Opinión
Ver día anteriorLunes 22 de abril de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Aprender a morir

Saber hablar en público

C

on todo y sus ventajas, la tecnología también debilitó al pensamiento, a la palabra, a la comunicación humana, a una elemental cortesía en el trato interpersonal, a la llevada y traída transmisión de valores (he contado a 10 en una mesa y el único que no iba uncido al celular era el mesero), a la autoridad de padres y maestros, al oficio de locutores, ministros religiosos y políticos, incluidos los candidatos que, por más que se empeñan, no entienden que saber hablar en público no es lujo de oradores arcaicos o preparación al vapor, sino compromiso ineludible de profesionales por elemental respeto a los públicos que intentan convencer.

No te vayas todavía, amable leyente (¿o falta leyenta?), que aprender a morir demanda como requisito indispensable aprender a vivir, cada día, con los ojos bien abiertos hacia uno mismo y hacia los demás, como requisito para que ese aprendizaje cotidiano tenga sentido y a la hora en que cada uno nos topemos con La Puntual, sepamos mirarla de frente, sin remilgos ni pavores, siempre y cuando evitemos ser secuestrados por familiares, médicos y cuidadoras, en esa infame terminación tan solícita como despiadada con que los seres queridos y la industria de la salud prolongan agonías por inconfesables motivos.

Mientras la muerte me llega a mí, no a otros, y para que no huya aterrado como si fuera el primer humano que se va del planeta, mi aprendizaje de vida demanda no sólo aprender de mí mismo y de otros, sino, más importante aún, desaprender, revisar con honestidad si lo que me fue impuesto en la infancia y adolescencia ha tenido buenos o adversos resultados. Recordar, cada día, que responsabilidad es también habilidad para responder, con respeto por los demás, pero sobre todo con respeto por mí mismo y mi inteligencia.

Debacle, no debate, fue la desastrosa y fallida confrontación de las y el candidato a la Presidencia de la República, sentaditos, entre un decorado de jardín de niños. ¿Que ya fue? No importa, aún quedan muchas lecciones por aprender: desde evitar unir índices y pulgares o asirse la pluma como clavo ardiendo, hasta la monotonía de voz, ausencia de ritmo y falta de espontaneidad en la expresión, sin enfatizar conceptos mediante ademanes oportunos. Neta: a ver si la próxima vez se emplean a fondo y permanecen de pie, con un formato menos tonto y cuestionamientos que muestren más respeto por el electorado.