Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Civilización y barbarie
L

os debates para la carrera presidencial en Estados Unidos han dado mucha tela de donde cortar. En primer lugar, los polos muy opuestos que han resultado de las candidaturas mismas, los demócratas y republicanos, en las cuales estos últimos, sobre todo, se han revelado profundamente, sí, también en el derechismo ideológico, pero sobre todo en el carácter y en el entorno humano deprimente que ofrecen.

No soy un especialista de Estados Unidos, de su historia y de sus personajes políticos, pero sí un atento seguidor de sus vaivenes históricos, y ahora me doy cuenta que incluso especialistas en política estadunidense, allá mismo, al menos un sector importante, está consternado por lo que ocurre. Obviamente en esto sí interviene poderosamente la ideología: la extrema derecha, encantada a tambor batiente, por las posibilidades nazifascistas que parece haber abierto Donald Trump

Todo esto resulta un escándalo mayúsculo para la política estadunidense y mundial que se pensaba había superado y dejado atrás los más abominables extremos de la política derechista. Por supuesto que hemos sabido siempre que a la extrema derecha hay que buscarla siempre entre los republicanos, y cuando han salido presidentes como Ronald Reagan o George Bush, nos hemos indignado siempre por su imperialismo bélico y su inflexibilidad conquistadora, sin importar destrucciones y muertes al por mayor que han arrasado regiones enteras del planeta.

En este caso, con Donald Trump a la cabeza, vienen a la historia muchos de los peores momentos de la humanidad. No las banderas y las paradas espectaculares de Nuremberg, pero sí nos hace recordar, en sordina, los odios raciales y la bajeza a que puede llegar la condición humana. Por fortuna parecería que un número de republicanos están radicalmente en contra de la candidatura de Trump por este partido, ¿pero realmente lo derrocarán y le bloquearán la ruta en el momento de la verdad? Lo veremos pronto, en todo caso no deben olvidarse las apariencias, porque después resulta que éstas salen a flote y se expresan de la peor manera posible: hasta la crueldad extrema y la barbarie sin medida. ¡No pasemos otra vez por crímenes que después tengamos que olvidar o por los que debamos pedir perdón!

Algunos dirán que exagero en mis apreciaciones y que, en primer lugar, no se trata de nuestro país. Simplemente diré que se trata del vecino más poderoso que haya tenido país alguno en su historia. Y que lo que ocurra del otro lado de nuestra frontera, querámoslo o no, nos afecta profundamente.

Del lado de los candidatos demócratas tenemos, en principio, el polo opuesto. No porque Bernie Sanders o Hillary Clinton sean un dechado de amistad, de vocación y civilización para servir a México, pero al menos nos encontramos con un par de personas que se exhiben mínimamente como personajes civilizados, que no parecen llevar ocultos puñales o dagas que acribillarán a México. Seguirán, eso sí, los dos, con la política de dominación que define a Estados Unidos, que no esperamos que se desvíe o modifique. Cuando hablo de civilización en los demócratas me refiero a la posibilidad de un trato más justo y de una línea de comportamiento que pueda ser asimilable, y no digo con ventaja, por América Latina.

Por supuesto que nuestros países necesitarían de un respaldo monumental para avanzar en el camino del desarrollo, que no vendrá de los candidatos demócratas, salvo sorpresa verdadera que, en última instancia, podría llegar, ¡oh sorpresa!, de Bernie Sanders, quien tiene aún la enorme dificultad de ganar la presidencia frente a una candidata que cuenta fuertemente con el establishment de su partido.

Es posible que muchos demócratas piensen con razón que Sanders es un simple soñador sin posibilidad alguna de ganar en la práctica la presidencia de su país. Es probable que tengan toda la razón, ya que resulta muy complicado que en el actual Estados Unidos pueda hacerse una campaña contra el uno por ciento del estrato más alto de la pirámide económica, pero ¿mañana?

Un financiero estadunidense de los más altos rangos me decía que Bernie Sanders había llegado a Estados Unidos con 30 años de anticipación. ¿Será verdad? En todo caso no lo veremos fácilmente, aunque un buen número de jóvenes parecen ya dar la batalla en esa dirección. ¿A Marx le faltó subrayar el aspecto generacional más que el económico? Imposible decir ahora la última palabra. En todo caso, algunos herederos de Marx, como Herbert Marcuse, ya insistieron grandemente sobre este otro eventual factor de cambio generacional (recordemos el 68).

Naturalmente, una cuestión que se discute en Estados Unidos es la de saber quién tendría más posibilidades de frenar a Donald Trump en la elección presidencial: Hillary Clinton o Bernie Sanders. Todo indica que en principio sería Hillary Clinton, por el respetable apoyo que recibe del establishment. Sin embargo, algunos miembros del Partido Republicano pugnan por la candidatura demócrata de Sanders, lo cual suena más bien a una traición para poner frente a Donald Trump a un candidato más a modo.

En fin, me he atrevido a dedicar este artículo a las elecciones en Estados Unidos por la importancia mundial del hecho y de sus consecuencias, y por los inevitables efectos que tendrán para nosotros. Es obvio que México debe estar cerca de los candidatos demócratas, no sólo porque en este caso representan el posible alto al fascismo de nuevo cuño que comienza a desarrollarse en Estados Unidos. Es verdad también que no podemos ni sería prudente participar activamente en el proceso electoral estadunidense, aunque sí se pueden lanzar signos discretos de lo que más conviene o no al país nuestro en este momento, aprovechando el hecho innegable de que los muchos millones de mexicanos con derecho a voto en aquel país pueden ser definitorios, en ciertas coyunturas.

En todo caso, opinaría que el nuevo proceso electoral en Estados Unidos abriría la posibilidad de una política menos unilateral y entregada a la potencia, y que se abrirá necesariamente un arco de oportunidades en que nuestra relación con el vecino del norte ofrecerá ocasiones de mayor flexibilidad e imaginación, sin excluir a China y a un conjunto de países de la comunidad europea.