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Un profeta con la mirada vuelta hacia atrás
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óchitl y Rubén conocieron poco los detalles de lucha de su padre, Pedro García. Pero desde chicos la intuyeron. Pedro, junto con su hermano Cirilo, participó en el movimiento jaramillista, una lucha campesina que de 1940 a 1962 intentó preservar y profundizar los derechos agrarios que obtuvieron los campesinos gracias a la Revolución. Encabezada por Rubén Jaramillo, veterano zapatista, esta lucha se inició en el ingenio de Zacatepec, se expandió con la creación del Partido Agrario-Obrero Morelense, que en 1946 y 1952 postuló a Jaramillo para gobernador del estado, e incluyó la propuesta de una colonia agraria en los llanos de Michapa y Guarín, en el poniente de Morelos.

Los jaramillistas también lucharon por la vía armada. En 1943, cuando Jaramillo fue perseguido por defender a los cañeros, y otra vez después de cada una de sus campañas para gobernador, los jaramillistas continuaron su lucha desde el cerro. En 1958 Jaramillo recibió una amnistía del presidente Adolfo López Mateos. De poco sirvió, el 23 de mayo de 1962 llegaron elementos del Ejército a la casa de Jaramillo y lo secuestraron junto con su mujer, Epifania Zúñiga, y sus tres hijos, Enrique, Filemón y Ricardo. Sus cuerpos, con tiro de gracia, serían hallados más tarde en las afueras de Xochicalco.

Pedro García, como tantos otros que apoyaron, participaron o simpatizaron con Jaramillo, vivió en carne propia la represión. En 1952 fue secuestrado, interrogado, desnudado y, finalmente, apuñalado nueve veces con un picahielos. Pensando que le habían quitado la vida, sus verdugos lo arrojaron por la carretera. Pero su cuerpo resistió, quedándole como apodo El Muerto, condición descriptiva que para protegerse tardó en desmentir. Preservó del ataque su dignidad, voluntad de lucha y un calcetín que, al desnudarlo, sus victimarios por alguna razón le dejaron puesto.

Xóchitl y Rubén recuerdan ese calcetín, aunque su historia la conocerían mucho después. Mientras, veían que mucha gente iba y venía de su casa, que sostenían planes y conversaciones a susurros y que su padre llegó a colaborar con Lucio Cabañas, participando en unos encuentros en la sierra de Guerrero. Esas reuniones y la redes que siguieron tejiendo veteranos jaramillistas, como Pedro, fueron esenciales para el Partido de los Pobres. A la casa de Pedro siguieron llegando estudiantes, profesores universitarios, intelectuales comprometidos y dirigentes sociales deseosos de aprender de la experiencia jaramillista y de seguir tejiendo caminos de resistencia.

En ese ambiente vivieron su niñez Xóchitl y Rubén. Más que comprender, intuyeron que las discusiones que se llevaban a cabo en su casa trataban temas sociales, delicados y urgentes. Sólo después, cuando la vida les atravesó la necesidad de luchar y resistir, reflexionaron más sistemáticamente sobre la historia que en su propia casa se había vislumbrando.

En 1974 Xóchitl ingresó en la normal rural de Amilcingo. La escuela apenas llevaba un año de fundarse, producto de una lucha de los propios ejidatarios de la región que donaron su terreno para que se creara. Xóchitl llegó a Amilcingo sin ficha y sin documentación. Pero su papá persuadió a quienes administraban el examen de admisión para que la dejaran tomarlo. Muy a su propia sorpresa, Xóchitl calificó entre las mas altas.

Como estudiante, formó parte del comité de alumnas y en ese papel visitó las normales rurales de El Quinto, Sonora; Ayotzinapa, Guerrero; Tiripetío, Michoacán; Teteles; Puebla, y Panotla, Tlaxcala. Coordinada por la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México participaba con sus demás compañeros en la defensa de sus escuelas que intentaban recuperarse del golpe que sufrieron en 1969, cuando Gustavo Díaz Ordaz cerró 14 de las 29 que hasta entonces existían.

Ya egresada, Xóchitl participó con el magisterio democrático en múltiples batallas en contra de imposiciones charristas. Marchas, paros, y tomas de carreteras fueron algunas de las experiencias que le tocaron. Quedó grabado en su memoria el sonido de las botas contra el asfalto cuando las fuerzas del Estado se aproximan a enfrentar la protesta de masas. Ya sea marchando, a paso redoblando o veloz, tienen un sonido muy peculiar, recuerda Xóchitl. A esta ominosa ofensiva los maestros y normalistas respondían entonando el himno nacional.

Su hermano Rubén siguió otro camino, migró a Estados Unidos en 1975. Se la pasó buscando trabajo a lo largo y ancho del territorio y, por fin, logró establecerse en Pennsylvania. Pero la vida no es fácil para los indocumentados a quienes el racismo estadunidense ha convertido en eternos chivos espiratorios, aun cuando se extrae incontable riqueza de su mano de obra.

Aparte de trabajar, Rubén se preocupó por concientizarse sobre sus derechos y participó con organizaciones dedicadas a defender a la población migrante. De por sí asediada con el número récord de deportaciones bajo la presidencia de Barack Obama, la población indocumentada ha enfrentado un ambiente aún más despiadado con Donald Trump. Ante una política agresiva y racista los migrantes no se han mantenido pasivos y en las calles y las cortes han manifestado su resistencia.

Así, Rubén, quien el 1 de mayo de 2017 participó en una de las muchas manifestaciones en ese día nacional de acción. En el reportaje que de ello hizo Patriot-News aparece su foto, con su brazo en alto ondeando dos banderas, la mexicana y la estadunidense. No pretende ser paranoico, pero Rubén notó después de esto un incremento en su acoso policiaco hasta que una madrugada llegaron a su casa agentes de migración. Duró tres meses en una celda que convirtió en consultorio para asesorar a otros migrantes, quienes no sabían que aun detenidos preservaban ciertos derechos. Fue después deportado a México, cuyo suelo no había pisado en 42 años. Rubén busca ahora cómo rehacer su vida en un país cuyas condiciones a veces lo hacen sentir igualmente prisionero.

Eduardo Galeano escribió que la historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será. Para las jóvenes generaciones que buscan un futuro distinto al que pinta un presente desolador, la historia de quienes lucharon contra lo que fue, podría ayudar a construir un camino alternativo de lo que será.

* Profesora-Investigadora del Massachusetts Institute of Technology. Autora del libro Después de Zapata. El movimiento jaramillista y los orígenes de la guerrilla en México(1940-1962) (Akal, 2015)