Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 15 de marzo de 2002
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Política
Fernando del Paso

Religión y educación/ I

El ángel Gabriel le anunció a María, en Nazaret, que, sin que fuera conocida por varón, esto es, sin perder su virginidad, concebiría, por obra y gracia del Espíritu Santo, a un niño cuyo nombre sería Jesús, Hijo del Altísimo. Cuando Mahoma, el fundador del Islam, tenía tres años de edad, el mismo ángel Gabriel lo recostó en la tierra, abrió su pecho sin causarle dolor, sacó su corazón, lo limpió del pecado original, lo llenó de fe, conocimiento y luz, volvió a colocarlo en su seno, y la piel quedó lisa e intocada. Saturno mutiló con una guadaña de diamantes a su padre, de cuya herida brotó la sangre que fecundó la blanca espuma del mar de la que nació Venus, diosa del amor. Coatlicue, la deidad de las enaguas de serpientes, encontró un día un ovillo de plumas que guardó en su ceñidor y quedó entonces encinta de Huitzilopochtli sin el concurso de varón. Buda fue también concebido por una madre virgen, tras haber ésta soñado que el futuro Gautama entraba a su seno bajo la forma de un elefante blanco y, cuando nació, las aguas del mar perdieron su sabor salobre. Acrisio encerró a su hija Dánae en una torre, para alejarla del amor, pero Júpiter, el dios más poderoso del Olimpo, se transformó en lluvia de oro para fecundarla y engendrar a Perseo. Odín, dios del cielo, de la poesía, las artes mágicas, el trabajo y las fuerzas de la naturaleza tenía como único ojo al sol, por haber sacrificado el otro para obtener un sorbo del agua de la fuente de la Sabiduría. Jesús resucitó a Lázaro y al hijo de la viuda de Naín. Mahoma, montado en la yegua mágica Al-Borak, visitó en vida todos los cielos, en los que se reunió con su padre Adán, con Azrael, el ángel de la muerte, y por último con el patriarca Abraham en el séptimo de los cielos, donde cada habitante tenía 70 mil cabezas: en cada cabeza 70 mil bocas; en cada boca 70 mil lenguas que hablaban, cada una, 70 mil idiomas diferentes, todos ellos dedicados a cantar, sin tregua, desde siempre y para la eternidad, la gloria del Altísimo. Quetzalcóatl viajó al inframundo para reclamarle a Mictlantecuhtli los huesos de los muertos y Orfeo descendió a los infiernos para rescatar a Eurídice. Brahma, nacido de un huevo de oro que flotaba sobre las aguas primordiales, se dedicó a la meditación durante varios miles de años, sentado en una flor de loto, antes de iniciar la creación del mundo. Jesús multiplicó en la montaña los panes y los peces. Mahoma alimentó a un millar de hombres con un cordero asado y un pan de cebada, y con las chispas de las rocas que golpeó con un martillo de hierro, iluminó el palacio imperial de Constantinopla, la residencia real de Persia y todo el reino del Yemen, conocido también como la Arabia Feliz.

Lo más bello del hombre -decía el poeta Paul Eluard-, es más bello que el hombre. Más bella, sí, que el ser humano y su miseria física y espiritual, ha sido su prodigiosa capacidad para crear cosmogonías, leyendas, mitos, dioses y demonios, paraísos e infiernos que no son sino el espejo de los mecanismos de un alma que se debate entre los contrarios: la vida y la muerte, el todo y el nada, el odio y el amor, el día y la noche, el instante y la eternidad. Y toda esta creación, con los siglos, ha adquirido las dimensiones de un universo propio: el de una imaginación colectiva portentosa, cuyo conocimiento debería formar parte de la educación de todo ser humano.

feria_libro_jmfLa polémica sobre la educación religiosa es, en nuestro país, incipiente y antigua a la vez. No hace mucho tiempo que manifesté, en una carta publicada en este mismo diario, La Jornada, mi opinión al respecto. Rescato hoy el tema, a propósito de las recientes declaraciones del cardenal Norberto Rivera, quien, al hablar de la educación laica, expresó que ésta provoca que los valores pierdan consistencia y se relativicen, y que a causa de ello desaparezca "la visión unitaria del hombre". Estoy, en parte, de acuerdo con el señor Rivera, y es por eso que, en mi opinión ?reitero: ya expresada?, es necesario enseñar, sí, desde la primaria y hasta la secundaria, la historia de las religiones y del pensamiento religioso a través de la historia. En este siglo, en este milenio, en este mundo donde todo ?para bien y para mal? se globaliza a la velocidad de la luz y a la velocidad de la sombra, pocas cosas podrán proporcionarnos una visión unitaria del hombre de todas las edades y todas las razas, nacionalidades, religiones y lenguas, que un estudio como el que propongo, el cual, desde luego, no contradice en lo más mínimo el concepto de una educación laica.

Retomo el tema, decía, y me propongo esbozarlo a continuación. Se trata sólo de un esquema, sencillo pero muy ambicioso, que, confieso, creo que está más cerca de la Utopía que de la realidad. Al escribir este texto, sentí que araba en el mar. Al leerlo en voz alta, que predico en el desierto. Pero asumí esta tarea con júbilo, como un compromiso moral.

Si vamos a preparar a los alumnos en estos temas, tendremos que preparar primero a los maestros y elaborar libros de texto consecuentes que podrían ser seleccionados mediante concursos. La relación de las principales maravillas y milagros atribuidos a las diversas deidades y sus profetas tendrían que figurar en los primeros años, narrados como si fueran cuentos de hadas, narraciones fantásticas ?que al cabo eso son?, de modo que no haya ningún niño que no haya oído hablar de cómo las murallas de Jericó se derrumbaron al son de las trompetas, cómo Prometeo se robó del Olimpo el fuego sagrado para dárselo a los hombres, cómo Viracocha, hijo del sol y hermano de Mancocapac, se apareció a los incas en forma de fantasma para anunciar la llegada de los conquistadores y cómo, en fin, Tezcatlipoca, el dios invisible sembrador de discordias, nunca se cansaba de viajar entre el cielo, la tierra y el infierno.

Ante la imposibilidad de estudiar la historia de todas las creencias, se debe elegir, para el programa, las principales religiones y mitologías. Yo propondría, entre estas últimas, la egipcia y la griega, la hindú, la escandinava, y de nuestro continente la náhuatl, la maya, la huichola tal vez, y la inca. Y entre las primeras, el hinduismo procedente del brahmanismo, el sikhismo, el budismo y el lamaísmo, el confucianismo y las tres grandes religiones monoteístas: el cristianismo, el ju-daísmo y el islamismo, con sus numerosas ramificaciones. Y en particular sus orígenes en gran parte comunes, y sus vínculos. Como sabemos, el Antiguo Testamento, en el que prevalece un Jehová irascible, colérico y vengativo, está compartido por judíos y cristianos. En parte, también, por el Islam, cuya teología y ciertas de sus tradiciones se basan en el Pentateuco, o sea, en los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio, atribuidos a Moisés. Por lo mismo, los mahometanos ?además de observar el rito de la circuncisión cuando los varones cumplen cinco o seis años? comparten con los judíos la prohibición de comer animales considerados como inmundos, el puerco en particular, así como la forma de sacrificarlos, normas todas estipuladas en el Levítico.

Son éstos los libros sagrados de las diversas religiones, los que más útiles nos serán para iniciarnos en su conocimiento, así sea somero, acercándose a ellos en una primera etapa como libros de cuentos, para hacerlo más tarde, en una etapa superior, objeto de análisis comparativos. Entre estos libros podríamos mencionar: los Himnos Védicos y el Upanishad hindúes; el Dhammapada budista; el Zend Avesta persa, el Popol-Vuh quiché. Quizás un vistazo al Zohar como una de las expresiones de la cábala o sistema teosófico judío medieval, y a los libros sobre teosofía y espiritismo de madame Blavastky y Allan Kardec, la Guía de los perplejos del gran teólogo judío Maimónides, y el Talmud de los hebreos, código fundamental del derecho judío. Y desde luego, el Corán y la Biblia. No tendrán los alumnos, por supuesto, que leer estos voluminosos escritos. Bastará, las más de las veces, señalar algunos hechos notables. Por ejemplo, que el Corán, además de Moisés, y de Adán y Eva, comparte con judíos y cristianos otros profetas y varios ángeles, entre ellos el ya mencionado Gabriel; que en el texto árabe se niega que Jesús ?llamado Isa? haya sido hijo de Dios, pero se le reverencia también como el profeta más grande después de Mahoma y, cosa extraordinaria, se dice que su madre, María o Maryem, lo concibió, virgen, cuando el ángel Gabriel sopló en su seno. Los mahometanos comparten también, con los católicos, el perdón de los pecados, salvo el de idolatría. La Biblia es, por otra parte, uno de los libros, o conjuntos de libros, más maravillosos que se han escrito en todos los tiempos. Me duele pensar que los jóvenes crezcan en la ignorancia de, por ejemplo, los Salmos de David, o el Cantar de los Cantares de Salomón, el Eclesiastés o el Apocalipsis. Sería recomendable, pienso, una comparación del contenido de la Biblia protestante y la católica: una, la de Casiodoro de Reina, la otra, la de Nácar y Colunga. Y una referencia a los Evangelios Apócrifos ?así llamados porque la Iglesia los considera falsos: entre ellos el Protoevangelio de Santiago, el Evangelio Armenio de la Infancia y la Historia Copta de José el Carpintero?, que después de todo son los que contienen, como lo señala el ensayista español Juan G. Atienza en su libro Nuestra Señora de Lucifer, algunas de las leyendas cristianas vigentes más importantes, que nunca figuraron en los textos aprobados por la Iglesia católica, en particular en los Cuatro Evangelios o Tetramorphos, tales como los nombres nunca mencionados en la Biblia católica de los reyes magos Melchor, Gaspar y Baltasar; así como la historia de Longinos, el que atravesó con su lanza el costado de Jesús; la de la Verónica, que le enjugó el sudor y la sangre a Jesús camino del Gólgotha con un lienzo en el que quedó impreso el rostro del Salvador; los nombres de Dimas y Gestas, la presentación de María en el templo o el nacimiento de Jesús entre un buey y un asno. De particular interés, en mi opinión, sería un resumen del libro de Los Evangelios del teólogo y filósofo alemán David Federico Strauss. Temas de reflexión podrían ser por qué, si los reyes magos representaban las tres partes que se pensaba tenía el mundo: Europa, Africa y Asia, faltó el rey de otro continente cuya existencia sí era conocida por los cielos, América, y por qué en ésta se hallaron ?esto se lo preguntaba asombrado el cronista de Indias, padre Acosta? animales como la llama, la nutria o el tepezcuintle, que nunca habían tenido oportunidad de subirse al Arca de Noé.

De una antología de fragmentos de estos libros, de la cuidadosa y sabia condensación de su meollo, y de la enseñanza de las principales características de las grandes religiones, de la bondad y el amor en ellas manifiestos, de su creencia o no en la vida eterna o en una integración panteísta del alma al universo, de su afirmación en la transmutación o la encarnación de las almas, de su tolerancia o intolerancia hacia otras religiones, de su ecumenismo y de la forma en la cual sus teorías y sus prédicas se han aplicado en la vida cotidiana a lo largo de la historia, de sus triunfos y sus fracasos, sus aciertos y sus errores, de su puritanismo o su apertura, su moderación o su fanatismo, podremos obtener un más que interesante, maravilloso panorama del pensamiento religioso del hombre sobre la tierra. Lo que equivale a decir un panorama de una parte ?la más importante, quizá, las más resplandeciente? de su imaginación.

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