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LAS INCOGNITAS ARGENTINAS
Disipado
el humo de los gases lacrimógenos, recogidos los cuerpos de las
víctimas de la policía o de los comerciantes, comienzan ahora
los problemas y las interrogantes.
Se da por seguro que el país va a la moratoria
en el pago de la deuda exterior y , por consiguiente, al default o cesación
de pagos, junto con la devaluación del peso. Se supone además
que para calmar la situación no bastará con derogar el congelamiento
de los depósitos, asegurar el pago a los jubilados y cumplir regularmente,
sin descuentos y en efectivo, con los salarios.
El pago de los servicios de la deuda representa 58.7 por
ciento del PIB, por lo que su cese puede permitir algunas medidas que sirvan
de amortiguador social.
Pero los justicialistas (peronistas) no sólo están
divididos, sino que han votado en su momento las medidas de Domingo Cavallo
y de De la Rúa, y el propio Cavallo, antes de ser ministro del último
gobierno radical, lo fue de Carlos Menem y de la dictadura militar.
La fuerza de Cavallo residía en el sector bancario
(extranjero en su mayor parte) y en los grandes capitales industriales-financieros
que han sacado dólares por decenas de miles de millones y están
comprando acciones de empresas cotizadas en Estados Unidos para venderlas
en dólares en ese país y sacar su dinero de Argentina.
Pero en la misma situación se encuentra el consenso
justicialista.
¿Quién y cómo frenará ahora
este desangramiento de la economía nacional y reducirá ese
poder extranacional? Los partidos tradicionales y sus políticos
no tienen ningún prestigio.
El gobierno transitorio del presidente del Senado, el
justicialista Ramón Puerta, ligado a Menem y acusado de ser contrabandista,
carece por su parte de apoyo en su propio partido y entre las clases dominantes
y, por supuesto, de popularidad, y no se vislumbra quién pueda tener
la estatura suficiente para ser presidente en las condiciones en que está
Argentina, si se convocasen elecciones presidenciales próximas.
Con el Fondo Monetario Internacional en contra, apostando
a la quiebra argentina como si fuese una pequeña empresa cualquiera
y con los inversionistas --españoles, italianos, estadunidenses,
chilenos-- desesperados por no perder decenas de miles de millones de dólares
y capaces de presionar fuerte y duro, se necesita un gobierno con fuerte
respaldo popular.
Los argentinos, que han experimentado la fuerza de su
rebelión, no parecen dispuestos a repetir experiencias anteriores,
como sí quieren en cambio buena parte de los políticos justicialistas
o radicales y sus mentores en el campo financiero.
El ejército, víctima también de la
rebaja de sueldos y presupuesto y de la congelación de los depósitos,
no ha intervenido, y en sus filas, como en la Iglesia católica,
hay sectores muy impresionados por la rebelión popular y que se
oponen al mismo tiempo a la política neoliberal que ha destruido
a la Argentina y pretende hacer lo mismo con el Mercosur --sobre todo a
Brasi-- para imponer mejor el ALCA.
Esa es otra incógnita, dado que la rebelión
tuvo también un fuerte tono nacionalista y antineoliberal. Es seguro
que esta política económica ortodoxa y sus consecuencias
sociales lleven tarde o temprano a un estallido. Lo que queda por ver es
qué viene después de éste.
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