GRAN DESORDEN BAJO EL CIELO
La
ilusión de que después de la caída del Muro de Berlín
el mundo se enfilaría hacia un nuevo orden y alcanzaría la
paz se ha desvanecido. El final de la guerra fría no ha representado
ni el fin de las guerras ni la armonía entre naciones.
La situación vivida después del 11 de septiembre
muestra que esta tendencia se ha intensificado. En un mundo crecientemente
unipolar, tal parece que la nueva "guerra contra el terrorismo", impulsada
por el gobierno de Estados Unidos, ha profundizado el desorden y la inseguridad
planetaria.
Por primera vez en la historia de las crisis, coinciden,
desde hace mucho tiempo, las recesiones en Estados Unidos, Japón
y Europa, y la recesión mundial -que abarca todos los continentes-
no encuentra dónde hacer pie para iniciar una recuperación.
Es más, las imposiciones estadunidenses a Japón -un yen sobrevaluado
para reducir el flujo de las mercancías japonesas de exportación
a Estados Unidos- deprimen aún más a ese gran centro de la
economía mundial que, según Financial Times, va rápidamente
por el camino argentino.
La crisis económica generalizada marcha además
del brazo de una crisis política y social. La economía de
guerra estadunidense obliga a la guerra pura y simple. Eso rompe todo el
orden mundial, con resultados caóticos, pues Estados Unidos por
sí solo no puede imponer las reglas a nivel planetario. Sus decisiones
unilaterales son así rechazadas por la ONU y por sus aliados europeos,
criticadas firmemente por el siempre conciliador Vladimir Putin (que ve
con temor la presencia de tropas estadunidenses de elite en Georgia, en
el Cáucaso petrolero), y resistidas por China.
Mientras Washington no puede ni siquiera asegurar la paz
en Afganistán, donde se combaten facciones rivales en el poder y
subsisten los restos de Al Qaeda, está ahora encarando la eventualidad
de una guerra contra Irak (y posiblemente contra Irán) que le enemista
hasta con sus seguidores más conservadores en el mundo árabe.
Su cruzada antiárabe y antislámica, y el apoyo sin límites
ni tapujos a la política colonialista y belicista de Ariel Sharon
en Palestina son otro factor de irritación incluso en el mundo de
los jeques y de los emires petroleros, aliados naturales de la familia
Bush.
Y la otra cruzada, en América Latina, con medios
militares y de inteligencia en Colombia, con presiones golpistas en Venezuela
y con terrorismo económico para hundir a Argentina y al Mercosur
y alentar un posible golpe militar en Buenos Aires, también concentran
los odios contra el candidato a gran gendarme mundial y lo aíslan
políticamente.
La actual combinación entre la crisis social, la
económica y la política es verdaderamente explosiva, particularmente
cuando el poder hegemónico carece de legitimidad a causa de las
dudosas elecciones presidenciales últimas y de la corrupción
generalizada del poder imperial que demostró el caso Enron. ¿Dios
ciega verdaderamente al que quiere perder, como dice el proverbio, o el
drama de la humanidad es que está ante tareas gigantescas -aunque
posibles, como acabar con la pobreza, el hambre, las enfermedades sociales,
la opresión racista- pero el equipo que determina la política
mundial carece de voluntad para enfrentarlas? ¿No será sabio
tomar distancia de los aprendices de brujo que nos arrastran al abismo?