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Todo lo que hacemos parece poco y si perdemos somos los peores, afirma Omar Chávez

Nos acusan de manchar la carrera de mi padre, pero es duro tenerlo en la esquina
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Así terminó Omar Chávez tras su reciente derrota ante el argentino José Carlos PazFoto Promociones Zanfer
 
Periódico La Jornada
Jueves 24 de mayo de 2018, p. a12

Una nueva derrota de Omar Chávez no sólo le exigió coraje para mirarse al espejo al día siguiente. También debió reunir una buena dosis de paciencia para soportar la andanada de juicios severos por ser hijo del mejor boxeador mexicano. No ser una versión idéntica de las glorias del padre ha sido una falta que los aficionados no están dispuestos a perdonar, ni a él ni a su hermano Julio César.

Desde niños aprendieron a llevar esa carga sobre los hombros, cuando eran sólo los hijos del campeón. Pero el peso aumentó hasta niveles opresivos cuando eligieron seguir el oficio que hizo legendario a Julio César Chávez en las décadas de los 80 y 90.

Nos acusan de manchar la carrera de mi padre, se queja Omar, todavía apesadumbrado por recibir su segunda derrota consecutiva, el sábado en Durango ante el argentino José Carlos Paz.

Pero la mía y la de mi hermano Julio es otra historia, dice Omar; tengo un hijo y una casa que mantener, trabajo para mí y eso es válido, porque es mi vida y trato de hacer lo mejor que puedo como cualquier persona; lo que hizo mi padre queda pa- ra la historia, pero eso le pertenece y nadie se lo quita.

En cada combate, cualquiera sea el resultado, los herederos de Chávez son colocados en la picota, sin importar si lo hicieron de forma regular, mala o fatal.

Hagamos lo que hagamos, nunca será suficiente, afirma Omar, está claro que nunca seremos ni la mitad de lo que fue mi padre, si ganamos es como cualquier cosa; si perdemos somos los peores.

Tribunal implacable

Pero ese tribunal implacable no sólo lo integran la prensa y la afición. En un lugar dominan- te observa el padre ex campeón. Aparece en los entrenamientos, interrumpe sesiones de golpeo o interviene en las esquinas durante los combates de Julio y Omar. A veces angustiado, otras exigente y frecuentemente colérico cuando las cosas no salen como quisiera. Julio César padre se ha marchado más de una vez enfurecido y declarando ante los medios la decepción por los errores de sus hijos.

Es muy duro tener a mi padre en la esquina, admite Omar; puede decir muchas cosas, pero mi papá ya vive con su familia y yo tengo que trabajar. Entiendo que vea las cosas de diferente manera y se desespere porque no las hacemos como él piensa que deben ser. Se pone triste por eso, pero lo manifiesta a gritos.

Si las cosas no salen como se espera de un heredero de semejante tradición, se les acusa de ser unos mimados, de carecer de lo que en boxeo llaman hambre; es decir, de ese orgulloso instinto de superación. Yo no voy por millones de dólares ni por fama, aclara, “yo quiero hacer algo en el boxeo, quiero ser campeón mundial, aunque hoy hay gente que se ríe. Y claro, entiendo el hartazgo de mucha afición que dice: ‘ya chole’ con los Chávez”.

La más reciente derrota de Omar fue un golpe fulminante para la autoestima. Pasan los días y no alcanza a explicarse por qué se quedó inmóvil ante los golpes del argentino.

No sé qué me pasó, dice Omar; no es que me deje gol-pear, cómo va a ser, ni para hacer enojar a mi padre, eso es exagerado. Tal vez es algo mental; no sé si traigo un trauma.