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Cien mil granos

C

on el amor, dedicación y paciencia con que los campesinos realizan su trabajo de selección genética con los maíces nativos en cada milpa durante el ciclo agrícola, así Javier del Cueto fue ensayando con distintas opciones plásticas desde hace dos años, cuando Elena Álvarez Buylla lo invitó a participar en el proyecto Milpa: ritual imprescindible.

Tenía claro que trabajaría con barro. Es un convencido de que este material no sólo es apto para el trabajo artesanal, sino también para el arte. El barro puede tornearse, moldearse, tallarse, fundirse, dice. En este proyecto en que dialogan la ciencia y el arte en torno al maíz, hay otros elementos.

El campesino trabaja con agua, tierra y el calor del sol. Así Del Cueto mezcla el barro con agua, lo amasa y lo tornea en forma de cono, para luego dividirlo en dos y con instrumentos sencillos, ir desde la parte interna empujando el material para formar uno a uno, los granos de la mazorca. Como ocurre en el trabajo agrícola, todo tiene un tiempo que no puede apresurarse. El campesino espera que germine la semilla, que brote la planta y dé los frutos que tendrán que cosecharse en el momento adecuado. El escultor espera que el barro tenga el punto de humedad, ese que llaman de cuero o de queso, en el que hay una cierta dureza que permite moldear, darle textura, formar los granos. No en balde agricultura y cerámica, recuerda Del Cueto, nacieron juntas.

El resultado de ese trabajo gozoso y paciente son 500 mazorcas que representan la diversidad de los maíces mexicanos. Cada una es única en la forma de la mazorca, de los granos, en los colores; como son torneadas y no de molde, hay de distintos largos, grosores, volúmenes. Las tierras con que están hechas también son distintas y permiten diversas temperaturas; las hay cocidas a alta temperatura (mil 200 grados), a temperatura media (mil grados) o a temperatura baja (850 a 900 grados). Alguna mazorca es de porcelana.

Los colores no sólo provienen de las tierras mismas, sino que les ha dado distintos tonos con engobes, esto es, materiales naturales como el óxido de hierro para lograr los rojos, de cobalto para los azules e incluso de estaño, zinc o titanio para obtener distintos tonos de blanco. La manera de cocerlas en horno o entre aserrín encendido, da un resultado distinto.

Así se llega a esta pieza: Mazorcas: cien mil granos de maíz contra los transgénicos. Puede verse en la sala Dalia del Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México, de martes a sábado de 10 a 16 horas hasta el 19 de marzo. ¿Cómo llegar? Ver.