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El hombre sentado frente al piano
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Periódico La Jornada
Sábado 12 de marzo de 2016, p. a16

Un hombre sentado frente al piano. Solo pero no en soledad. Porque la soledad no existe.

Cavila. Medita. No piensa en nada.

Y de la nada construye el todo.

Este hombre se llama Keith Jarrett. Tiene 70 años de edad y una visión muy enriquecida del mundo y sus misterios. Es un magnate de la magia. Posee poderes a caudales. Es un acaudalado del fluir.

Eso. Fluir.

El hombre sentado frente al piano se multiplica. Ahora es al mismo tiempo un maestro de la improvisación y un compositor espontáneo y un hombre que escucha lo que suena en el piano y procura no intervenir ni juzgar. Solamente observa y deja fluir.

El hombre sedente hace sonar una larga composición en nueve partes compuesta mediante el procedimiento arriba descrito.

Esa composición está contenida en su disco más reciente: Creation (ECM Records).

Se trata de la culminación de un largo trabajo que inició en la ciudad alemana de Colonia hace 40 años, cuando grabó el disco seminal Koln Concert, piedra de toque a los incontables pero todos epifánicos recitales a piano solo que ha ofrecido desde entonces y ha bautizado con el nombre de la ciudad en turno.

A mediados de los años 90 del siglo pasado, Keith Jarrett padeció una rara enfermedad: síndrome de fatiga crónica, también conocida como El Hombre que Observa Colibríes, porque ese mal postra al paciente en un sillón y solamente mantiene el asombro frente al colibrí como única energía.

Debido a eso dejó de crear obras de tan larga duración como el Koln Concert, pero no dejó de ofrecer conciertos a piano solo, meditando como lo hizo durante todos los recitales que ofreció durante 2014 y que editó con tal maestría que extrajo nueve momentos de entre ellos y los hilvanó de manera tal que se ofrecen como una sola obra en nueve movimientos y en eso consiste el disco Creation, que ahora nos ocupa.

Recomiendo también, de nueva cuenta, un libro muy valioso: Tocando el horizonte: la música de ECM, distribuido en México por editorial Océano.

Ese libro acrisola el tesoro acumulado en la serie, también innúmera, de los discos ECM, donde vive un concepto musical que va más allá de lo que la mayoría conoce como jazz para erigirse en una nueva manera de entender/ vivir la música.

Contiene textos alusivos a Arvo Pärt, Jan Garbarek, Manfred Eicher (el creador de la disquera ECM) pero sobre todo respecto del concepto de esa música, que incluye, por ejemplo, la noción del norte, de lo nórdico, del frío, la nieve, la inabarcable blancura de aquel paisaje, como un concepto metafísico, cósmico, filosófico. Musical, pues.

En uno de los capítulos de ese libro, Keith Jarrett explica lo que pusimos en las primeras líneas de este texto: el ritual de la improvisación en música.

Lo primero que debo decir acerca de la improvisación libre es que no es apta para aquellas personas obsesionadas con mantener el control.

Lo que Keith Jarrett ha desarrollado y perfeccionado durante los últimos 40 años nació una noche en que Miles Davis le preguntó:

–¿Cómo lo haces?

–El qué –contrapreguntó Keith Jarrett.

–Tocar a partir de la nada.

–No lo sé. Lo hago.

De la nada entonces nació el arte improvisatorio de Jarrett.

A decir verdad, argumenta, “todo se reduce a si el músico concibe esa ‘nada’ como la falta de ‘algo’ o como la presencia de un ‘todo’, y también al significado que el intérprete da a ese ‘todo’. Si lo limita o le asusta, su capacidad de improvisar también se verá limitada”.

El disco Creation, por la calidad de su contenido, responde a cabalidad al significado lato y alto del término: es una Creación. Es una obra maestra de esas de digestión lenta. A las dos semanas de escucharlo y escucharlo, por fin se empiezan a develar los misterios, a verse las costuras, a volverse transparentes los velos que eran lilas y ahora esplenden como alas transparentes de mariposa.

Eso. Mariposa. La música de este gran disco se escucha como el latir de una mariposa posada en una flor. Lenta y suave, lenta y solemne, lenta y glamorosa.

En el track 5, la mariposa sonríe. Y del piano nace una melodía que de tan bella hace llorar. Es de esas músicas que hacen que el escucha cierre los ojos sin darse cuenta y se concentre en esa dulce epifanía.

La naturaleza mágica de esa melodía, tan llena de risas y de pasión, eleva.

Es como si todo el disco, concebido como una sola obra en nueve movimientos, fuera una partitura de Mozart donde este track 5 es el equivalente del movimiento lento, Adagio, del Concierto 21 para piano de Volfi Mozart. Así de bello, así de sublime. Como el beso de un hada.

Mientras ocurre la magia, viene la explicación de la magia, que no del truco del mago: “En un concierto en solitario –escribe Keith Jarrett– improvisado siempre desde la primera nota, participan, como mínimo, tres personas: el improvisador, el compositor espontáneo y el hombre que escucha sentado frente al piano”.

El procedimiento consiste en que el compositor azuza al improvisador y viceversa, al tiempo que el hombre sentado frente al piano, que controla los procesos y trata de no juzgar demasiado apresuradamente o de intervenir, aunque esté en desacuerdo con lo que sucede.

El hombre sentado frente al piano se llama Keith Jarrett.

Y nos explica su proceder: dejar que la música fluya a pesar de uno mismo es posiblemente lo más duro de todo lo que se necesita para ser músico. No hay que perder de vista al yo que está al mando, y hay que permitirle expresarse en cada nanosegundo.

Así sucede en cada nanosegundo del disco Creation.

Yo siempre he tocado para mí, para ese oyente que se sienta en el banco frente al piano. Esa persona ha escuchado todos mis conciertos, y siempre ha soñado con volar.

La persona que está sentada ahora frente al piano es usted, lector.

Y en este momento eres tú: una mujer que sonríe, sentada frente al piano. Hermosa y mágica.

Late como una mariposa. Y vuelve a sonreír.

Porque cuando escuchamos nos espejeamos.

Keith Jarrett tiene la virtud de trasponer, transfigurar la música y reflejar al escucha que no ve, no conoce, es más, para quien ni siquiera está tocando, porque al tocar para él nos pone en él.

El hombre que está sentado frente al piano ha escuchado todos los conciertos de Keith Jarrett y siempre ha soñado con volar.

Como usted, lector.

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