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Ejecutantes convierten nosocomio bonaerense en una sala de conciertos expectante

Oasis para sanar: una orquesta lleva el arte de Mozart y Verdi al hospital

La iniciativa Música para el Alma ofrece esperanza a los enfermos

Yo estaba muy mal, pero esos sonidos tan bonitos me levantaron el ánimo, expresa Omar, un inmigrante peruano

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El vestíbulo del hospital Dr. Cosme Argerich se va colmando de personas que escuchan atentas, acomodan sus muletas, colocan sus sillas de ruedas; hay enfermeras, médicos, pacientes, acompañantes, todos sorprendidos por ese hecho inusitado. Imágenes tomadas de la página del proyecto en Facebook
 
Periódico La Jornada
Martes 31 de mayo de 2016, p. 5

Buenos Aires.

En medio de un sinfín de filas para pedir turnos, madres que entran con sus niños en brazos y mareas de personas subiendo y bajando escaleras para retirar estudios médicos, de pronto y a media mañana de un día normal del hospital Dr. Cosme Argerich de Buenos Aires comienzan a resonar violines afinando, cuerdas graves de contrabajo y alguna voz vocalizando.

Muchos se acercan la sala central del hospital atraídos por la curiosidad. Verán algo excepcional: una orquesta de músicos profesionales desenfunda sus arcos y vientos y, de un momento a otro, tras ubicarse en la sala de espera, va llenando los pasillos del nosocomio con música de Giuseppi Verdi, Wolfgang Amadeus Mozart y otras composiciones clásicas.

Su iniciativa lleva el nombre que se lee en las camisetas de los integrantes de la orquesta: Música para el alma. Surgió de la flautista María Eugenia Rubio, quien, al padecer ella misma una larga enfermedad, quiso fundar antes de morir una orquesta que llevara, a través de la música, la esperanza a los hospitales.

La sala se va colmando de personas que escuchan atentas detrás de sus barbijos (mascarillas). Otros acomodan sus muletas, colocan sus sillas de ruedas en primera fila y transforman el recinto en una sala de conciertos expectante. Hay enfermeros, médicos, pacientes, acompañantes, todos sorprendidos por el hecho inesperado.

Omar, inmigrante peruano que escucha sumido en el silencio, cuenta que permaneció mucho tiempo internado. “Estuve solo, muy solo. Si no tienes familia o alguien que te diga ‘vamos, un día más’, se hace muy difícil”, dice pensativo. Yo estaba muy mal. Pero esta música tan bonita me levantó el ánimo, me hizo sentir bien...

Acuden a los pabellones

La iniciativa, que ya cuenta con mil músicos profesionales inscritos que se rotan y trasladan hasta timbales para compartir ese momento con los pacientes, no sólo está dirigida a las personas internadas. También cambia la realidad del profesional de la salud, que quizás está saturado y trabajando muchísimas horas en condiciones no siempre gratas, cuenta Laura Delogu, una de sus promotoras. Muchas veces vemos a los médicos y a las enfermeras muy movilizados. En la provincia de Neuquén estuvimos en oncología infantil y los médicos lloraban, recuerda la cantante.

Primero la orquesta se presenta en el sector central del hospital y luego, una vez terminado ese concierto, sube en una formación de cámara a los pabellones donde están los pacientes que no se pueden trasladar.

Ese recorrido, que se hace según la voluntad de cada hospitalizado y con un volumen más bajo, es estimulante tanto para los pacientes como para los músicos.

Con Marta, el concertino de la orquesta, nos ha pasado que en el hospital Tornú le cantamos a una señora que estaba viviendo sus últimas horas, cuenta el barítono Juan Salvador Trupia.

“La familia nos pidió que le cantáramos un tango que le gustaba mucho, Naranjo en flor. La señora no estaba consciente, pero nos explicaban los médicos que aún en estado de inconsciencia el oído sigue funcionando, a nivel cerebral, y fue muy emotivo, porque estaban sus nietos y su hija”, recuerda el cantante.

Después, una de las nietas nos escribió una carta muy linda contándonos que la abuela había muerto al día siguiente, y nos decía cuánto había significado para ellos ese momento. Es compartir una gran intimidad con personas que uno no conoce, reflexiona Trupia, quien admite que le tenía terror a la muerte por haber pasado de niño mucho tiempo en hospitales, pero que esta iniciativa a él también le resignificó muchas cosas de su propia historia.

Te das cuenta de que uno puede seguir haciendo mucho si se pone desde una postura más activa en el lugar de ese sufrimiento. Ver a un nene de tres años en quimioterapia es muy duro. Sin embargo, uno puede estar ahí, cantándole una canción, y eso para nosotros es una enseñanza enorme, asegura.

De pie entre las personas, el sicólogo Daniel Merino celebra la idea del grupo. “Me parece una muy buena propuesta, porque el alma también se cura con la música, y es muy importante traerla a las personas que están internadas.

Nosotros trabajamos todo el tiempo en la parte enferma del paciente, pero esto apunta a la parte sana, sumamente importante en el proceso de curación, sostiene el profesional.

Durante una hora la sala central pareció olvidar que era un hospital, y la diversidad del público reunido terminó la mañana cantando emocionado O sole mío junto al tenor solista Duilio Smiriglia, para envolverse después en un emotivo aplauso que quedó flotando en los pasillos.

Al terminar el concierto, Omar permanece sentado, sonriendo en su humildad, sin querer romper el sortilegio.

Me quedé impactado, dice con voz apenas perceptible. Es un tesoro. Uno no necesita algo material. Necesita esto. Algo que te aliente a vivir más.