Leonardo García Tsao

La locura está de moda

Dada la escasez de imaginación en el cine actual no es raro que dos películas similares coincidan en la cartelera. Así, tanto Ni una palabra como Secretos ocultos tienen por personaje central a un siquiatra y comparten el mismo punto de arranque: ambos son convencidos de revisar el difícil caso de un paciente adolescente.

En la primera, un prólogo describe el minucioso robo de un banco a cargo de una banda de profesionales; todo sale bien salvo que uno de ellos se queda con el preciado botín: un diamante rojo. Diez años después, el siquiatra Nathan Conrad (Michael Douglas, cada vez más lagarto) es llamado por un colega (Oliver Platt) para revisar a Elizabeth Burrows (Brittany Murphy), una chica de comportamiento violento sumida en la catatonia. Al día siguiente, la pequeña hija del doctor es secuestrada por los criminales del inicio. No exigen un rescate, sino que el siquiatra use su habilidad para extraer un número importante de la trastornada mente de la joven.

Dirigida por Gary Fleder con ese estilo hiperdinámico que pretende ocultar las incongruencias de la trama mediante la agilidad narrativa, Ni una palabra tiene al menos el mérito de saber conjugar las diversas subtramas hasta conseguir unos eficaces momentos de suspenso prefabricado. No sucede lo mismo con Secretos ocultos, cuyo director, Tom McLoughlin, es incapaz de ensayar siquiera un estilo uniforme para contar su truculenta historia. (Por uno de esos misterios de la distribución, se ha estrenado en México antes que en su propio país, donde es probable que pase directamente al mercado del video.)

Resulta que la familia del doctor Michael Hunter (Andy García) sufre el suicidio de su hijo adolescente. Tres años después, el siquiatra vive solo, se ha retirado de la consulta y mantiene una tensa relación con su hija Shelly (Linda Cardellini), quien se ha quedado con la madre. Una colega y ex alumna (Teri Polo) le pide examine a Tommy Caffey (Vincent Kartheiser), un interno en un orfanato de jóvenes perturbados que de niño vio cómo su padre mató a golpes a su madre. El diagnóstico de Hunter será necesario para decidir si al cumplir la mayoría de edad el joven podrá salir libre.

Bajo el aspecto anodino de un telefilme, McLoughlin resuelve mal un guión cargado de tramposas revelaciones en forma de flashback, que enfatizan lo obvio -cómo Hunter ve en Tommy a un sucedáneo de su hijo muerto, por ejemplo- y descubren perversiones inspiradas quizá por talk shows como el de Jerry Springer. Si Ni una palabra es representativa de la estilosa superficialidad del thriller actual, Secretos ocultos evoca un cine añejo y obsoleto, donde la incesante música subraya cada emoción con un crescendo de cuerdas.

Ambas cintas coinciden, empero, en la reafirmación de los valores familiares en su expresión más convencional. Es la figura del padre en los dos casos quien deberá ejercer acciones heroicas -al margen de cualquier ética profesional- para salvaguardar la integridad de su familia, mientras la madre se encuentra literalmente inválida o es un personaje nulo. Ese viejo modelo patriarcal encontrará, claro, su gratificación.

Por otro lado, hay algo obviamente freudiano en la forma en que los dos siquiatras manifiestan su amor por sus respectivas hijas. Esos son los verdaderos secretos ocultos de los que no se suelta ni una palabra.

NI UNA PALABRA

(Don't say a word)

D: Gary Fleder/ G: Anthony Peckham, Patrick Sean Kelly, basado en la novela de Andrew Klavan/ F. En C: Amir M: Mokri/ M: Mark Isham/ Ed: Armen Minasian, William Steinkamp/ I: Michael Douglas, Sean Bean, Brittany Murphy, Skye McCole Bartusiak, Famke Janssen/ P: Furthur Films, Kopelson Entertainment, New Regency Pictures. EU, 2001.

SECRETOS OCULTOS

(The Unsaid)

D: Tom McLoughlin/ G: Scott Williams, Miguel Tejada-Flores, basado en un argumento de Christopher Murphy/ M: Don Davis/ I: Andy García, Vincent Kartheiser, Linda Cardellini, Teri Polo, Sam Bottoms/ P: Kandu Entertainment, Minds Eye Pictures, New Legend Media, Reynolds Entertainment. EU - Canadá, 2001.

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