Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 24 de abril de 2002
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Editorial
 
EL CINISMO DE SHARON

SOLCon los principales asentamientos palestinos arrasados, humeantes y sembrados aún de cadáveres por la acción del ejército ocupante, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, aseguró que la masacre perpetrada por los soldados de su país "ha planteado la oportunidad de encauzar el proceso de paz por una vía ética diferente, libre de la amenaza del terrorismo", y reiteró su propuesta de convocar a una "conferencia de paz" organizada por Estados Unidos para resolver el añejo y cruento conflicto en los términos que interesan a Tel Aviv: el cese de las hostilidades, la concertación de un acuerdo intermedio similar a un armisticio y un acuerdo final permanente "en que se establezcan las fronteras definitivas de Israel y los palestinos".

El presunto criminal de guerra en Sabra y Chatila no dijo una palabra, por supuesto, del clamor mundial que demanda el retiro inmediato de los territorios palestinos reocupados; el fin del secuestro domiciliario en que las tropas de Israel mantienen al presidente palestino, Yasser Arafat; la conclusión del cerco a la iglesia de La Natividad, en Belén; la realización inmediata de una investigación internacional sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por israelíes en poblaciones palestinas, y el despliegue de una fuerza multinacional que evite que Israel perpetre un nuevo genocidio en Cisjordania y Gaza.

Desde esa perspectiva, la solución "de paz" imaginada por el gobernante israelí constituiría, en todo caso, la formalización y reconocimiento, por parte de la comunidad internacional, de las atrocidades de Tel Aviv, la imposición a los palestinos de un estatuto de pueblo vencido y una garantía de impunidad perpetua para los responsables políticos y militares de las matanzas de civiles en Jenin, Ramallah y otras localidades atacadas por el militarismo de Sharon y de su coalición de gobierno.

Cabe preguntarse, por último, con qué base moral podría Washington organizar una conferencia para resolver una guerra desigual en la que uno de los bandos, sostenido y armado con los productos más modernos y mortíferos de la industria bélica estadunidense, ha enfrentado y arrasado a una población desesperada, aterrorizada e inerme, con el pretexto de la caza de terroristas.

La semana pasada el secretario de Estado estadunidense, Colin Powell, fue testigo del vandalismo de los ocupantes israelíes en Ramallah; cuando salió de allí, Powell, sin inmutarse ni apiadarse por la destrucción de vidas y bienes, deseó simplemente que la ocupación terminara pronto y, en una expresión de humor macabro, instó al mandatario palestino, incomunicado, privado de electricidad y agua, y prisionero en su propia oficina, a que pusiera fin a los atentados terroristas.

Con esos antecedentes en mente, la propuesta de Sharon no parece una sincera expresión de paz, sino una nueva burla a la comunidad internacional, a los derechos humanos y a la ética.
 

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