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No Sólo de Pan...

De nuestra soberanía

L

a clase neoliberal en el poder y la clase que lucha por el poder que detenta la primera, y la informe clase que, cuando se ve en el espejo imagina que tiene el poder, para ahuyentar la humillación de un salario que apenas le alcanza, con un empleo aburrido y bajo el zapato de jefes clasistas a cuya posición aspiran, no aprendieron en la escuela lo que es soberanía nacional, ya no se diga lo que es soberanía política y menos aún soberanía alimentaria.

Para esta gente, sus referencias hacia el mundo son sus propias individualidades: miden el éxito de un país como el de una empresa, aunque ambos estén quebrados, son exitosos si todavía son sujetos de crédito y, sobre todo, si del endeudamiento pueden sacar sus propios satisfactores personales y familiares. Así, para esta gente, la balanza de pagos de nuestro México es sostenible si en el mercado mundial hacemos el siguiente tipo de operaciones: compramos maíz (7 millones 261 mil toneladas) y exportamos 719 mil producidas en nuestro suelo, adquirimos trigo (4 millones 439 mil toneladas) contra un millón 449 mil que vendemos; traemos frijoles (134 mil toneladas) contra 33 mil que sacamos, e importamos 192 mil toneladas de hortalizas, aunque exportamos 4 millones 231 mil toneladas producidas en nuestro país*. ¿Qué parte de estas operaciones no entienden las clases privilegiadas, representadas por un presidente que no se cansa de presumir el lugar de exportador de alimentos que ha alcanzado México en el comercio mundial, al tiempo que hace crecer una deuda impagable por las generaciones venideras?

Lo normal sí sería que las clases no favorecidas y las francamente en la miseria no comprendan ¿por qué exportamos alimentos básicos, si por otra parte los importamos? ¿por qué su escasez en el mercado interno los encarece criminalmente? ¿Para culpar a mecanismos económicos fuera del control humano? Sin duda, las razones de la economía, que el sentido común no comprende, se hicieron justamente para sacar esta área del conocimiento de las relaciones sociales y convertirla en un lenguaje inaccesible para el común de la gente. Pero no, no es cierto, la economía neoliberal es tramposa y falsamente incomprensible.

Por lo mismo, es fundamental que se ponga al acceso de todo escolar, universitario y ciudadano letrado o sólo hablante, del español y otras lenguas, la comprensión de lo que significan, entre otras cosas de la economía, soberanía alimentaria y autosuficiencia alimentaria. Porque comprenderlas es poder llevarlas a la realidad, y esto sólo se alcanzará con un movimiento masivo y la participación de todos.

En primer lugar, debemos olvidar los discursos que desacreditan estos dos conceptos, porque sólo corresponden, en el mejor de los casos a ignorancia, pero en general a intereses creados. Lo segundo es diferenciarlos. La soberanía alimentaria implica no depender de la importación de alimentos básicos producidos en el extranjero para satisfacer las necesidades vitales de la población. Implica apostar a su producción en suelo mexicano, uniendo la productividad del trabajo campesino, las tierras y otros recursos naturales, tecnologías respetuosas del medio ambiente, transportes y sistemas de distribución, para, de este modo, ir sustituyendo, no sólo la importación de nuestra base tradicional alimenticia, sino superarla hasta exportar los excedentes y desplazar los comestibles chatarra provenientes de trasnacionales instaladas o no en México, con que hoy sacia su hambre gran parte de la población joven del país.

La autosuficiencia alimentaria, en cambio, es un concepto que, si bien incluye a la soberanía, acepta la inclusión de alimentos de importación en la dieta de una población. En otras palabras, ya no hay país que sea autosuficiente en la producción de todos los alimentos que consumen sus habitantes. La mundialización de satisfactores de consumo (no sólo de alimentos) es un factor cultural noble que nos ha acercado a todos los pueblos. Pero no debe confundirse este concepto con la globalización del mercado, porque ésta última considera que todo, absolutamente todo, es mercancía, incluso seres humanos y sus órganos internos, siempre y cuando su venta contribuya a la acumulación de dinero que, por cierto, cada vez se concentra más en las manos del uno por 10 millones (o más) de los habitantes del Planeta.

*(consultar www.fao.org/faostat/es/#data/FBS)