Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 15 de enero de 2002
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Política
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Luis Hernández Navarro

El retorno de la huelga

Hay una huelga en Lázaro Cárdenas. Más de 2 mil obreros colocaron las banderas rojinegras el 20 de diciembre en las plantas de las industrias mineras de Las Truchas, tomaron las calles, resistieron las agresiones policiacas y ratificaron -en contra de las acciones de los patrones- su decisión de seguir perteneciendo al Sindicato de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana (STMMRM).

Desde el surgimiento de la empresa paraestatal Sicartsa los trabajadores de Lázaro Cárdenas que integran la sección 271 protagonizaron importantes luchas. Su nivel de organización y combatividad fue un verdadero dolor de cabeza para los distintos gerentes que llegaron a administrar el consorcio, así como para el dueño y señor del sindicato nacional que los representaba, el hoy finado Napoleón Gómez Sada.

En Sicartsa funcionaban regularmente asambleas y delegados departamentales y asambleas generales. La democracia de base era una realidad. La lucha obrera se desarrollaba lo mismo en acciones directas de control sobre el proceso de trabajo que en paros y huelgas. Los dirigentes de los sucesivos movimientos fueron regularmente despedidos. Las corrientes Línea de Masas y Democracia Proletaria se disputaban la conducción del movimiento.

El sindicalismo de clase practicado por los obreros de Sicartsa no era una excepción en el sector metalmecánico. Trabajadores de compañías como Altos Hornos o Fundidora de Monterrey también lo vivieron, con muchas dificultades, desde mediados de los setenta y los ochenta. La crisis económica de 1982 y la política de reconversión industrial en el sector cambiaron drásticamente el entorno de la lucha. La mayoría de los focos del sindicalismo democrático fueron derrotados.

Sicartsa se privatizó en 1990 y más de 2 mil 600 obreros fueron despedidos. Gran parte de los mineros más integrados al sindicato, en quienes había una experiencia organizativa y de lucha, quedaron fuera de la empresa. La sección se debilitó y se impusieron comités ejecutivos cada vez más ajenos a la base de los trabajadores y más cercanos la empresa. Y las consecuencias no se hicieron esperar. En 1999 fue mutilado el Contrato Colectivo al ser modificada la tabla del bono de producción y diminuido el salario de los trabajadores.

En julio de 2001 los empresarios dieron inicio a una campaña para formar un sindicato blanco y desaparecer el Contrato Colectivo. La empresa compró a los funcionarios de la Junta Especial de Conciliación y Arbitraje y en la revisión contractual, que vencía el 31 de julio, se archivó el expediente alegando que el sindicato no contaba con representación jurídica. Cuando los trabajadores discutían si estallaban o no la huelga, la empresa, apoyada por el gobernador Víctor Tinoco Rubí, mandó a la planta a 500 granaderos para intimidar a los mineros.

El 14 de octubre los charros trataron de manipular una asamblea para hacer creer a la base trabajadora que si no abandonaba el Sindicato Nacional Minero nunca lograría aumento salarial y que se requería formar un sindicato "independiente", que en realidad es blanco. Tres días después, los trabajadores destituyeron al Comité Ejecutivo charro y acordaron convocar a elecciones.

El 23 de octubre mil 823 mineros de un total de 2 mil 600 trabajadores eligieron en asamblea un nuevo comité local, el cual no fue reconocido por Sicartsa, ATIBSA, ASSSA e IMEXSSA, encamprichadas en la formación de un sindicato espurio. Además, la empresa no dejó entrar a la planta a quienes estaban con el nuevo comité, levantó actas penales contra 12 trabajadores y despidió injustificadamente a 70 mineros más.

En diciembre los trabajadores a favor de la democracia sindical instalaron un plantón en todas y cada una de las puertas de la planta para presionar a la empresa por su reconocimiento legal, mediante el cual impidieron la entrada de materia prima a la planta, así como la salida de productos. El día 19 granaderos provenientes de Morelia atacaron a golpes y balazos a los obreros que se encontraban en plantón y los corretearon por toda la ciudad. La población lo escuchó en la radio y muchos ciudadanos de Lázaro Cárdenas salieron a la calle a apoyar a sus vecinos, los trabajadores. La situación se invirtió y fueron los policías quienes terminaron correteados.

El 20 de diciembre estalló la huelga. Los trabajadores exigen el reconocimiento de sus dirigentes, el retiro de las demandas penales en su contra, la reinstalación de los despedidos injustificadamente y que se les dé el incremento salarial correspondiente a este año, ya que desde hace más de 18 meses no reciben aumento alguno.

Un día después marcharon en Michoacán para exigir solución al conflicto y en apoyo a las demandas de la huelga. El pasado 5 de enero las autoridades laborales desconocieron nuevamente a los representantes sindicales. Tres días más tarde, el 8 de enero, por voto directo y secreto mil 956 obreros ratificaron a su dirigencia.

Hay una huelga en Lázaro Cárdenas, aunque los partidos de izquierda, que ven el mundo desde sus curules, no parezcan darse cuenta, y el secretario del Trabajo destine su tiempo a exorcizar las lecturas de Carlos Fuentes. La solidaridad crece con ella y se extiende. Si no se resuelve bien y pronto, lo que habrá será otra cosa.

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