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El banco de los pobres
A

l consumarse la conquista, Hernán Cortés se adjudicó las casas nuevas, que era donde habitaba el emperador Moctezuma y las casas viejas, que originalmente fueron el palacio de su padre Axayácatl.

En este último lugar, Cortés mandó construir su residencia, tan grande que los cronistas de la época la comparaban con una pequeña ciudad. La descripción histórica corresponde a la de una enorme fortaleza con torreones en los cuatro ángulos y muchos patios.

Al ser una de las primeras edificaciones de la capital de la Nueva España, ahí se celebraron las primeras misas, funcionó como sede de la Audiencia y alojó al virrey mientras se terminaba el palacio virreinal, hoy Palacio Nacional.

La enorme mansión estuvo sujeta a varios juicios, primero contra Cortés y después hacia sus herederos; como consecuencia se fue fraccionando hasta llegar al siglo XVIII, cuando su descendiente, el duque de Monteleone, vendió lo que quedaba de la inmensa edificación.

La adquirió Pedro Romero de Terreros para que fuera la sede del Montepío de Ánimas, que fundó en 1774. Considerado uno de los hombres más ricos de la Nueva España, era singularmente generoso.

Dueño de las minas de Real del Monte, cercanas a la ciudad de Pachuca, Hidalgo, aún se pueden admirar en los alrededores dos hermosas haciendas que le pertenecieron: Santa María y San Miguel Regla.

En varias ocasiones auxilió al tesoro real, regaló a la marina de guerra un navío de 80 cañones, socorrió conventos de monjas, hospicios y colegios.

Por su generosidad e importantes servicios prestados a la Corona, fue nombrado conde de Santa María de Regla en 1768, por el rey Carlos III.

El edificio actual que aloja al Monte de Piedad, data del siglo XVIII, aunque ha padecido múltiples modificaciones. La fachada es de tezontle color vino decorado con elegante cantera gris plata.

En el interior se conserva un patio, al cual se le descubrió hace unos años un bello piso del recinto original. También está la capilla donde se rezaban ocho misas diarias por la salvación de las ánimas del purgatorio, de ahí el nombre de Montepío de las Ánimas.

El edificio no está lejos de su vocación original en lo que al resguardo de tesoros se refiere. En este sitio el emperador Moctezuma tenía riquezas en oro y joyas, que despertaron la codicia de los españoles, a quienes gentilmente había dado alojamiento. En sus azoteas se dice que fue apedreado el monarca mexica, muriendo horas después.

Hoy el inmueble resguarda relojes, antigüedades, máquinas de coser, joyas, licuadoras, adornos y lo que se le pueda ocurrir. Hay alhajas de todos los tiempos, estilos, tamaños y precios, que solazan la vista aunque no se compre nada.

Lo mismo se encuentran aretes antiguos de delicada filigrana de oro con perlas, que unos ostentosos de rubíes y brillantes. De precio generalmente bastante más bajo que en las joyerías, tienen el atractivo adicional de contar con un misterioso pasado, que permite echar a volar la imaginación.

Por supuesto, el objetivo principal de la institución es prestar con intereses bajos a cambio del depósito de un objeto, que cuando le caiga una lanita puede recuperar.

Al fundar el Monte de Piedad, Romero de Terreros dio 300 mil pesos de oro de su propia bolsa para que iniciara su labor benefactora. Fue tal el éxito que el primer año se realizaron 17 mil empeños. Actualmente dedica 11 mil millones de pesos al año y atiende a alrededor de 6 millones de personas en las sucursales que tiene en todo el país. Se le ha llamado, no sin razón, el banco de los pobres.

Antes de darse su vuelta por el Montepío, disfrute un buen desayuno en Los Mercaderes, ubicado casi enfrente, en 5 de Mayo 57, en un bello edificio con atlantes en la fachada. Algunas sugerencias: el omelet huasteco, relleno de flor de calabaza y panela bañado en salsa de frijol, y las crepas Mercedes, que resguardan generosa ración de espinaca, champiñones y pollo, cubiertas de rica crema. De broche: el pan de elote con chocolate oaxaqueño.