Opinión
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El rector de la UNAM contra el poder en 1968
E

n estos días recordamos aquel año aciago. El movimiento estudiantil mexicano de 1968 inició la ruptura del sistema priísta. En aquellos momentos no se vio así. Lo que trascendió fue la demencial respuesta autoritaria al movimiento. Desde el poder se señaló como antipatriotas a los miles que colmaron las calles exigiendo democracia.

El 23 de julio, so pretexto de controlar un enfrentamiento entre estudiantes de la preparatoria privada Isaac Ochoterena y de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), fuerzas policiacas ingresaron a la escuela del Poli y golpearon a varios alumnos. A partir de entonces hubo crecientes manifestaciones por la acción policiaca, la que en pocos días escaló en su dimensión cuando la madrugada del 30 de julio un operativo del Ejército incluyó el disparo de bazuca contra la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso.

Para justificar el accionar de los militares, el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, afirmó que la intervención de las fuerzas armadas estuvo originada por la violencia injustificada puesta en marcha por una minoría mezquina que quiere desviar el camino ascendente de la Revolución Mexicana. La respuesta del rector Javier Barros Sierra al autoritarismo del presidente Gustavo Díaz Ordaz fue inmediata. A las pocas horas del derribo de la puerta, en Ciudad Universitaria, como señal de luto, izó la Bandera Nacional a media asta y aseguró: La autonomía está amenazada gravemente. La institución manifiesta profunda pena por lo acontecido. La autonomía no es una idea abstracta, es un ejercicio responsable que debe ser respetado por todos. No cedamos a provocaciones, vengan de afuera o de adentro; entre nosotros hay muchos enmascarados que no aman ni respetan la autonomía universitaria. La universidad es lo primero, defendamos las libertades de pensamiento, reunión, expresión y la más cara, la autonomía.

Al día siguiente Javier Barros Sierra encabezó un mitin, ante miles de asistentes expresó: “Varios planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México han sido ocupados por el Ejército. Durante casi cuarenta años la autonomía de nuestra institución no se había visto tan seriamente amenazada como ahora […]. En ningún caso es admisible la intervención de agentes exteriores y, por otra parte, el cabal ejercicio de la autonomía requiere el respeto a los recintos universitarios. La educación requiere de la libertad. La libertad requiere de la educación”. Las palabras del rector debieron calar hondo en quien había ordenado el despropósito de enviar soldados a ocupar recintos universitarios.

El rector se mantuvo firme ante las agresiones. No se arredró, al contrario, marchó junto a contingentes estudiantiles el primero de agosto. Antes de salir de Ciudad Universitaria, dio un emotivo discurso, del cual reproduzco unas líneas: Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía, pero no sólo será la defensa de la autonomía la bandera nuestra en esta expresión pública; será también la demanda, la exigencia por la libertad de nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones. Será también para nosotros un motivo de satisfacción y orgullo que estudiantes y maestros del Instituto Politécnico Nacional, codo con codo, como hermanos nuestros, nos acompañen en esta manifestación. Bienvenidos. Sin ánimo de exagerar, podemos decir que se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más importantes, más entrañables para el pueblo de México. El rector eligió con lucidez y valentía estar junto a los agraviados por la barbarie del poder ­presidencial.

El 18 de septiembre fuerzas del Ejército tomaron Ciudad Universitaria. Ese día murió León Felipe, poeta republicano español exiliado en México. Tal vez debido a esto salían versos del poeta por altoparlantes colocados en la Torre I de Humanidades. El disco con la voz de León Felipe, de la colección Voz Viva de México, habría sido puesto en el tornamesa, cuenta la leyenda, por Alcira Soust Scaffo. Desde entonces Alcira pasó a ser un personaje entrañable para la comunidad universitaria, sobre todo la conformada por la Facultad de Filosofía y Letras, por cuyos pasillos deambulaba Alcira sembrando poemas.

Javier Barros Sierra reprobó sin ambages el ataque: La ocupación militar de la Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía [...]; hoy los exhorto a que asuman, dondequiera que se encuentren, la defensa moral de la universidad y a que no abandonen sus responsabilidades. La universidad debe ser reconstruida, una vez más, porque es parte esencial de la nación. Los universitarios sabremos cumplir este deber. Esperemos que los deplorables hechos que confrontamos no afecten irreparablemente la democracia en la República. El rector fue un tenaz defensor de la libertad.