitan abiertamente al odio racial, y claman por una Alemania fuerte sin tolerancia para la inmigración legal o clandestina. Los jóvenes de la cinta, tan desorientados como los que presenta Dressen, pasan aquí a una acción basada en el odio a lo diferente. La pasividad e impotencia de la generación que les precede, cuando no su tácita anuencia en la faena colectiva del prejuicio, son los signos más inquietantes del paisaje desolador.

Phoenix, del director Christian Petzold (Bárbara; Jericó), es otro de los platos fuertes. La evocación histórica remonta a finales de la Segunda Guerra Mundial, con un Berlín en ruinas y una protagonista, la judía Nelly/Esther (Nina Hoss), que regresa de un campo de concentración, con el rostro desfigurado, dispuesta a someterse a una reconstrucción facial y a adoptar una identidad nueva, con el fin de dar con el paradero del esposo que la cree por siempre desaparecida. Lo que sigue es un fascinante relato de equívocos trágicos, con tonalidades de humor negro, que expone la persistencia de la culpa histórica en la Alemania posnazi y plantea dilemas morales relacionados con una delicada redención colectiva y las crecientes dificultades del perdón. Como lo sugería una cinta de Jean-Marie Straub, No reconciliados (1965), de título elocuente, las películas referidas señalan la urgencia de una revisión muy crítica de la historia reciente alemana con el fin de prevenir una reedición siempre posible del desastre.

Sinopsis, sedes y horarios: www.goethe.de/cinefest, www.cinetecanacional.net, y Cine alemán en México, nueva App.

Twitter: @CarlosBonfil1