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Las alianzas, objetivos trascendentes sobre intereses partidistas
L

a concurrencia de fuerzas ideológicas distintas, en coyunturas especiales, ha sido una estrategia política en varios países y en diversas etapas de la historia mundial. Cuando el objetivo superior trasciende los intereses partidistas, las alianzas de amplio espectro han impulsado iniciativas fundacionales, demolido dictaduras o frenado embestidas del poder contra el propio andamiaje de las democracias.

Pero, sobre todo en las últimas décadas, las democracias representativas, ya no sólo parlamentarias sino también presidenciales, han visto emerger de manera creciente un importante fenómeno político: las alianzas de partidos políticos, y en ocasiones incluso los gobiernos de coalición, cuando los galvaniza y une un objetivo superior a sus identidades doctrinarias, las plataformas ideológicas y programáticas.

La pluralidad de opciones políticas, una característica esencial de la mayoría de democracias desarrolladas, no se diluye ni desaparece, sólo se hace un paréntesis para defender una causa común, una causa de cuya defensa depende mantener o restaurar la propia vigencia de la vida democrática, preservar derechos adquiridos de la población o enfrentar la amenaza de fuerzas contrarias a los derechos humanos.

Nada de qué extrañarse, como ocurre ahora mismo en México, cuando vemos coaliciones o frentes de distinto signo ideológico, sobre toda la más diversificada, Va por México, que ceden en aspectos particulares para hacer avanzar agendas de especial interés nacional y prioritaria exigencia ciudadana, como la defensa del estado de derecho, la prevalencia de la supremacía constitucional, la conservación de los equilibrios institucionales, el necesario papel fiscalizador de los órganos autónomos y el apoyo al amplio tejido de organizaciones cívicas y sociales hoy desatendidas.

En esta primera parte haremos el análisis comparativo de las experiencias internacionales y en la próxima colaboración nos concentraremos en el caso nacional, una historia de convergencias que vive un capítulo especial, definitorio, en este proceso electoral concurrente, federal y estatal.

Comenzaremos con la construcción de acuerdos y alianzas en varios países europeos, en la mayoría de casos para defender, con éxito, los derechos humanos universales, el respeto a los migrantes y el derecho de las minorías, frente a rediciones de una derecha arcaica, neofascismos trasnochados pero igualmente lesivos que la matriz original, vejatorios de la dignidad humana.

También hay los casos inversos, cuando la cerrazón ideológica, la negativa de las organizaciones democráticas a formar frentes amplios, abrió la puerta al extremo de la derecha, el fascismo.

La lección es la misma: la validez de la conjunción de fuerzas ideológicamente dispares, distantes en algunos casos, cuando hay objetivos que trascienden las fronteras partidarias y rebasan los cálculos inmediatistas de grupos y liderazgos personales.

a) Francia, aquí sólo la alianza de fuerzas democráticas, desde la derecha moderada hasta la izquierda socialdemócrata ha frenado el ascenso al poder de la derecha neofascista, representada por la familia Le Pen, primero el padre Jean Marie y luego la hija, Marine. El actual presidente Emmanuel Macron sólo pudo vencer en segunda vuelta a Marine Le Pen, por el apoyo de un abanico de fuerzas de derecha moderada, centro y progresistas.

b) España, aquí el Partido Socialista sólo ha podido contener a la derecha aglutinada en torno al Partido Popular por las alianzas que ha establecido con expresiones de centro y de izquierda, como Unidas Podemos y fuerzas regionales moderadas e independentistas.

c) En Italia, las alianzas han sido en el polo de la derecha, como la establecida hace tres años, luego con algunas variantes, entre la ultraderechista Liga Norte con el Movimiento 5 Estrellas y otras expresiones xenofóbicas y antimigrantes. Precisamente en Italia la renuencia de los partidos democráticos y progresistas a establecer una alianza para constituir un bloque hegemónico le abrió, hace cien años, en mayo de 1921, la puerta al fascismo de Benito Mussolini, como se lamentaba Antonio Gramsci, en su conocida obra, en buena parte autobiográfica, llamada Los cuadernos de la cárcel.

En el continente americano Chile es el ejemplo clásico, paradigmático, pues en ese país hermano, en 1988, sólo la alianza de fuerzas de derecha moderada, de centro y de izquierda, desde la democracia cristiana hasta los comunistas, pasando por los socialistas, pudo vencer y expulsar a la dictadura de Augusto Pinochet, un amplio frente de fuerzas que coincidieron en el referéndum del No. Ahí la necesidad de restaurar la democracia se antepuso a las diferencias ideológicas de varios partidos.

Como se aprecia en estas cuatro experiencias internacionales y como veremos en el caso de México la próxima colaboración, las alianzas amplias, algunas cubriendo el espectro de la izquierda, la derecha y el centro, han sido y seguirán siendo una estrategia útil para impulsar agendas trascendentales, que incluyen la defensa de la ingeniería constitucional y el entramado institucional, los cimientos de la civilización, así como la vigencia de la propia democracia.

*Presidente de la Fundación Colosio