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Ahora es felicitada por su exitosa carrera

Avergonzaba a La Avispa decir que es boxeadora
 
Periódico La Jornada
Martes 1º de agosto de 2017, p. a11

Cuando Anabel Ortiz asistía a las juntas de padres de familia en la escuela de sus hijas sentía una ligera vergüenza a la hora de describir su ocupación: boxeadora, alias La Avispa. Ese sentimiento ha desaparecido. La valoración que tiene de sí misma se ha resignificado. En el colegio le preguntan cuándo es su próxima pelea, la felicitan maestras y directora, y sus hijas presumen que su madre es la campeona mundial de peso paja.

Anabel ríe cuando piensa en cómo ha cambiado el lugar que ocupa en su círculo social. Está notablemente contenta un día después de defender con éxito por novena ocasión su campeonato mundial de peso mínimo de la Asociación Mundial de Boxeo, esta vez ante Nancy Franco. La victoria número 15 de manera consecutiva que la hace una de las monarcas más sólidas.

Algún día se hablará de mí como merece mi trabajo, dice La Avispa; no he tenido publicidad porque no soy la consentida de ninguna televisora ni soy una boxeadora fabricada, sólo soy una mujer que llegó como retadora emergente y desde entonces me he mantenido.

Anabel dejó de sentirse un bicho raro: el éxito le restauró la autoestima. Lo que no ha conseguido, sin embargo, es vivir de lo que gana por pelear. Por eso, cuando desfilan ante sus ojos las cifras desbordadas que ganan los hombres en el mismo negocio en el que ella participa, siente cómo el enojo invade su menudo cuerpo.

Ya quisiera que me pagaran una pequeña parte de lo que ganan los hombres en este oficio en el que nosotras a veces lo hacemos mejor, dice; las mujeres llevamos las de perder cuando nos metemos a esto, como en otros lados, y terminamos aceptando malas condiciones y bajos sueldos con tal de entrar.

Lo que gana por una pelea apenas le sirve para solventar los gastos de la preparación para el siguiente compromiso. Para completar los gastos personales y mantener ella sola a sus dos hijas tiene un gimnasio de boxeo.

Si nunca llega el reconocimiento tampoco me quita el sueño, asegura; esto es un oficio y uno lo hace por dinero, si no por qué, pero tengo un gusanillo que me hace buscar retos por orgullo más que sólo por dinero.

Anabel pretende unificar el título. El del CMB no está en esas aspiraciones, no porque no le interese, sino porque es un cinturón que ya tuvo y que a pesar de que le han asegurado que es retadora, no le han dado la oportunidad.