Opinión
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La Muestra

La chica desconocida

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Fotograma del filme de Jean-Pierre y Luc Dardenne
C

uando a los realizadores belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne se les pregunta si el punto central de su nueva cinta, La chica desconocida, es la obsesión de la culpa, y cabría añadir, como en tantas obras suyas anteriores, la búsqueda tenaz de la redención, Luc Dardenne responde: En la Grecia antigua, cuando alguien tocaba a una puerta, uno tenía que abrirla porque, aunque se tratara de alguien muy feo o pobre o maloliente, podía esconderse tras de él un dios. El ser humano se debe siempre a los demás, y el mal consiste en no reconocer esa deuda (Sight and Sound, diciembre 2016). Así, en la película, cuando la joven doctora Jenny Davin (Adèle Haenel, magistral), se niega, por precaución, aunque en realidad para manifestar su autoridad frente a un subalterno, a abrirle la puerta de su clínica a una joven prostituta de origen africano de quien luego se enterará que fue víctima de una agresión mortal, esa negativa de hospitalidad se vuelve para ella una pesadilla. Con un celo mayor que el de la propia policía, Jenny emprenderá por cuenta propia la tarea de dilucidar el misterio de esa muerte, de descubrir la identidad real de la agredida, y de cumplir con el deber moral de garantizarle una digna sepultura.

Los cineastas belgas refrendan aquí sus viejas obsesiones temáticas, desde aquel imperativo moral en La promesa (1996), su primera cinta, donde un joven belga hace el juramento de restituir la dignidad al trabajador inmigrante fallecido en un accidente laboral en la empresa de su padre, hasta las nociones de perdón luego de un crimen involuntario que enluta a una familia (El hijo, 2002), y la crisis de solidaridad entre colegas laborales que se presenta en Dos días, una noche (2014). La única diferencia es que en su nueva cinta los realizadores y guionistas toman el partido, ciertamente arriesgado, de incursionar en una suerte de híbrido genérico donde un relato detectivesco se cruza con una parábola moral. Nada sabrá el espectador de la vida privada de la doctora Jenny –entorno familiar, vida sentimental, gustos o fobias personales–, y sólo importará su vida profesional, tan dura y exigente para ella como delicada en lo que atañe a los difíciles dilemas morales que plantea.

A través de este relato en apariencia frío y por momentos irregular en su interés dramático (algunos episodios son hasta cierto punto insustanciales y rayan en lo melodramático, como las dudas vocacionales de Julien, el joven médico asistente, o el azote moral del padre de Bryan, chico clave en la solución del misterio), lo que parecen señalar también los realizadores, en clave metafórica y con pertinencia innegable, es la crisis moral de todo un continente europeo tentado a cerrarle las puertas a migrantes perseguidos y en peligro de muerte. Al aludir, así sea de forma indirecta, a esa negativa mayor de solidaridad hospitalaria –tan semejante al pecado original de la doctora Jenny–, los Dardenne ofrecen en realidad, bajo la apariencia de un simple “thriller moral”, la más política de todas sus cintas. Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12 y 18:30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1