Opinión
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Una fuga burocrática hacia lo desconocido
E

l presidente venezolano Nicolás Maduro, pésimamente asesorado como siempre, optó como de costumbre por una solución administrativo-burocrática a un problema político-social y convocó un remedo de Asamblea Constituyente popular.

El rechazo inmediato de esta medida (y también del diálogo) por parte de la derecha golpista no deben llamar a engaño. Con Chávez, que sin embargo había sido elegido por amplia mayoría y había elaborado una Constitución muy democrática, esa derecha sólo contaba con un golpe de Estado como el que intentó el 11 de abril de 2002 fracasando estruendosamente debido a la resistencia popular. Desde antes que asumiese Maduro continuó también con sus intentos golpistas y, sin esperar siquiera a ver qué hacía el nuevo presidente, buscó y busca derrocarlo.

La derecha –apoyada por el imperialismo y por todos los agentes de éste, como Mauricio Macri o Michel Temer– es golpista y con sus continuas manifestaciones busca ahora un número de muertos suficiente para dividir a las fuerzas armadas, que son el pilar del gobierno de Maduro, y provocar una intervención del ejército estadunidense. No aceptará nunca ninguna medida –correcta o incorrecta– del gobierno que busca derrocar.

Lo que cuenta en cambio para el análisis y como advertencia, es la posición de intelectuales y militantes chavistas de la primera hora como Edgardo Lander o los compañeros de Marea Socialista, que hoy son fuertemente críticos aunque esperan aún resucitar la llamada revolución bolivariana que la boliburguesía y la burocracia han llevado a la agonía.

Ellos destacan con razón que la maniobra constituyente del aparato en que se apoya Maduro regala el apoyo de más de la mitad del país a los golpistas agentes del imperialismo que enarbolan la bandera de la democracia, los consagra como gobierno paralelo, acentúa la dependencia del gobierno de la boliburguesía y de las fuerzas armadas y no tiene nada que ver con el giro de timón que reclamaba Hugo Chávez.

Mientras Maduro cree zonas especiales para las trasnacionales, permita la extracción minera a cielo abierto de la gran minería, organizada por el ministerio de la Minería Ecológica (¡!), pague una deuda internacional usuraria y sea el último en enterarse del enriquecimiento de altos funcionarios y jefes militares mediante el juego con la diferencia de cambio entre el dólar oficial y los bonos que se venden al cambio negro, no puede haber ningún giro de timón ni ninguna radicalización.

El remedo de Asamblea Constituyente es patético: a diferencia de la chavista, no prevé ningún referéndum convocatorio ni un referéndum aprobatorio. La mitad de los constituyentes serán elegidos por el poder popular (organismos hoy burocratizados y clientelares al servicio del Estado, que es capitalista) y por el PSUV, el partido único sin discusión ni vida política interna que no es más que una máquina electoral y una bolsa para dar puestos en la burocracia (Maduro habla de Constituyente militar, lo cual permite suponer que habrá también un voto corporativo de los militares). La otra mitad será elegida sobre base territorial, para garantizar una cuota para los gobernadores y para el PSUV. Fuera de éste, quedan así excluidos los demás partidos revolucionarios o bolivarianos, estén o no dentro del PSUV.

Poder Popular debería significar que los trabajadores autoorganizados libremente en comunas discutan y decidan planes de desarrollo locales y un plan de desarrollo nacional. No pueden ser el menor y último engranaje del Estado capitalista sino la base de la sustitución de éste por un nuevo Estado en formación

Sólo con más –y no con menos– democracia se podrá reconquistar a los cientos de miles de ex chavistas que están siendo manipulados por los golpistas. Es necesario dar libertad plena a la formación de partidos y tendencias en el campo revolucionario y enjuiciar y encarcelar a los golpistas, los ladrones de los bienes públicos, los especuladores, pertenezcan o no al aparato oficial.

Durante el gobierno de Maduro se estima en 180 mil millones de dólares los capitales que se fugaron del país. Éste sigue dependiendo por completo de la renta petrolera y, a pesar de su riqueza y extensión, no tiene soberanía alimentaria e importa todo, los alimentos básicos y los licores y coches de la gran burguesía, pagando con el petróleo (que se ofrece como garantía a los préstamos e inversiones).

No es posible aumentar la productividad mientras los sectores populares dediquen su tiempo a hacer varias y larguísimas colas para comprar lo indispensable. La conciencia del pueblo trabajador y su resistencia son muy grandes pero las dificultades cotidianas los desmoralizan y desgastan y no puede estar movilizado todos los días en contra manifestaciones defensivas mientras los golpistas tienen la iniciativa política y explotan las dificultades que ellos contribuyen a crear con su sabotaje.

Las medidas burocráticas contra el capitalismo son tan ineficaces como las medidas burocráticas contra la misma burocracia. Se necesitan políticas y medidas radicales, de fondo, el giro de timón que pedía Chávez.

Contra el golpe que prepara el imperialismo, por supuesto y pese a todo, hay que sostener vigorosamente al gobierno venezolano. Pero quienes no critican los palos de ciego y las medidas contraproducentes de Maduro creyendo que así defienden al pueblo venezolano, le hacen a éste un flaco favor.

El imperialismo conoce en efecto los puntos débiles de sus enemigos y los explota. Los trabajadores, en cambio, los ven pero no tienen una alternativa. Es urgente y fundamental mostrar que no existen solamente la pasividad y la resignación o una ruptura del orden constitucional por la derecha sino también una opción de izquierda.