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Permitirá comprender en detalle la historia evolutiva del animal más grande del planeta

Genoma de la ballena azul revela mayor parentesco entre los cetáceos

Durante la formación de la familia de los rorcuales, a la que pertenece, estos mamíferos se aparearon entre sí incluso aunque no pertenecieran a la misma especie, explican científicos

 
Periódico La Jornada
Martes 10 de abril de 2018, p. 2

Fráncfort.

Investigadores alemanes y suecos decodificaron el genoma de la ballena azul y de otras cinco especies de cetáceos y descubrieron que existe un parentesco mucho mayor de lo que se creía entre estos animales, publica la revista Sciences Advances.

De acuerdo con el estudio realizado, durante la formación de la familia de los balenoptéridos (rorcuales), a la que pertenece la ballena azul, estos mamíferos se aparearon entre sí incluso aunque no pertenecieran a la misma especie.

Por medio la decodificación del material genético, ahora se puede comprender de forma detallada la historia evolutiva del animal de mayor tamaño en la Tierra, destaca el equipo encabezado por Axel Janke, del Instituto Senckenberg de investigación natural y de la Universidad de Fráncfort.

Durante la división de la familia de los balenoptéridos, que comenzó hace unos 10.5 millones de años, se dieron dos factores inusuales de manera simultánea: por una parte, no había ninguna barrera natural entre las especies originarias y, por otra, estos animales se aparearon unos con otros.

Las especies se forman normalmente por medio del aislamiento reproductivo que se da, por barreras genéticas o bien geográficas, señala Fritjof Lammers, del Instituto Senckenberg de Investigación de la Biodiversidad y el Clima.

Fenómeno poco común

La formación de una especie con flujo genético, es decir, con el apareamiento de animales diferentes, es poco común en la naturaleza.

Sin embargo, no es así para los balenoptéridos. Las ballenas no se enfrentan de por sí con barreras geográficas en la inmensidad del océano. Incluso hoy día se avistan cruces de rorcuales comunes (Balaenoptera physalus) y ballenas azules (Balaenoptera musculus), indica el estudio, a pesar de que los investigadores no han podido demostrar esta conexión en el genoma.

Con su investigación, los científicos querían averiguar, entre otras cosas, cómo se crea la biodiversidad en estas circunstancias. La ballena gris, por ejemplo, ha desarrollado otra fuente de alimento y come crustáceos que se encuentran en el fondo de las aguas costeras.

En el estudio, que se llevó a cabo durante seis años, los científicos secuenciaron el genoma de seis especies: la ballena azul, el rorcual norteño (Balaenoptera borealis), la gris (Eschrichtius robustus), la de Groenlandia (Balaena mysticetus), la de minke (Balaenoptera acutorostrata) y la jorobada (Megaptera novaeangliae).

Cinco de ellas están clasificadas como balenoptéridos, explica Janke, pero no así la ballena gris, que a causa de su aspecto tiene un estatus especial dentro de los misticetos o ballenas barbadas.

Sin embargo, tras los análisis genéticos ya no presentan esta clasificación, sostuvo. Nosotros proponemos incluir a las ballenas grises como balenoptéridos. De esa forma todos los rorcuales estarían unidos y enriquecidos con una especie más.

Los investigadores aportan además una noticia positiva: A través de la pesca de ballenas no se ha perdido su gran variabilidad de genes, precisa Janke. Las especies son capaces de resistir bien los patógenos, los parásitos y los cambios ambientales gracias a su sorprendente variabilidad genética, concluyen.

Las ballenas azules son los gigantes de los océanos: llegan a medir hasta 30 metros de largo.