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Miguel Concha
Educación en derechos
En el marco del decenio para la educación en derechos
humanos (1995-2004), proclamado por la ONU a propuesta de Costa Rica, entre
el 28 de noviembre y el 1o. de diciembre se realizó en México
la Conferencia Regional sobre Educación en Derechos Humanos en América
Latina y el Caribe, auspiciada por la UNESCO y organizada por la oficina
del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Fue
la última de las reuniones regionales, luego de las que se llevaron
a cabo en Africa, Asia y Europa, y a ella asistieron delegados de gobiernos,
representantes de organismos ciudadanos y académicos que se dedican
al tema.
Después de hacer un análisis sobre la situación
de los derechos humanos en la región, identificando las causas económicas,
políticas y sociales que propician su violación, y una evaluación
sobre el estado que guarda la educación en derechos humanos, los
participantes se integraron en cinco mesas de trabajo sobre los siguientes
aspectos fundamentales: la educación en derechos humanos en los
programas de educación básica, en los de educación
superior y en los de educación no formal, así como la educación
en derechos humanos desde el horizonte del servicio público y profesional.
Una mesa lamentablemente minoritaria se dedicó a la discriminación
y a la educación en derechos humanos entre los pueblos indígenas.
Algo que sobresalió fue la muy poca respuesta que
hasta ahora ha tenido la evaluación sobre el tema pedida por el
ACNUDH a los gobiernos de la región. Pareciera que éstos
al mismo tiempo que no alcanzan a cumplir con su obligación de garantizar
el acceso a la educación de todos sus ciudadanos, y una educación
de calidad, menos se interesan por ofrecerles una educación en derechos
humanos. Signo de ello fue en general el bajo perfil que, salvo excepciones,
se observó entre los representantes gubernamentales (algunos ombudsman
con presupuestos bajos y competencias limitadas, e incluso secretarias
de embajadas), y las reticencias que algunos ministros expresaban para
que sus gobiernos ratificaran todos los instrumentos internacionales en
derechos humanos.
En el caso de México fue notoria la ausencia del
secretario de Educación Pública, por lo menos en la sesión
inaugural. Por ello en la declaración final, aunque no se llegó
a establecer un verdadero plan de acción, y casi todo se queda en
recomendaciones y buenas intenciones, se establece entre otras cosas que
hay que concebir e impulsar el reconocimiento a la educación en
derechos humanos como un derecho en sí mismo, que debe gozar de
todas las garantías, controles, parámetros de cumplimiento
y seguimiento que tienen los demás derechos.
Vale la pena subrayar otras de las conclusiones a las
que se llegó en la mesa sobre discriminación y pueblos indígenas,
como la que enfatiza la necesidad de que los Estados cumplan con su responsabilidad
de ser generadores, protectores e implementadores de una cultura de los
derechos humanos, luego de los acontecimientos del 11 de septiembre, que
amenazan con un grave retroceso en su reconocimiento y respeto. "Preocupa
-se afirma con razón- que en el momento presente el ejercicio de
los derechos humanos se ha subordinado a políticas de seguridad
nacional, así como que se haya producido una inmovilidad en cuanto
a impulsar agendas de avance de los derechos humanos, concretamente de
las recomendaciones de la Conferencia de Durban (Sudáfrica)".
O la recomendación específica que pide revisar
los libros de texto que se utilizan en la educación formal, para
detectar y corregir cualquier contenido o expresiones que resulten racistas
o discriminatorias hacia los pueblos indígenas, afrodescendientes
y otras poblaciones o sectores que sufren discriminación social,
haciendo justicia a la historia y el papel que estas poblaciones han tenido
en ella. "Los pueblos indígenas y afrodescendientes -se dice también
con toda razón- deben intervenir en la preparación de los
textos referidos a su cultura, ya que es importante que ellos reflejen
no solamente su lengua, sino también sus ideas y su visión
del mundo". Hay igualmente recomendaciones muy importantes sobre la protección
y seguridad de las que deben gozar los educadores y activistas en derechos
humanos, así como sobre la urgencia de apoyar la labor que realizan
las organizaciones ciudadanas en el cumplimiento de esta obligación.
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