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Su tiro libre venció a Óscar Pérez cuando los Tuzos habían tenido mejores llegadas

Nicolás Castillo, el baluarte que dio a Pumas su primer triunfo

El Pachuca, sin su estrella Keisuke Honda por lesión, no pudo hacer valer su más alta nómina comparada con la de los auriazules

Normales, los abucheos al iniciar el torneo: Palencia

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El chileno Nicolás Castillo sorprendió con un tiro que superó la barrera y dejó sin oportunidad a Óscar Conejo Pérez para hacer el único gol ayer en Ciudad UniversitariaFoto Jam Media
 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de julio de 2017, p. 2

Todo principio es una promesa. Más cuando elude malos pronósticos y mantiene la esperanza de cumplirla. Algo parecido al primer partido de Pumas en el torneo Apertura 2017, que arrancó como uno de los equipos peor armados, pues las finanzas no le permitieron concretar fichajes sonoros, tal como hizo el rival Pachuca con la publicitada contratación de la estrella japonesa Keisuke Honda.

En esas condiciones, la escuadra universitaria, una de las nóminas más bajas con valor de 25.66 millones de dólares (mdd), venció por apenas un gol sorpresivo y a balón parado al Pachuca, cuyo plantel de 42.42 mdd es uno de los más caros del país. Los extremos de las finanzas del futbol se tocaron. El valor agregado de Pumas, sin embargo, fue el delantero chileno Nicolás Castillo, quien regresó a hacer lo que sabe sin necesidad de una calculadora.

Pumas, es verdad, no tuvo enfrente al mejor Pachuca de la historia que anticipó la directiva tuza, y su estrella nipona no salió ni a la banca debido a molestias musculares y de adaptación que retrasarán cuatro semanas su debut. Honda se limitó a ver desde la tribuna a su nuevo equipo mientras lucía su impecable estilo enfundado en un traje gris.

El inicio fue como cada nuevo torneo: más entusiasmo que acciones claras. Dos equipos todavía con los cuerpos un poco tiesos por la falta de actividad. Pumas, con la intención de demostrar que vale más la garra que el valor de la nómina. Pachuca, reservado para lo que se esperaba, repitiendo ese perfil de los visitantes a Ciudad Universitaria: aguardando la oportunidad para el contragolpe.

En los tanteos sin adrenalina, Pachuca estuvo más cerca de anotar. En un descuido de la defensa universitaria –extraña sin la cabeza calva de Darío Verón– los Tuzos tomaron desprevenidos a los zagueros, Pablo López se metió hasta el área y encaró al portero, pero el disparo fue una concesión que Alfredo Saldívar pudo rechazar con las manos. El contrarremate de Robert Herrera parecía insalvable, sin embargo, el cancerbero logró meter el pie para impedir que abrieran el marcador.

Los Tuzos, sin arriesgar demasiado, y los universitarios, sin lograr hilvanar jugadas serias, dejaron decaer la emoción inicial. Pese a todo, los de Hidalgo siempre merodearon el área de los locales e hicieron sentir que en cualquier momento podían hacer daño.

Pero la sorpresa es la estrategia de los que tienen el pronóstico en contra. Media hora de juego, una falta, un tiro libre de castigo para Pumas y Castillo. El chileno, ya completamente repuesto de una lesión, enfiló al balón y disparó como trazado a lápiz por encima de la barrera. Óscar Conejo Pérez sólo pudo quedarse plantado y seguir con la mirada el primer y único gol de la tarde.

El tanto y el deseo de empatar de un equipo que hasta ese momento había tenido mejores opciones –pero que quedó desencajado por un tiro a balón parado– parecía que reavivarían el partido. Sólo una ilusión, nada subió de temperatura, pues las escuadras se guardaron, como si eligieran reservar la energía para el complemento.

Regreso voraz

Pachuca, eso sí, regresó más voraz. Pumas, en cambio, se desmoronó con el asedio permanente. Unos minutos apenas de esa segunda mitad y el empate podía olerse. Los Tuzos estaban metidos en la zona auriazul; los universitarios defendían en un desorden de empellones, patadas y rechazos que hacían pensar que el gol no caía por mero capricho del azar.

Del lado auriazul un joven dio visos de futuro: Brian Figueroa, debutante de 18 años, desbordaba impelido por su juventud y hambre de dejar contento a su entrenador, Francisco Palencia. Desbordó bien y con firmeza. Excepto cuando fue puesto a prueba por el veterano Conejo Pérez. El novato corrió desbocado rumbo a la portería, solo; en instantes fugaces tuvo que decidir entre aventurarse a un disparo de media distancia o encarar al arquero y tratar de hacer el segundo de Pumas. Figueroa titubeó y se deshizo de la pelota antes de tiempo, desperdició la oportunidad, quizás intimidado por la presencia de un viejo lobo bajo los tres palos.

Palencia se percibía nervioso. Discutía y agitaba las manos frente a su colega Diego Alonso, quien también gesticulaba. Hicieron cambios y apostaron cartas fuertes. Pachuca metió a Edson Puch, Pumas debutó como universitario al ecuatoriano Joffre Guerrón y el juego cobró nueva dinámica.

Los Tuzos no se salían del área. Pumas empezó a cobrar un poco de presencia. Cada pelota que tocaron Guerrón y Castillo daba visos de crecer. Pese a la amenaza constante del Pachuca, la ventaja universitaria se mantuvo hasta el final.

Lo hicimos mejor: Alonso

El técnico Diego Alonso declaró que no buscaría excusas, pues la derrota era legítima, pero hizo algunos matices.

Lo hicimos mejor que Pumas, dijo; pero tampoco lo hicimos bien. Podemos ser mejores, más claros. No tuvimos el nivel que solemos tener, no hay excusa: podemos y debemos jugar mejor.

Palencia, en cambio, se mostró contento, a pesar de que recibió un notorio abucheo desde las gradas cuando anunciaron su nombre en el sonido local antes del encuentro.

No esperaba otra cosa después del final del torneo anterior, es normal, admitió; la afición siempre tiene derecho a opinar. Afortunadamente la directiva confía, los jugadores también y somos un grupo muy solidario y lo que nos importa es que la gente salga contenta, como hoy. El sentimiento de la temporada pasada se revierte cuando los resultados se consiguen.