Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 15 de enero de 2002
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Economía
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Ugo Pipitone

Para empezar

El año nuevo nos trae dos eventos sobresalientes: una crisis argentina que, como decían nuestros viejos, no se sabe cómo acabará, y una moneda europea destinada a cambiar los equilibrios financieros a escala global.

Comencemos con Argentina. Estamos aquí frente al fracaso estruendoso de una política económica a la que sólo le faltó la bendición papal para ser reconocida como un modelo mundial de estabilización de precios en un contexto de fundamentales enloquecidos. A los estrategas económicos argentinos (con Domingo Cavallo como suprema guía espiritual) se les secó el cerebro en las fronteras de la estabilización; lo que debía venir después, una estrategia de crecimiento sostenible, estaba evidentemente más allá de sus competencias. Y así, con una persistente y obsesiva paridad peso-dólar, pudieron obtenerse dos resultados prodigiosos: volver a Argentina uno de los países más caros del mundo y trabar cualquier posibilidad de un comercio exterior compatible con crecimiento de largo plazo.

Pero desde 1999 los nudos de las compatibilidades se hicieron más estrechos y el milagro argentino de los noventa se desinfló. Hasta llegar a 2001, cuando esta economía establece dos marcas latinoamericanas: crecimiento negativo de los precios y mayor retroceso regional del producto interno bruto (-4 por ciento). Lo que venga de aquí en adelante está en manos de la divina providencia o de las leyes del caos. Es evidente que, con la carga de deuda externa acumulada, Argentina necesitará una dolorosa estrategia de ajuste. Pero, es igualmente evidente que después de tres años de recesión y de costos sociales tan gigantescos, los márgenes para pedir más sacrificios a los argentinos se han hecho dramáticamente estrechos.

Y pasemos a la otra gran novedad de este inicio de año: la entrada en vigor del euro. No hay quien no vea la carga de significados, reales y potenciales, asociados al hecho que 11 países europeos compartan hoy la misma moneda. Estamos aquí frente a un momento de irreversibilidad: de ahora en adelante la Unión Europea estará obligada a acelerar el paso hacia su integración política. Difícilmente será sostenible en el largo plazo una moneda europea sin gobierno europeo.

Y justo en ese momento de gran entusiasmo colectivo por el logro de la meta de la moneda única, el ministro italiano de Relaciones Exteriores dimite de su cargo, criticando la tibieza del gobierno de Berlusconi frente a este acontecimiento. He aquí un episodio que ilustra inmejorablemente la clase de dificultades que la construcción europea deberá enfrentar en los próximos años.

El gobierno de Berlusconi parece más interesado en conservar una estrecha alianza estratégica con Estados Unidos que en ser parte activa de la construcción europea. Poco de qué estar alegres frente a un Berlusconi que ve en Washington la estrella polar; a un líder paraseparatista Umberto Bossi, esa especie de Savonarola de los bodegueros, que polemiza con la "burocracia de Bruxelas", y a un Fini (viceprimer ministro) que ve a Europa más como alianza de naciones soberanas que como una democracia posnacional.

Por décadas, los gobiernos italianos estuvieron entre los más activos en el proceso de la construcción europea; parecería hoy que esta larga tradición está a punto de concluir. Y así, para confirmar la naturaleza de los nuevos tiempos, la opción política de los italianos a favor de Berlusconi comienza a revelarse un grave problema europeo.

Una última observación. Hay algo de la experiencia argentina que debería preocupar a Duisenberg, presidente del Banco Central Europeo: si la inflación se vuelve objetivo exclusivo de la política monetaria, la estabilidad de los precios podría convertirse en una coartada por la ausencia de crecimiento. Y no sería fácil imaginar un euro fuerte en condiciones de bajo crecimiento europeo. Así que después de la moneda única, Europa se debe a sí misma lo que sigue: una estrategia de crecimiento. De la cual, sin embargo, aún no se ven los signos.

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