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Niños delicados de salud traban ‘‘conexión mágica’’ con el arte pictórico

El artista Max Sanz crea un mural con pacientes del Instituto Nacional de Pediatría, adelanta a La Jornada

 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de agosto de 2018, p. 3

Un par de elefantes blancos, con la trompa hacia arriba, se metieron a jugar a la sala de espera del Instituto Nacional de Pediatría (INP). Los niños que esperaban consulta, se llenaron las manos de pintura y estamparon sus huellas en la piel de los plantígrados.

Así se rompió el tedio en ese espacio y se grabó en la mente de los pequeños un recuerdo, sobre todo, de esperanza, dice el pintor oaxaqueño Max Sanz (Oaxaca, 1992), autor del mural en el que participaron más de 130 pacientes.

Es una iniciativa del patronato de esa institución médica, presidido por Celia Daniel de Mizrahi, quien invitó al artista a crear una obra colectiva para desde el arte hacer patente en ese lugar la presencia de los niños.

La experiencia se efectuó el pasado lunes y fue tal la aceptación de los padres de familia que acuden al instituto para atender alguna enfermedad de sus hijos, que se impulsará la creación de talleres permanentes de pintura para niños que acuden a consulta externa.

En entrevista con La Jornada, Sanz desea que los partícipes en el mural algún día piensen en ese momento en el que contribuyeron a crear una obra de arte.

Añade que la reacción de los niños ‘‘fue muy buena; no hubo filtros, pues a todos los que estaban en ese momento en consulta externa se les invitó. Fueron libres también de elegir los colores para estampar sus manos”.

Uno de los momentos más emotivos, comparte el artista, se vivió cuando una madre pidió estampar en el lienzo los pies de su bebé, pues el pequeño tiene una enfermedad en las manos; ‘‘lo bonito fue que el pequeño lo disfrutó, de inmediato se quedó mirando la pintura, muy entretenido con todo el procedimiento, su conexión con el arte fue mágica”.

Foto
▲ Max Sanz, en la imagen superior, con un elefante creado por el artista y los niños que son atendidos en el Instituto Nacional de Pediatría. Al centro y sobre estas líneas pequeños que acudieron a consulta externa y participaron en la elaboración de esa obra. ‘‘Nunca se rindan’’, pide Sanz. ‘‘Siento profunda gratitud por ser parte de esta iniciativa’’, explica a La Jornada. Foto Cristina Rodríguez

El mural mide 3 metros por 4 y consta de 15 paneles. Luego de la intervención de los niños, Max Sanz continúa trabajando en esa creación con la finalidad de que esté lista para su inauguración el 29 de agosto.

Compromiso del pintor con la sociedad

Para Max Sanz, quien fue un niño enfermo que incluso debió dejar de ir a la escuela, resultó motivador trabajar con pequeños ‘‘que atraviesan difíciles situaciones relacionadas con su salud. Aunque no pude adentrame mucho en su vida, comprendo que a veces no pueden llenar una infancia normal, como me ocurrió.

‘‘Siento profunda gratitud por haber formado parte de este proyecto, pues fue una suma de esfuerzos; también reafirmar el compromiso que un artista debe tener con la sociedad.

‘‘A algunos niños les conté mi historia, les pedí que trataran de no deprimirse y pensaran que a veces de ese tipo de circunstancias se aprende. En mi caso, debido a mi enfermedad, de niño comencé a pintar y surgió el elefante, figura que para mí es protectora”, comparte

El pintor detalla que con los pequeños pacientes del Instituto Nacional de Pediatría aprendió que cuando alguno está ya curado de cáncer, se reúne con el personal médico en un espacio del nosocomio para tocar una campana, ‘‘es por eso que uno de los elefantes del mural estará tocando una, como otro símbolo más de buena fortuna y motivación para que los pequeños nunca se rindan”.

Azul, rojo y morado son los colores predominantes que eligieron los niños; ‘‘sólo uno pidió el negro, otros pusieron dos colores en la palma de sus manos, en una experiencia que disfrutaron también los padres”, concluye Max Sanz.