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Rinden homenaje al polifacético creador a 70 años de su arribo al país con el exilio español

Encomian la inteligencia y la amplitud de criterio del filósofo Federico Álvarez

Casi nonagenario, pide ser buenos, nobles y querer a su casa: la UNAM

Convincente, apasionado, con él dan ganas de volverse comunista y leer El Capital, opina Elena Poniatowska

Foto
Marina Núñez Bespalova, Hernán Lara Zavala, Elena Poniatowska, Federico Álvarez y Ambrosio Velasco en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas ArtesFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Jueves 28 de julio de 2016, p. 7

La frágil voz de Federico Álvarez se ahogó aún más por la emoción del momento: Cuando yo me vaya, con más de 90 años, recordad que he dicho esto: sed buenos, nobles y quered a la facultad.

El filósofo, crítico literario, traductor, editor y catedrático universitario de origen español (San Sebastián, 1927) refrendó su amor por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Facultad de Filosofía y Letras, donde ha sido profesor desde 1982, y la actividad docente.

Enseguida, un Goya, emprendido a iniciativa suya, culminó el homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) le rindió la noche del martes con motivo de las siete décadas de su arribo al país, con el exilio español.

Ese acto, efectuado en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, convocó a familiares, amigos, colegas y discípulos del intelectual, y consistió en una mesa redonda en la que los escritores Elena Poniatowska y Hernán Lara Zavala, así como el politólogo Ambrosio Velasco, ponderaron las aportaciones del maestro, además de contar algunas anécdotas e infidencias en torno de su persona.

Dardos directos al blanco

Último en tomar la palabra, Federico Álvarez corrigió a los que piensan que ha tenido una existencia estupenda y confesó que le hubiera gustado vivir como Emmanuel Kant.

Me han dicho que qué vida maravillosa he tenido: nacer en San Sebastián, luego crecer en Cuba y más adelante vivir en México; viajar varias veces de un lado a otro, estar en una gran universidad. Me han dicho que he tenido una vida maravillosa, pues no, explicó.

“A veces he pensado: –lo digo casi a los 90 años– quisiera haber vivido como Kant, todo el tiempo en un mismo lugar, en una misma casa, con los mismos amigos, con las mismas horas para ir a la universidad y las mismas horas para volver.”

Federico Álvarez dijo que ha tenido muchísimas satisfacciones, aunque también desazones, y que en vez de haber viajado tanto de un lugar a otro habría preferido, como el filósofo prusiano, quedarse en su tierra, que es México, y en su casa: la UNAM.

Elena Poniatowska preparó un cálido texto en el cual recordó que hace muchos años visitaba a Federico Álvarez en su casa, en Polanco, para que le ayudara en su novela Tinísima y cómo él le explicaba lo que fue el frente popular y la muy poderosa derecha española, así como la definición filosófica del marxismo.

La escritora, periodista y colaboradora de La Jornada contó también que este hombre, a raíz de la Guerra Civil española, viajó a Cuba a la edad de 13 años, donde se vio seducido por las lecturas de Pío Baroja, José Ortega y Gasset, pero sobre todo de Miguel de Unamuno, y a partir de ello quedaría determinado su futuro en la filosofía, no sin antes comenzar estudios en ingeniería.

Poniatowska rememoró la llegada de Álvarez a México, al lado de su familia, en 1947. Entre otros aspectos, se refirió a la faceta de docente del homenajeado y afirmó: Hoy, a sus casi 90 años, es uno de los académicos más destacados y lúcidos del país y uno de los orgullos de la UNAM.

Los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras, agregó, dicen que es uno de los mejores profesores de esa universidad y que las discusiones con él son una delicia, porque lanza dardos que dan directo en el blanco. También dicen que su sentido del humor les ayuda a comprender conceptos filosóficos que de otra manera serían insoportables.

Generoso y noble, Federico nos da una imagen de bondad ante la que es imposible permanecer indiferente; he aquí un hombre incapaz de hacer una trampa, un negocio, de maltratar a alguien. A sus casi 90 años irradia una inteligencia y una amplitud de criterio poco frecuentes, señaló Poniatowska.

“Convincente, apasionado, con él dan ganas de volverse comunista y leer El Capital, que es tan horrible. Aunque ser comunista equivalga para mí a tirarme al abismo, sobre todo ahora que la izquierda en México es tan pusilánime”.

Republicano a ultranza

Para Hernán Lara Zavala, Federico Álvarez representa al gran profesor de la Facultad de Filosofía, sin ningún tipo de presunción, hipocresía ni sobrevaloración; y, como tal, es una de las grandes aportaciones del exilio español a México.

Ambrosio Velasco lo definió como un republicano de hueso colorado, un republicano comunista de una congruencia absoluta; su marxismo, al igual que el del fallecido filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, se funda en una ética republicana basada en la fraternidad.