Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 9 de abril de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  

Economía

Ugo Pipitone

El libro de Gao Xingjian

En El libro de un hombre solo, Gao Xingjian (Nobel de Literatura 2000) narra su vida en China antes de 1987, cuando abandonó el país para exiliarse en Francia. Un libro notable, si se permite la opinión de un lector que no se dedica a la crítica literaria. Gao Xingjian no es un ideólogo portador de alguna verdad eterna ni un político. Estamos frente a un intelectual que intentaba serlo en un país que no se lo podía permitir sin romper el unanimismo virtuoso construido alrededor del líder. ƑGran timonel o comandante en jefe (quien "nunca miente", según reciente aporte del folclorismo tropical revolucionario)? Inevitable que las historias se mezclen en la cabeza del lector latinoamericano.

ƑDe cuáles elementos está constituida la realidad china descrita por Gao? Intentemos una síntesis: el Partido Comunista como encarnación indiscutible de virtud y verdad; el temor de hablar libremente incluso en familia o entre amigos; la delación como instrumento de vigilancia mutua entre individuos (hablar de "ciudadanos" sería aquí francamente excesivo); la paranoia de la conspiración exterior que convierte al disconforme en un potencial agente del enemigo; la reducación ideológica por el trabajo manual. Para no mencionar torturas, ejecuciones sumarias y sesiones de autocrítica en las que el poder se asignaba en China la facultad de sondear incluso las dudas íntimas de los individuos. Consecuencia inevitable: cada persona (para defender su trabajo o su vida) forzada a usar una máscara que permitía disolverse en una masa virtuosamente indiferenciada. ƑCómo asombrarse que frente a esa avalancha social y política de hipocresía, en su otra novela (La montaña del alma), Gao Xingjian declarara que "nosotros" era el pronombre que más difícil le resultaba pronunciar?

Al comienzo, es posible que uno se ponga la máscara sólo cuando sale de casa; pero, poco a poco, la máscara se adhiere al rostro y uno comienza a temer los propios pensamientos, a vivirlos con desconfianza; a convertirse, a los propios ojos, en sospechoso de algún crimen inconfesable y a usar, compensatoriamente, una máscara de virtud revolucionaria. O sea, el sentido de culpa como principio de orden social. ƑEra éste el comunismo en que pensaban Marx, Rosa o Gramsci?

Hay aquí una paradoja: bajo la guía del líder carismático (Mao, Fidel o lo que sea), la sociedad parece alcanzar un máximo de unidad y, sin embargo, es exactamente al revés. La unidad política de la sociedad esconde temores y silencios que la desmembran en la realidad cotidiana; un tejido en gran parte oculto de actos de recíproca desconfianza, de oportunismo y simulación. Lo que nos recuerda lo obvio: no puede haber unidad ahí donde la ausencia de conflicto abierto impide procesar las diferencias.

Si pasamos a la actualidad china, no asombra que uno de los problemas más graves para el futuro del país sea la corrupción. La realidad expulsada por la virtud coactiva se reafirma tercamente en los pliegues de la vida cotidiana. Ahí está la mayor derrota de los últimos cuatro años de Zhu Rongji como primer ministro chino: la corrupción sigue al orden del día.

El libro de Gao merece ser leído en estas partes del mundo, donde persisten sectores arcaicos de izquierda política que no parecen escandalizarse frente a escenarios de partido único al estilo cubano. Ahora, puede entenderse que en Cuba gran parte de la sociedad esté obligada a mentirse (o silenciarse) a sí misma para no molestar intolerantes verdades oficiales. Es menos comprensible (y más preocupante) que, fuera de la isla, una izquierda latinoamericana que se dice democrática vea en Fidel a uno de sus máximos símbolos. Y el corolario inevitable es que desde hace años esa misma izquierda pasa de una derrota electoral a otra. Evidentemente, hay ocasiones en que las sociedades son más sabias que sus pretendidas vanguardias. Pero el costo es altísimo: en el lugar de las reformas necesarias tenemos actos ideológicos de fe que ocupan todo el espacio y lo congelan en una virtud (electoralmente) incomprendida y, francamente, incomprensible.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año