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Presenta la muestra La vida en los pliegues aborda y un video sobre migración y violencia

Carlos Amorales representa a México en Bienal de Venecia

A pesar de usar un lenguaje encriptado, logré contar una historia muy clara y emocional, asevera

En el país y el mundo se vive un momento político muy difícil del que es importante hablar

Foto
Pabellón mexicano en la 57 Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, que será inaugurada el 13 de mayoFoto Venice Documentation Project
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de mayo de 2017, p. 2

La representación de México en la 57 Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia está a cargo del artista plástico Carlos Amorales, quien lleva su trabajo La vida en los pliegues a la Sala de Armas del Arsenal. Se trata de una instalación de tres piezas que forman una sola.

La parte central son siete mesas de distintas alturas, que son como hojas de papel, como cuando se te caen los pliegos de papel. Sobre las mesas hay escritos con ocarinas (pequeños instrumentos de viento), como un gran poema. Alrededor podemos ver en las paredes una serie de partituras; todas juntas hacen una pieza, pero son 90 páginas, y luego un cortometraje. Yo diría que son tres piezas hechas con distintos elementos, explica el artista en videoconferencia desde Venecia, donde se encuentra preparando todo para la inauguración de la muestra, a realizarse el 13 de mayo, de acuerdo con el calendario que se encuentra en www.bienalvenecia.mx.

Todas estas piezas forman parte del trabajo que ha realizado en años recientes acerca de la experimentación con el lenguaje encriptado. En ese idioma ilegible se realizó el cortometraje de 13 minutos que habla de la llegada de una pequeña familia de migrantes a un poblado, donde comienzan a esparcirse rumores hasta que los pobladores los linchan.

“Es una película que cuenta la historia de una pequeña familia de migrantes –papá, mamá, hijo–; la gente los empieza a rechazar, comienzan a hacer chisme, rumor, hasta que terminan linchándolos. Todo el proceso lo viví hace pocos meses. Como saben, estamos en un momento difícil políticamente, tanto en México como en el mundo, y siento que me influyó y me pareció importante hablar de lo que está ocurriendo.”

–¿Hasta qué punto un artista como usted está comprometido con hacer visibles todos estos problemas que se viven?

–Hasta el punto donde uno puede. Creo que es algo que es importante para mí; siempre lo ha sido; me ha interesado que mi obra no se quede sólo en el circuito artístico, sino que pueda comunicar a los demás; lo hice hasta con una disquera, trabajando en espacios mucho más públicos; son temas que me interesan mucho, espero de alguna forma poder abrirlos.

“Lo que hice –añade– fue contar una historia más mitológica, algo más general, atemporal; que un mexicano la pudiera asimilar y entender y relacionarse con ella, pero que no se sintiera como algo específicamente local, sino que cualquier persona pudiera verlo. La animación podría ocurrir en cualquier país, en cualquier tiempo, no es precisamente sobre un momento. Aquí viene gente de muchos países y mi esperanza es que puedan identificarse.

Como todo está en un idioma que está en ocarina, y todo se habla así, funciona un poco como las películas mudas: todo ocurre por lo que estás viendo y eso es lo que va narrando la historia y se vuelve clara. Es una trama muy sencilla, pero lo que ocurre lleva muchas problemáticas más complejas.

La instalación a primera vista parece muy formal, pero si nos acercamos nos damos cuenta de que hay una historia, una narración, en la que se emplearon distintas técnicas, desde la gráfica a la escultura y el video. Son géneros muy dispares, distintos tipos de arte, pero los une la forma: todo está hecho con las mismas formas que hice a partir de recortes de papel, después fue una tipografía ilegible, un sistema de escritura, luego cada letra la transformé en un instrumento musical para que tuviera un sonido y, con esto, desarrollé la historia y todo lo que se dice y ocurre en la película. Son distintos medios pero lo que los cohesiona es el aspecto formal de la obra.

Con La vida en los pliegues Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) cierra una etapa: Siento que llevé algo hasta el final, lo más lejano que puedo, que es toda esta etapa que he estado trabajando con lenguajes codificados. El gran descubrimiento es que a pesar de que entré en algo muy abstracto y mental o muy conceptual o racional, logré finalmente contar una historia muy clara y que además es emocional; que realmente, a pesar de partir de algo que parecería muy complejo, llegué a algo sencillo que logra transmitir una emoción. Me gustaría partir de esta pieza para entrar en una nueva etapa; lo vi como oportunidad para poder redondear y terminar algo que ya venía explorando hace mucho tiempo.

La exposición, cuya curaduría es de Pablo León de la Barra, permanecerá hasta el 26 de noviembre en Venecia, y Amorales dejó abierta la posibilidad de presentarla en México. Queremos que se presente en distintos lugares del país, me gustaría escoger aquellos donde la problemática de la migración sea importante. La verdad no sé exactamente dónde, pero en el norte, en el sur, encontrar dos o tres sitios donde se puede mostrar y que permita que la gente pueda reflexionar sobre su vivencia.

Con esta exhibición, México cumple una década con un pabellón permanente en la Bienal de Venecia.