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Aprender a morir

Muerte digna, pegote

P

egote es adición o intercalación más o menos inútil y apresurada en una obra artística, literaria o incluso legislativa. Es también parche o solución provisional poco satisfactoria hecha con premura que se da a algún problema; por ejemplo, la escabrosa aspiración a tener una muerte digna, libre de agonías prolongadas, inútiles y costosas. Si esa es mi decisión y, ojo, esté o no aquejado por dolores insoportables y en total, relativa o ninguna dependencia. Ni modo que nomás seamos libres de trabajar, procrear, comprar e ir a votar.

Entre preocupaciones ecológicas, ambientales, respeto a la orientación sexual de la ciudadanía, sin que ello implique aprobar la pedofilia; la cuasi legalización de la mariguana; la olvidada opción de tener o no tener hijos, enmendando por fin el bíblico artículo cuarto constitucional que protege el derecho de la persona a decidir sobre el número y espaciamiento de éstos, pero no a abstenerse de tenerlos; cuidadores para enfermos y discapacitados; protección a los animales, etc., a los asambleístas de la CDMX casi se les pasa el manipulado derecho a morir con dignidad, habida cuenta de que en la actualidad el tabú del sexo cedió su lugar al de la muerte.

Por lo anterior, la flamante Constitución Política de la Ciudad de México, en el capítulo segundo, correspondiente a los derechos humanos; el artículo 11, ciudad de libertades y derechos, aprobado en sesión del 4 de enero de 2017, señala: A. Derecho a la autodeterminación personal. Toda persona tiene derecho a la autodeterminación y al libre desarrollo de una personalidad. Este derecho humano fundamental deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad. La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna. La breve alusión a tan importante asunto –¿con quiénes hemos topado desde 1857?– fue aprobada por 56 votos a favor, 27 en contra y una abstención.

Falta mucho por hacer y difundir en una metrópoli más conservadora de lo que creemos, al grado de que su primera constitución apenas alude al derecho a una muerte digna, evita el término eutanasia, las variables de la misma y diferenciar eutanasias de asesinatos, pues si alguien decide libremente terminar con su vida, lejos de ser asesinado, se libera. Pero no será la falsa moral, sino la economía lo que haga entrar en razón a tantos seudovitalistas.