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La novela desarrolla un mundo que ocurre sólo en la mente, dice el autor Mauricio Molina

Planetario reflexiona sobre lo femenino con una mezcla de género negro y esoterismo
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Numerosos creadores y sus obras influyeron en la novela, como Wilde, Igor Caruso, Daniel Paul Schreber y Glenn Gould. En la imagen, el autorFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de septiembre de 2017, p. 5

Una serie de historias de amores perdidos y honda reflexión sobre lo femenino, narradas en el tono de memorias de un ser enloquecido en un viaje iniciático, así es la novela Planetario (Almadía), recientemente publicada, explica su autor, Mauricio Molina.

“Mi intención era hacer una novela cuyo principio y canon fuera lo simbólico; es decir, todo ocurre en la mente y las emociones del personaje, que vive un destino trágico. Hay una hibris (desmesura, impulso irracional), como decían los griegos, que lo lleva a la destrucción”, dice el narrador a La Jornada.

Inscrita en la literatura negra, la novela consigna a nueve mujeres, asociadas cada una a un planeta. Un estado de ánimo, una forma de ser y un carácter muy distinto. Hay una fuerte reflexión sobre lo femenino, a pesar de que el personaje parece un asesino.

Utiliza como principio estructural a los planetas: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. “Empieza en Mercurio, dios que fue convertido por Apolo, vive cerca del Sol y el personaje se va alejando de ese astro; significa que se va alejando del ser y perdiendo su identidad. Es una novela sobre esa descomposición.

Yo quería hacer una novela en la que mezclara el género negro y el mundo esotérico de la astrología y las sectas. El personaje vive una especie de viaje iniciático, místico, por una parte; por otro lado, siempre está el arco de duda de toda novela fantástica. Además de ser una novela negra, tiene un corte fantástico ya que en su segunda parte se va haciendo mucho más onírica, tirada hacia un mundo de sueño, surrealista, dice Molina.

Kafka, Calvino, Calasso

El también ensayista agrega que Franz Kafka y su obra, especialmente El cazador Gracchus, y Fedor Dostoievski, con El doble, e Ítalo Calvino, con El castillos de los destinos cruzados, “donde utiliza las cartas del tarot como principio de esctructuración de una novela, influyeron en Planetario”.

Además, Memorias de un enfermo de nervios, de Daniel Paul Schreber, paciente mental de inicios del siglo XX que fue estudiado por Sigmundo Freud, Elias Canetti y Carl Gustav Jung. Este volumen, “escrito en primera persona, habla de crear una nueva humanidad.

“Roberto Calasso escribió sobre Schreber, libro que se llama El loco impuro. Dice que ese tipo de obras son literatura absoluta que emite referencias hacia otros textos, pero que permanece como ente autónomo.”

Otro elemento que compone un sustrato en su texto, detalla Molina, es la música, con las Variaciones de Goldberg, de Glenn Gould; los Preludios, de Dmitri Shostakóvich; la sinfonía Los planetas, de Gustav Holst, y Cuadros de una exposición, de Modest Mussorgsky.

En torno a la muerte, presente en toda la novela, el escritor explica: “Hay que verla en sentido simbólico. Pienso en la frase de Oscar Wilde: ‘todos matamos lo que amamos, el valiente con una espada y el cobarde con un beso’. Esa frase pudo haber sido un epígrafe de la novela, porque mi personaje ama a todas, hay algo de Casanova en él”.

Otra parte simbólica propuesta por el autor se basa en el sicoanálisis, con el libro La separación de los amantes, de Igor Caruso. “Dice que cuando nos separamos de alguien, de alguna manera lo matamos y nos mata; es decir, morimos y matamos a la persona porque si no, no podemos seguir viviendo. La muerte del amor es también la muerte de la persona y no la volvemos a ver nunca. Desaparece. Cuando la volvemos a ver es como un fantasma o una entidad de la que queremos salir corriendo.

“No hay mucha literalidad en la novela. Hay muchos elementos simbólicos. Ahí está Roberto Calasso, pero también la novela simbolista del siglo XIX, como Allá lejos, de Joris-Karl Huysmans, o Salomé, de Wilde. Un elemento kafkiano es que nunca sabemos por qué el personaje hace lo que hace.”