Opinión
Ver día anteriorSábado 5 de enero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un oasis ¿en el desierto?
S

ucedió en el entonces Distrito Federal hace más de tres décadas: alguien esgrimió aquella famosa frase “fuera de México todo es Cuautitlán…” y un ilustre saltillense todavía agregó: y más allá está Coahuila.

No hace mucho frecuenté Torreón, cabecera indiscutible de La Laguna y, a pesar de los problemas graves de seguridad que padeció, se me hizo notable su empeño cultural. Ahora acabo de tener el privilegio de estar en Saltillo, sede del famoso Ateneo Fuentes, de una pujante universidad y de la famosa Antonio Narro, matriarca indiscutible de los estudios agrícolas de una enorme parte del país.

Pero, además, en medio de la pulcritud que muestra un mayor respeto por la civitas, tuve el privilegio de ser acogido por el Centro Cultural Vito Alessio Robles, que viene a ser una verdadera joya, lo mismo por su actividad en favor de la historia de esa entrañable región, que por su espléndida biblioteca.

El patrimonio bibliográfico de dicha institución, que está a punto de ser veinteañera, puede despertar la envidia de la más pintada. Su pie de cría fue la biblioteca de Don Vito Alessio Robles, aquel apasionado hijo de Saltillo que acumuló una enorme colección de libros –algunos de inmenso valor– que, juntos todos, constituyen un abrevadero formidable para muchos temas, especialmente la propia región.

No de balde, a don Vito lo han definido como el padre de la historiografía del noreste mexicano tanto por su famoso libro sobre Coahuila y Texas como la retahíla de artículos que se dispersaron prácticamente por doquier.

Por fortuna, el ingeniero Alessio, que les dio muy fuertes dolores de cabeza a los revolucionarios que extraviaron el rumbo, era un coleccionista pertinaz de muchas cosas, incluyendo, por fortuna, sus propios textos. De tal manera que, cuando se adquirió su biblioteca hace un par de décadas, en ella venían prácticamente todos.

Se incluían, por supuesto, aquellos innumerables Gajos de historia que esparció por diversos periódicos mexicanos y estadunidenses.

Ahí están, para quien guste conocer de todo lo que sabía don Vito… espléndidamente preservados por una amorosa y eficientísima bibliotecaria de nombre Esperanza Dávila Sota, a quien debe rendírsele pleitesía.

Por otro lado, el director de la Casa, don Jaime Villarreal Lozano, que está ni mandado hacer para el cargo, además de sus funciones administradoras y promotoras y de realizar los mejores estudios que hay sobre la vida de Venustiano Carranza, en 2013, por cuenta e impulsado por la magnífica casa editorial que encabeza Miguel Ángel Porrúa, tuvo a bien dar a la luz tres tomos muy bien editados con las Memorias y el Diario, con un espléndido estudio introductorio.

Llama la atención que son pocos los trabajadores de la institución, en comparación con lo mucho que hacen. Una buena señal.

En suma, a las malas noticias que gustan muchos medios difundir sobre Coahuila, aunque fuera de vez en cuando no sería mala idea que hablaran del espléndido trabajo que también saben hacer sus hijos…

A la ofensiva frase respecto de Cuauti-tlán, que por cierto no tiene ninguna culpa de las dagas que le han hecho las grandes capitales, pensando en Coahuila podríamos anteponer “también en San Juan hace aire…”