Opinión
Ver día anteriorDomingo 15 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No Sólo de Pan...

Ni de leche

E

l director de Liconsa, empresa paraestatal descentralizada de la Secretaría federal de Desarrollo Social declaró que a los indígenas les cae mal la leche porque no tienen cultura de su consumo, carecen de agua potable, no pueden pagar los 4.5 pesos que cuesta el litro y prefieren consumir coca cola, proponiéndose corregirlo con una presentación líquida, pues la gente desconfía de la leche en polvo que este año se llevó prioritariamente a las zonas rurales en el marco de la cruzada contra el hambre (La Jornada, viernes 13-12-2013)

El funcionario llama cultura del consumo a que los niños indígenas prefieran consumir coca cola en vez de leche, lo que revela ignorancia, acaso ingenuidad, sin que por ello disminuya la responsabilidad estatal en el diseño de los programas vitales para la población a la que es su misión servir. Porque, así como para todos los ciudadanos la ignorancia de la ley no excusa su incumplimiento o transgresión, la ignorancia en el ámbito de la alimentación no exime de su responsabilidad a quienes deciden los programas alimentarios del pueblo mexicano y menos cuando han participado de un modo u otro en el desencadenamiento del drama de las carencias alimentarias y sus consecuencias en la salud del pueblo. Porque aun si los funcionarios no tuvieren tiempo para informarse suficientemente acerca de los temas propios a sus cargos, existen expertos, incluso con puntos de vista divergentes, a quienes deberían consultar antes de diseñar sus acciones.

En el tema de la nutrición, nosotros hemos señalado repetidamente en este espacio, y otros, lo que hace decenios sabe el mundo: a) que los pueblos americanos no tienen enzimas para digerir la leche de vaca que trajeron los iberos al Continente; b) que los alergólogos han descubierto una tal frecuencia de intolerancia a la lactosa entre los blancos mestizos, que las empresas del ramo venden cada vez más productos deslactosados; c) que si bien el pecho materno es recomendable al menos seis meses, la leche materna debe ser complementada con frutas y verduras lo más pronto posible; d) que el destete de los niños mexicanos debe realizarse con atoles, pues hemos constatado empíricamente que los niños mexicanos rechazan la leche en polvo y en cambio aceptan los atoles de maíz. ¿O es que a los cuantos meses ya tienen cultura del consumo? ¿Y si los niños más grandes andan en el campo descalzos y panzones abrazados de una botella de dos litros de refresco de cola, de quién es la culpa?

La culpa sólo puede ser de la lógica que mueve a los gobiernos de este país desde hace más de medio siglo: la libertad del mercado donde cualquier cosa es mercancía, sin coto a las que son dañinas para el ser humano ni defensa de las que le son indispensables, sin intención de distinguirlas ni responsabilidad para discriminar las unas en favor de otras, pues los criterios que predominan son económicos, no científicos ni éticos.

Pero ¿qué se puede esperar de personas que tienen a su cargo los asuntos alimentarios y son resistentes o sordos hacia el fenómeno de la alimentación, sobre el que muchos intentamos hacernos oír? Aunque no son los únicos, pues la mayoría de los funcionarios de gobierno, que no trataron más pueblo que empleados domésticos y de servicios, ni pisaron las banquetas, desde el kínder hasta los antros, transportados en auto del interior de su casa y de regreso, y se fueron a una universidad norteamericana o europea donde se prepararon en el neoliberalismo para ser políticos o tecnócratas, personajes de ambos sexos, analfabetos en humanidades y filosofía, forman la mayoría de una clase gobernante cuya práctica los ha colmado de indiferencia, en el mejor de los casos, y de mala fe, intereses personales y conductas inconfesables en el peor.

Generalización no descabellada si tomamos, entre otros ejemplos de ineficacia, un sistema de señalización vial y transporte público copiado de modelos extranjeros pero de manera incompleta por no comprender su lógica interna. Sin embargo, estos funcionarios son en gran parte culpa nuestra, de la clase media del 68, cuando procreamos y creamos una generación sobreprotegida de indiferentes sociales, apáticos o ambiciosos, desnacionalizados, por desgana ante la historia del país que construyeron nuestros padres y que nosotros creímos haber perfeccionado con una revolución, pero que al fin de cuentas, dejamos fuera superada por el individualismo que propiciamos en nuestros hijos o permitimos les fuera inyectado. Fue nuestro crimen perder treinta años de historia con un relevo sin consciencia ni capacidad para reunirse, con suficiente fuerza, e impedir la gran marcha hacia atrás: de los avances agrícola y alimentario sometidos por el TLCAN y de las conquistas laborales, sindicales, educativas, de salud, de comunicación y de exclusividad sobre el subsuelo de nuestro territorio abolidas por las reformas de 2013. Queda esperar que los que siguen aprendan a luchar y formarse como líderes de conciencia honestos, para recuperar la soberanía política de México que esta semana empezamos a perder.