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Presentan en la Fiesta del Libro y la Rosa Cazador de historias, libro póstumo del escritor

Evocan a Eduardo Galeano y su inagotable tarea de narrador

Para la crítica Liliana Weinberg, en la última obra del periodista uruguayo desfilan piezas de la memoria, muestras de valentía cívica, semillas de identidad

Nos duele su despedida, pero con él sabemos que las palabras liberadas siguen su marcha: Alfredo López Austin

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La presentación del último libro escrito por el autor uruguayo fue parte de las actividades de la octava edición de la Fiesta del Libro y la Rosa, que se llevó a cabo los días 23 y 24 de abril en el CCUFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de abril de 2016, p. 7

Eduardo Galeano sigue reuniendo a sus lectores. Desde hace un año ya no lo escuchan a él: escuchan a otros hablar de él y de su inagotable tarea de contador de historias. El sábado pasado decenas de esos lectores acudieron a la Fiesta del Libro y la Rosa para la presentación de Cazador de historias, su libro póstumo.

De Galeano y el libro (publicado por Siglo XXI Editores) hablaron la ensayista e investigadora Liliana Weinberg, el historiador Alfredo López Austin y el escritor Juan Villoro, acompañados por el editor José María Castro Mussot, quien moderó la mesa realizada en el Foro Fuente, con tan mala suerte que coincidió con un concierto en la explanada del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (Muac). La música por momentos impedía escuchar a los presentadores.

(Esa situación se repitió a lo largo del día, porque ambos escenarios están demasiado cerca y el volumen de los micrófonos del foro no es suficiente para apagar las notas musicales y los gritos de la gente en los conciertos. ¡No se oye!, es el lamento que se escucha una y otra vez en las presentaciones cuando hay concierto.)

Cazador de historias es el último libro de Galeano, fallecido el 13 de abril de 2015 en su natal Montevideo. Estamos ante un cazador de historias que paradójicamente, lejos de perseguirlas para atraparlas, las busca para contarlas bien y rescatarlas del circuito de la información o del olvido para, a su vez, restituirlas al circuito de la sorpresa y la narración, dijo la crítica literaria Liliana Weinberg.

“Se trata –lo sabemos– de un libro de edición póstuma, en rigor, de un último libro que el escritor había alcanzado a trabajar con cuidado artesanal hasta casi dejarlo listo”, y a él se añadieron algunos textos que Galeano llamó Garabatos varios, los cuales hablan de la muerte; en Prontuario reflexiona sobre la escritura, precisó Weinberg.

En este libro desfilan piezas de la memoria, muestras de valentía cívica, semillas de identidad, mientras se consigna ya la indignación ante violencias e injusticias, ya el deslumbramiento ante la que es, a pesar de todo, la grandeza del mundo.

Para Liliana Weinberg “algo tiene el modo de narrar de Eduardo Galeano de corolario del boom. Y encuentro cierta afinidad en la maleta en que el gitano Melquíades introducía sorpresas y maravillas en Macando: hielo, imán, astrolabio y otros portentos, y la maleta que lleva este cazador de historias llamado Eduardo Galeano. Ambos mueven lo mejor de nosotros: curiosidad, contento, dolor, imaginación, como motores que nos despiertan a nuestra condición humana”.

Alfredo López Austin dijo que la última historia, cuando se sabe última, ha de formularse con esta conciencia. Una historia al saberse última, sabe también que retrata la última imagen; pero sabe que anhela retratarlas todas. Sabe que ha de ser definitiva; definitiva, como todas las anteriores, cada una en su momento. Cuando una historia se sabe última y se sabe íntegra ha de recontar lo contado, y ha de hacerlo sabiendo que, aunque última, es nueva. Eduardo Galeano supo que escribía su última historia, y en ella se presentó como escritor.

Es también el Galeano inédito que salpica las páginas de Cazador de historias con retazos de su propia biografía, se jacta de andador y presume lo andado y firma su adiós con su autobiografía. Nos duele su despedida. Pero con él sabemos que las palabras liberadas siguen su marcha, añadió López Austin.

Eduardo Galeano era un consumado oidor de historias, y con ellas trazaba miniaturas literarias, y solía corregir sus textos hasta reducirlos al máximo, expresó Juan Villoro.

“Fue caminando por los lugares más incómodos y agrestes, coleccionando historias. Es como si en Cazador de historias hubiera querido dejarnos la metáfora de sus historias, está detrás de ellas, porque para Galeano las historias ya existen, están en los otros, y debe atesorarlas y contarlas.”

Eduardo Galeano pertenece a una generación que se dejó tocar por el dolor de los otros, dijo Villoro, y lamentó: Hemos perdido desde la reflexión intelectual el interés por lo que pasa en el mundo.

Recordó que en otro libro, Los hijos de los días, el periodista uruguayo habló de la idea que tenían los mayas de la muerte: “no decían ‘ha muerto’, decían ‘inició el camino’. Está escrito en la lápida de Pakal II. Creo que es la mejor manera de recordar a Eduardo Galeano que prosigue su andadura”.