Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 24 de abril de 2002
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Política

ASTILLERO

Julio Hernández López

EL MARTES DE la famosa llamada telefónica internacional grabada, el presidente Vicente Fox y media docena de funcionarios mexicanos cenaban en Los Pinos con Kofi Annan, el secretario general de Naciones Unidas. Dos veces el anfitrión hubo de dejar la mesa y salir a hablar en privado con su canciller, Jorge G. Castañeda, luego que éste había llegado, con gran irritación y preocupación, a notificarle al mandatario que Fidel Castro acababa de anunciar su propósito de venir a la cumbre de Monterrey. La fuente de la casa presidencial que narró a esta columna los pormenores de ese episodio describió al titular de Relaciones Exteriores como un hombre nerviosísimo, que entraba y salía del salón donde se servía la cena, y que leía una y otra vez la carta personal enviada por Castro a Fox.

PASADAS LAS 10 de la noche, cuando Annan dejó aquella reunión gastronómica en la que el punto real de atención no había sido él, sino la molesta misiva del presidente del Consejo de Estado de Cuba, Castañeda precisó al jefe del Ejecutivo los términos exactos de lo que se debería hacer. Dado que a él, el canciller, no le tomaban las llamadas en La Habana, debería ser el propio Presidente quien hiciera contacto con el cubano. Fijó, además, los puntos básicos que deberían ser planteados a Castro: en primer lugar, acotar su estancia (alegando problemas logísticos y de seguridad) y evitar que coincidiera físicamente con George W. Bush en Monterrey, y, en segundo término, conseguir que no hiciera declaraciones sobre las relaciones México-Cuba o sobre Estados Unidos y su presidente. Del lugar donde se había servido la cena pasaron a una nueva oficina del presidente Fox. Allí, Castañeda marcó personalmente a La Habana y pasó el auricular al guanajuatense. Cuando por fin se entabló la comunicación de presidente a presidente, Castañeda hacía señas y mímica para ayudar a Fox a seguir el libreto diseñado por su canciller. La fuente que habló para Astillero afirma que en el curso de la grabación telefónica es posible percibir las pausas de Fox en las que, según ese relato, el canciller le estaría diciendo al Presidente qué decirle al isleño. A una pregunta específica, dicha fuente consideró que Fox actuó sobre un escenario único que le fue presentado por el canciller, sin opciones ni alternativas. El Presidente hizo exactamente lo que le dijo Castañeda, sin siquiera confirmar si efectivamente hubo una amenaza de Bush de no asistir a Monterrey si corría el riesgo de coincidir con Castro, afirmó la instancia consultada.

ASI, POR segunda ocasión, el Presidente de México debió correr riesgos a causa de un canciller que había perdido capacidad de interlocución y que ha estado defendiendo una agenda personal que busca afianzar sus posibilidades de ser candidato presidencial en 2006 gracias al apoyo de Estados Unidos. Primero sucedió ante el Senado, que le prohibió viajar a Estados Unidos y Canadá en represalia por los desplantes y agravios cometidos en general por el Presidente, pero en especial por su canciller. Luego sería en el gravísimo episodio relacionado con Cuba. En la política tradicional, los subordinados solían ser sacrificados para salvar políticamente a su real o supuesto jefe; en la política foxista, el Presidente debe dar la cara, hacer llamadas peligrosas y exponerse a todo con tal de proteger la figura y los intereses de su secretario de Relaciones Exteriores.

EN ESAS condiciones precarias, el gobierno foxista quemó inútilmente el cartucho del llamado patriotero a la unidad nacional que en su mensaje de respuesta a Castro fue hecho por el vocero Elizondo. El foxismo pretende que los mexicanos cierren filas en su derredor, cuando ese gobierno se ha dedicado aplicadamente a crear divisiones y confrontaciones con cuanto le es posible. Tal vez una de las causas de que esa convocatoria fuese olímpicamente desatendida es que fue pronunciada en español y no en inglés, lo que le restó autenticidad. Hasta Roberto Madrazo, quien tanto le debe al foxismo, rechazó el tal llamado a la unidad y censuró que el Presidente no hable con verdad.

EN MONTEVIDEO, mientras tanto, el gobierno de Jorge Batlle decidió romper relaciones con Cuba, que había usado gruesos calificativos contra quien patrocinó en esta ocasión la propuesta que fue aprobada en Ginebra la semana pasada. "Judas", le habían dicho al gobierno uruguayo, y también al mexicano, al que ayer, en la famosa Mesa Redonda Informativa de la radio cubana, Castro le siguió tundiendo, acusándolo de ignorancia política, de ser dependiente de su canciller y de tener mentalidad de hombre de empresa. Eso sí, conciliador, Castro reconoció que Fox es un hombre decente y honesto, aunque inepto. A pesar de todo, el gobierno mexicano ha decidido sostener las relaciones diplomáticas con Cuba en un escenario para el que resulta ideal el congelado embajador Ricardo Pascoe. Si de lo que se trata es de sumirlas en la peor intrascendencia, nada mejor que conservar a Pascoe como representante, pues ha perdido la confianza del gobierno que le paga y del gobierno ante el que está designado.

NO TODO, desde luego, se refiere a Cuba. Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ejemplo, suspendieron ayer una sesión en la que deberían resolver sobre la controversia constitucional presentada por el Congreso federal contra el Presidente de la República a causa de las reformas en materia eléctrica autorizadas por éste. Con visos de acabar en un empate (cuatro votos iban a favor, tres en contra, y el pleno se pospuso cuando hablaba el octavo sufragante), la resolución fue transferida para el próximo jueves, cuando se dirá si Fox violó o no la Constitución. Y en Nueva York, a donde fue a dar una conferencia, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, desmintió las alegrías de Francisco Gil, el secretario de Hacienda. No hubo crecimiento, sino contracción en el primer trimestre del año, dijo Ortiz, poniendo a sudar a Gil. Y en Argentina, los secretarios del gabinete de Eduardo Duhalde ponen sus renuncias a disposición del enredado presidente, luego que había dimitido el ministro de Economía. Y en Francia se forma un gran frente contra el ascenso electoral del ultraderechista Le Pen. Y, por hoy, el espacio se ha terminado, así es que nos encontraremos mañana de nuevo aquí, mientras Wilfrido Robledo comienza a cursar los cinco años de inhabilitación para ser funcionario público que le impuso la Contraloría de Francisco Barrio, en un proceso al que falta el desenlace penal

Fax: 55 45 04 73 [email protected]

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