POR INTERNET Y EN CASTELLANO: MAESTRIA EN ESTUDIOS DE LAS MUJERES

Olivia Contagiosa
cuento breve

Rosa Nissan

Oli anda de cama en cama, hace ligues coche a coche, lanza flechas de sensualidad por el espejo retrovisor, exuberante en carnes, en risas, en llanto, se aprieta al que baila y cierra los ojos, besa; pide lo que sea, un platillo delicioso, quiere que la lleven, la vean, la halaguen; se pone feliz si le regalan una flor, no, mejor todas las flores. No se mide. Su risa estruendosa va dejando de molestarme, me he aficionado a ella, dice sí y también un no rotundo.

Atraviesa fronteras. Le gustan las carcajadas, las pirámides. Es esponjada, terrenal, sin calzones. Se convirtió en adulta sólo porque los años también a ella se le echan encima. Siempre tiene ganas de comer, de bailar, de beber, de hacer el amor.

Oli se burla. ¡Sí cabrona, eres muy señora, pero si no se larga tu marido, en la lápida de tu tumba iba a decir: "Aquí yace una mujer decente que nunca tocó su cuerpo"!.

Mi lectura de Rayuela coincidió con la aparición de Oli en mi vida, yo, como Oliveira tengo mi Maga, libre y natural. Febrilmente subrayo mi libro deshojado, engordado de arena acapulqueña. Es la Maga en la tierra. Ella, mi Oli, no se tragó como yo, completos los diez mandamientos, la Biblia, el pentateuco y el manual de las buenas costumbres de Galván, por eso puede perderse, no en París, como la Maga, pero sí en la Zona Rosa y hacer y decir lo que le viene en gana. La Maga canta, hace el amor durante largas horas. Quizá por todo eso, no se dio cuenta que Rocamadour, su hijo, se iba, y se fue; y lo lloró y le escribió: "Mi pequeño Rocamadour, mi dientito de ajo, mi arbolito".

Con este libro mágico, y con la locura de Oli, se me empiezan a soltar la lengua, la carne, la mano, el cuerpo, las piernas, los senos, la piel.


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