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ENTREVISTA
Ryszard Kapuscinski
El enemigo es el odio, no el IslamŤ
En entrevista con la Gazeta Wyborcza el pensador
muestra por qué pronunciar palabras de odio en el actual ambiente
mundial es una convocatoria al suicidio de la humanidad
Gazeta Wyborcza: Mucho se ha hablado ya de Osama
Bin Laden, de la organización terrorista Al Qaeda, de la actual
guerra en Afganistán, pero aún no se conocen a ciencia cierta
los verdaderos motivos que originaron la tragedia del 11 de septiembre.
¿Acaso la plena libertad con que actúa la delincuencia organizada
internacional, o bien la "globalización del mundo del hampa", como
en cierta ocasión usted la definió, no será alguna
señal que indique que nos estamos enfrentando con una crisis de
Estado a nivel global?
Ryszard Kapuscinski: El Estado como organización
de la sociedad es hoy día atacado desde diferentes ángulos.
Por un lado, se encuentra bajo presión de las grandes corporaciones
y bancos que desean funcionar por encima de sus fronteras, y poco les importa
la existencia y los intereses del Estado. Dichas corporaciones, por cierto,
resultan a veces mucho más fuertes que los pequeños organismos
estatales. Por el otro, el Estado se ve debilitado desde adentro por etnonacionalismos,
regionalismos. Mi tesis fundamental, que manejo desde hace años,
es que no es posible democratizar un Estado multinacional, ya que en éste
las naciones y grupos étnicos minoritarios siempre consideran la
consigna de la democratización como consigna del separatismo y la
desunión.
Así
fue como fracasó la revolución iraní, que había
comenzado como una revolución democrática. Sus líderes
-a excepción de Jomeini- fueron los egresados de la Sorbona, personas
abiertas al mundo: abogados, humanistas, etcétera, pero ¿qué
resultó? Todos los kurdos, árabes y otros pueblos desearon
separarse de Irán en ese momento. Surgió el peligro de una
total desintegración del Estado. El macronacionalismo de los persas,
como potencia, se generó como reacción contra aquellos separatismos.
La revolución se desvió de su curso democrático para
tornarse en una matanza de kurdos y beluches.
GW: En una desintegración acabó también
la democratización de otro Estado: la perestroika en la URSS.
RK: Este es un excelente ejemplo de un Estado multinacional
que había empezado a democratizarse y que no resistió la
presión de los micronacionalismos. Estos resultaron ser más
fuertes que la potencia militar y política de Moscú. Incluso
en Europa, donde sigue prevaleciendo el Estado nacional, van cobrando fuerza
las tendencias centrífugas, se empieza a hablar en serio de una
futura Europa como una Europa de regiones. El Estado se ha encontrado en
un difícil recoveco al momento de buscar una nueva identidad. Es
de ahí de donde emana la debilidad de las elites gobernantes, que
no poseen hoy ideal alguno, ninguna visión clara acerca de un nuevo
Estado: ni cuál sería el lugar que éste ocupara, ni
qué papel habría de desempeñar.
GW: Ya han pasado a la historia los tiempos de
los líderes visionarios.
RK: Esta es precisamente una derivación de la crisis
de Estado, a nivel general. Aunque yo no percibo en eso ninguna culpa personal
de particulares o de una generación concreta de políticos.
y éste ha sido también el contexto de los acontecimientos
del 11 de septiembre. Pretender soslayar este hecho es como escapar ante
una mirada crítica y no querer entender que tuvimos que ver con
un suceso que no deja de ser una señal de advertencia contra fenómenos
complejos y dramáticos que ocurren en el mundo actual y dentro de
todas las civilizaciones, incluyendo la del Islam.
GW: Pero, concretamente hablando, ¿dentro
de la civilización del Islam existe algo específico que haga
confirmar que el golpe viniera precisamente de ese lado?
RK: No debemos olvidar con qué fenómeno
nos estamos enfrentando. El Islam representa hoy día una cifra de
mil 300 millones de adeptos. Es una religión que se distingue por
el más dinámico desarrollo en el mundo, que cuenta con profesantes
en todos los continentes, incluyendo el americano, sobre todo en Estados
Unidos, y cuya presencia en Europa se hace cada vez más notoria.
Su área de mayor influencia es por tradición el cercano Oriente,
pero también abarca gran parte de Asia central, norte y centro de
Africa, ah, y la zona del Pacífico, sobre todo en el caso de Indonesia.
De entre las grandes religiones del mundo es la única
que se desarrolla en forma activa, y mientras otras grandes religiones
atraviesan por toda clase de crisis, el Islam no. Es, al mismo tiempo,
la más joven de todas las grandes religiones, ya que apenas tiene
mil 400 años, y se encuentra en pleno florecimiento.
Posee, además, muchas características fáciles
de aceptar por masas de desprotegidos. Su esencia es la umma, es
decir, comunidad, la cual tiene compromisos contraídos con sus miembros:
prestarles ayuda, socorro, sustento. Da al hombre identidad. También
es muy significativo el hecho de que resulta sumamente fácil dominar
las reglas del Islam. Cualquiera puede volverse musulmán con sólo
anunciar que quiere convertirse en musulmán.
Inusitada puede parecer también la dinámica
con que va creciendo el número de profesantes del Islam. Cada año
los habitantes del planeta aumentan en 80 millones, de los cuales 73 millones
nacen en el Tercer Mundo; muchos se hacen musulmanes, ya que el Islam brinda
a millones de pobres el sentido de pertenencia y valor. Perciben el mundo
de la riqueza como algo que no corresponde al Islam y a través de
este contraste se produce una conjunción del factor social (pobreza)
y el religioso (Islam).
En general, el Islam es una religión pacífica,
aunque posee una característica que provoca ?al parecer? un "superávit"
fanático-emocional, cuyo producto es el terrorismo. Pues resulta
que el Islam, a pesar de ser una religión homogénea, funciona
dentro de diversos círculos culturales. Se impregna, por tanto,
de creencias, influjos e interpretaciones locales. Es cuando surgen grupos
de creyentes que aspiran a depurar el Islam de elementos extraños
y al retorno a sus orígenes, es decir, al Corán. Es algo
así como antaño los contrarreformistas en el seno de la Iglesia.
Se trata de ciertos grupos que se oponen a todo intento por liberalizar
las interpretaciones. Y no es sino en estos ámbitos donde nacen
pequeños grupúsculos que echan mano del terrorismo.
GW: ¿Por qué?
RK: Dichos grupos tienen dos objetivos fundamentales:
limpiar el Islam de enemigos internos y limpiar el mundo de infieles. El
filo del terrorismo islámico se dirige más que nada contra
otras fuerzas e instituciones islámicas. Enemigo de los terroristas
ha sido ora Mubarak, ora Sadat, ora los partidos gobernantes, ora los bancos
árabes, etcétera. El combate al terrorismo lo libran antes
que nada las propias fuerzas políticas que se remiten al Islam;
son ellas las que se sienten más amenazadas. Los procesos judiciales
en contra de los Hermanos Musulmanes, una de las organizaciones que admiten
el terror como instrumento de lucha, se llevaron a cabo ante los tribunales
militares en El Cairo, y no en La Haya. Y allí los enjuiciaban y
sentenciaban los propios musulmanes.
Para entender el fenómeno de lo que llamamos "fanatismo
islámico", hay que saber que a lo largo de los mil 400 años
de historia del Islam, han existido muchas diferentes escuelas del pensamiento
-místicas, sufiés y otras- que tenían sus propias
interpretaciones del Libro.
GW: ¿Algo así como los carismáticos
dentro del catolicismo?
RK: Más o menos. En vista de que estos movimientos
querían perdurar de alguna manera y desarrollar su estructura, tenían
que mantener su identidad en anonimato. Eso era precisamente lo que, a
su vez, mantenía unido al grupo. Nadie, absolutamente nadie fuera
del propio círculo de los participantes conocía su existencia.
Este carácter secreto sigue siendo típico hasta la fecha
de los grupos extremistas que operan dentro del Islam. Es un secreto de
vida o muerte: toda traición que se comete al revelarlo se castiga
con la decapitación. Y dado que la historia del Islam prácticamente
no conoce casos de traición, un grupo de esos resulta de hecho impenetrable.
Ningún extraño es capaz de penetrar en su organización,
incluyendo la más secreta policía islámica. Además,
la dificultad de combatir a los grupos fundamentalistas o terroristas radica
en que parecen estar fundidos con las estructuras más amplias de
la sociedad islámica y resulta de lo más difícil aislarlos
unívocamente de esta sociedad.
GW: ¿Qué tan larga es la historia
de semejantes grupos?
RK: Tiene una tradición multisecular. Comienza
allá por el siglo VIII o IX, pero no es hasta la época de
las Cruzadas que va cobrando mayor fuerza, en el momento en que surge la
llamada secta de los assasines. Es cuando llega a suscitarse gran
conflicto entre la cultura europea y los grupos que hoy llamaríamos
terroristas. Este conflicto se va alargando durante 900 años, y
cada vez que Europa intenta adentrarse en el mundo del Islam, de conquistarlo
en las Cruzadas, en la época de Napoleón o en tiempos de
la crisis de Suez en 1956, tropieza siempre con la aparición de
los movimientos terroristas-religiosos-místicos del Islam.
GW: Es decir, ¿el motivo religioso domina
sobre el político?
RK: Los dos motivos se entretejen. En el Islam no es posible
discernir entre lo sagrado y lo pagano. Hay que recordar que en el Islam
existe aún algo que se denomina "Islam político", es decir,
una corriente que aspira a que el Islam conquista el poder en el Estado
y en el mundo. Dentro del "Islam político" existe a su vez otra
corriente, que en inglés se conoce como militant Islam, que
conforman afamados islámicos, no necesariamente tienen que ser terroristas.
Estos pueden ser muy a menudo los combatientes de la guerra santa,
a los que vemos en las pantallas de televisión con su carabina al
hombro. Y es dentro de los grupos de militant Islamdonde aparecen
periódicamente organizaciones clandestinas de terroristas que se
fijan como objetivo primordial liquidar a los enemigos del Islam. Y son
ellos los que matan. Para entenderlos, cabe recordar algo muy importante,
que es la concepción que los fanáticos musulmanes tienen
del mártir.
GW: Quien, al perecer en una guerra santa
recibe una recompensa.
RK: Ni siquiera tiene que ser una guerra santa.
Basta que muera en nombre del Islam, con el nombre de Alá en los
labios. Es cuando va derecho al paraíso, sin tener que esperar,
como los demás, el Juicio Final y su veredicto, un tanto incierto.
El paraíso en el Corán es un lugar maravillosos, siempre
hay agua fresca, sombra eterna, dátiles, mujeres y la cercanía
inmediata de Alá. El sueño de toda la vida queda cumplido.
GW: El religioso tercer mundo... No cabe duda de
que en general, éste es mucho más religioso que nosotros,
el primero. La idea de la secularización es producto de la cultura
de Occidente.
RK: El tercer mundo, desde luego, son muchos mundos diferentes,
civilizaciones, religiones. Pero, en efecto, el "hombre del tercer mundo"
?si hemos de emplear este término un tanto simplificado? es mucho
más religioso que el hombre de Occidente. No necesariamente tiene
que tener un solo dios, por ejemplo en el hinduismo hay muchos dioses,
o puede no tener ningún dios, puede creer en las fuerzas de la naturaleza,
en los espíritus de la jungla, etcétera. Es un hombre internamente
religioso. Durante una conversación siempre preguntará si
crees en Dios. Más adelante, quizá ya no le interese en qué
dios crees, pero la única respuesta que se puede dar en semejantes
casos es "sí"; de lo contrario no se podrá evitar una confusión,
un malentendido, una condena.
Los musulmanes tratan toda la existencia del hombre de
manera profundamente religiosa: oración cinco veces al día,
peregrinación a La Meca, ayunos... La oración es algo absolutamente
natural. Cuando llega la hora, todo el mundo se arrodilla y se pone a rezar,
sin importar el lugar. Fue algo que me impactó cuando vivía
en Irán: la gente arregla sus asuntos cotidianos, la vida sigue
su curso, y en un momento dado alguien extiende un tapete en el suelo,
se pone de hinojos, junto a él se arrodilla otro, un tercero, un
cuarto, un quinto; empiezan a formarse hileras: cual columnas del ejército.
Y quienes lo hacen son gente común y corriente. Comienza la oración.
Esto ocurre en una calle cualquiera, en un grupo de gente reunida de manera
fortuita, que ni siquiera se conoce. Me tocó presenciar una oración
en El Cairo en una avenida principal. Un rezo colectivo es lo que da a
los musulmanes un sentido de identidad, de comunión, de unidad extraordinariamente
fuerte.
GW: ¿Y de qué manera concilian las
formas tradicionales de religiosidad con lo moderno?
RK: De buen grado aceptan los avances tecnológicos
de nuestra civilización: televisión, automóvil, teléfono
celular. Pero la adopción, y la adaptación, de las novedades
del mundo tiene sus límites. Recuerdo cómo en cierta ocasión,
en los Emiratos Arabes Unidos, vi algo insólito: una joven árabe,
de 16 o 17 años, de grácil figura, vestía un pantalón
de mezclilla bien ajustado, una blusita y... ¡con el chador
en la cabeza! La mujer musulmana tiene que llevar siempre una pañoleta,
ya que el Corán dice que el cabello constituye la fuente de estímulo,
por lo que no puede exhibir la cabellera. Costumbres religiosas que coexisten
con la modernidad, hay muchas más. La mujer no puede permanecer
a solas con el hombre, porque el Corán dice que allí donde
aparecen la mujer y el hombre en ese momento también aparece el
diablo.
Se sienten orgullosos de su religión y su cultura,
y me imagino que ahora que escuchan lo que se habla y escribe en esta parte
del mundo les ha de poner terriblemente nerviosos.
GW: En categorías de competencia con la
civilización de Occidente, ¿experimentan la sensación
de perder? Porque ven en las pantallas de sus televisores ese mundo de
opulencia, la suntuosa arquitectura moderna, automóviles, inventos
tecnológicos.
RK:
Pienso que las percepciones varían. No hay que olvidar que estamos
hablando de mil 300 millones de profesantes. Otra es la perspectiva de
un musulmán de Afganistán, otra la de Arabia Saudita, otra
más la de Nueva York. Lo más seguro es que los musulmanes
de los países pobres, aquellos que cursaron estudios universitarios
y, al mismo tiempo, sienten ser marginados en el mundo, pueden pensar y
experimentar la sensación de que les ha tocado la de perder en categorías
de civilización. Eso provoca en ellos la agresión. Pero al
propio tiempo están plenamente conscientes de tener en sus manos
una gran riqueza del mundo: el petróleo. Saben que basta con sólo
cerrarle la llave para que al instante el mundo entero detenga su marcha
y quede completamente parado. Esto es lo que les da el sentido de fuerza
e importancia.
GW: ¿Y a qué se debe que en el mundo
del Islam exista animadversión tan grande u odio abierto hacia Estados
Unidos?
RK: Creo que la animadversión a Estados Unidos
obedece a tres razones fundamentales. Primero, a causa de un simple reflejo
humano: el rico despierta animadversión. Segundo, Estados Unidos,
en el mundo actual, ha llegado a convertirse en la única superpotencia,
y las superpotencias nunca han gozado a lo largo de la historia de gran
simpatía por parte de los pueblos. Por último, esta animadversión
está motivada también por el hecho de identificar unívocamente
a Estados Unidos con Israel y su política en Medio Oriente. A esto
podríamos agregar una cuarta razón más que todo mundo
conoce...
GW: ¿Un Islam intolerante? ¿Usted
protestaría contra la opinión, que a veces se escucha por
ahí, de que el Islam en esencia es una religión de la intolerancia?
Como ejemplo se cita en este contexto la ley coránica del shariíat.
RK: No hay nada más erróneo. Ante todo debemos
entender que el Islam es religión, política, derecho, cultura.
Son cosas inseparables. En el Islam no existe el concepto: "a César
lo que es de César; a Dios lo que es de Dios". La ley constituye
una parte importante del Islam y señala cómo gobernar una
sociedad musulmana.
Efectivamente, en el shariíat también
existen ordenamientos que son aplicados sólo en caso de triunfo
de alguna fracción extremista dentro del Islam y su interpretación
inhumana, verdaderamente bárbara. Por ejemplo, en Afganistán
se ejecuta públicamente una sentencia por robo que consiste en cortar
la mano derecha y el pie izquierdo al ladrón. Esto es algo así
como marcar al hombre de por vida, sin mencionar el terrible dolor y sufrimiento.
El shariíat se aplica en esa forma en muy
contadas ocasiones: entre los talibanes afganos, en los años 80
en Sudán, también en Arabia Saudí.
GW: Sin embargo, no deja de ser una cultura terriblemente
represiva.
RK: Hay de todo. La aplicación de los mencionados
castigos es desde el punto de vista de nuestra cultura de lo más
criminal, inhumano, inaceptable. En esta cuestión, jamás
estaremos de acuerdo con los musulmanes. Nos hemos educado en otra cultura,
en otra creencia. No hay razón para idealizar el Islam, ya que posee
características inadmisibles para nosotros.
En cambio, otra cosa muy distinta es la tolerancia del
Islam frente a otras creencias. En los terrenos en los que se iba expandiendo
el Islam, regía el principio de que cada quien podía creer
en todo Dios que quisiera, con tal de que a cambio pagara un tributo. En
el momento en que los musulmanes conquistaban un territorio, preguntaban
a los autóctonos si estaban dispuestos a convertirse al Islam. Si
no, tenían que pagar una contribución y, de ahí en
adelante podían creer en todo Dios que quisieran.
GW: Palabras que matan... Tal parece que a causa
de la globalización el hombre seguirá viviendo dentro del
círculo de su propia cultura, pero al mismo tiempo habrá
de contactarse con otras civilizaciones, totalmente inadheribles a sus
experiencias, "inconcebibles". A esta división habrá de aunarse
la brecha entre pobres y ricos. Esta, a su vez, se irá ahondado
tanto en su dimensión geográfica -es decir, ciertas porciones
del planeta estarán condenadas a la miseria- como en la social.
A estos procesos, según las evidencias, les habrá de acompañar
todo conato de violencia, atentados, airadas protestas, etcétera.
Si tuviera que describirlo a través de analogías, ¿diría
que será algo así como transferir la situación israelí-palestina
a la escala global?
RK: Nuestro mundo se encuentra en una encrucijada. Hay
cierta tendencia que parece inevitable: vamos a vivir en un mundo pluricultural.
En cierto sentido, siempre hemos vivido en un mundo pluricultural, pero
sin estar conscientes de ello, ya que nunca hubo una comunicación
tan perfecta: a través de la televisión, el teléfono,
Internet. Alguien podía pasarse toda la vida en China sin saber
que existía la India. Hoy esto es imposible. Tenemos que ponernos
a reflexionar qué hacer en esta situación.
El proceso de globalización y creación de
una sociedad planetaria es irreversible. De modo que o empezamos a odiarnos,
a combatir, a aniquilar, a percibir al otro como enemigo de nuestra cultura
o religión, o bien empezamos a buscar entendimiento y mutuo conocimiento.
¡99 por ciento de los conflictos en el mundo derivan del desconocimiento
recíproco!
Pongámonos a pensar si al vivir en diferentes culturas,
civilizaciones, religiones, en realidad pretendemos buscar en otras culturas
los peores aspectos para fortalecer nuestros propios estereotipos, o si
más bien hemos de tratar de encontrar puntos de contacto.
Huntington habla en su libro de choque entre civilizaciones,
pero la verdad es que existen también otras civilizaciones que hablan
de que las culturas y civilizaciones pueden procrearse, enriquecerse mutuamente.
Es cuestión de elección, qué camino vamos a tomar,
y es totalmente decisiva para el futuro de nuestro planeta. Porque si implantamos
en nuestro pensamiento el lenguaje de los reglamentos militares, el cual
habla de un "adversario", de un "enemigo" anónimo, entonces podrá
suscitarse una espantosa catástrofe. Con la sobresaturación
de armas de todo tipo -atómicas, químicas, biológicas-
resulta muy fácil hacer volar el mundo por los aires. Ayer se atacaron
los rascacielos estadunidenses, mañana se podrá contaminar
el agua y envenenar una gran ciudad...
GW: ...y propagar las esporas de ántrax...
RK: Y esto puede provocar -y de hecho ya lo ha provocado
en parte- incalculables procesos, que nadie será capaz de controlar
y sobre los que pocos se han puesto a pensar hoy día. De manera
que si seguimos creando un ambiente de desquite y venganza, esto provocará
consecuencias que todos tendremos que lamentar. Hoy el empleo de toda palabra
hostil puede resultar fatal. Por lo tanto, cualquier persona, antes de
pronunciar palabras de odio, debería ponerse a reflexionarla cien
veces.
Somos seis mil millones de personas que vivimos en decenas
de culturas, religiones, lenguas; gente que posee miles de intereses divergentes,
propósitos, deseos, necesidades. Esta sociedad planetaria no tiene
una escala de valores ni una autoridad común. Nadie ejerce poder
alguno sobre ella. En tanto que está cargada de emociones contrarias;
el solo hecho de utilizar hoy el lenguaje del terror y el odio es simplemente
como jugar con la mecha junto a un barril de pólvora. Y los políticos
que no se han puesto a pensar en el contexto de los recientes atentados
han asumido un juego sobremanera arriesgado. Me preocupa que en una situación
como en la que se encuentra el mundo se escuchen tan pocas voces de prudencia,
de reflexión, y del sentido de tragedia. Cuán fácil
podría aprovecharse la coyuntura de la guerra y la destrucción
para hacer volar al mundo en mil pedazos, después de lo cual ya
no habrá salvación...
Traducción: Aleksander Bugajski
Ť Tomado del diario Gazeta Wyborcza
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