Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 24 de abril de 2002
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Mundo

Sergio Rodríguez Lascano

Francia: la serpiente salió del huevo

Las pasadas elecciones de Francia tienen cinco elementos fudamentales a destacar:

a) El incremento del abstencionismo nos habla de una dinámica mundial que refleja el cansancio de los ciudadanos de la política tradicional y, en particular de los partidos. Dieciséis candidatos a la presidencia, que representaban todos los colores del espectro político de ese país, fueron incapaces, con diversos niveles de responsabilidad, de atraer la atención ciudadana. Una de las cunas de la democracia representativa revela hoy el cansancio de una población harta de votar por partidos tradicionales que se distinguen muy poco una vez que llegan al gobierno.

b) El desfondamiento del Partido Socialista Francés -Jospin consiguió únicamente 16.18 por ciento de los sufragios- refleja la crisis de una forma de organización histórica de los trabajadores franceses. La socialdemocracia mundial atraviesa una crisis histórica paralela a la del Estado benefactor y, si me apresuran más, a la crisis del Estado-nación. Incapaces de afrontar el neoliberalismo, no solamente se han asimilado a él, sino que en muchas ocasiones los planes restrictivos que promueven tienen consecuencias sociales peores que cuando la derecha está en el gobierno. La diferencia izquierda socialdemócrata-derecha neoliberal es cada vez más tenue e imperceptible.

c) El ascenso del fascista Frente Nacional, encabezado por Jean Marie Le Pen (antiguo teniente de paracaidistas en Indochina y Argel), con un discurso racista antinmigrante, pero al mismo tiempo reivindicando a Francia frente a la unidad europea, a la cual pone como el origen del desempleo y la recesión que vive ese país. Con ese discurso logró superar la pasada división interna y la crisis de su organización, y apuntarse un resultado que pone los pelos de punta a la mayoría del pueblo francés. Efectivamente, Le Pen representa esa corriente que hoy atraviesa Europa en el ascenso del fascismo corriente, que entra como cuchillo en mantequilla frente a la crisis de la izquierda.

d) Sobre la crisis del Partido Comunista Francés, cuya candidatura de Robert Hue alcanzó únicamente 3.44 por ciento, simplemente recordemos que a finales de los 70 los comunistas tenían 22 por ciento de los votos. En la práctica ese resultado plantea una interrogación sobre el futuro de la vieja organización comunista, llena de deudas y de corrientes internas. Desde luego, algo tiene que ver en este resultado su profunda incapacidad para conectarse con los nuevos movimientos sociales, en especial el que se ha desarrollado en toda Europa contra la globalización capitalista, tal y como se está dando. No hay que olvidar que Hue se rehusó a ir a Porto Alegre por considerar que se trataba de un movimiento difuso, sin cuerpo. Lo único que queda del viejo partido comunista es el gran edificio de la plaza Colonel Fabien.

e) El gran avance de las dos fuerzas trotskistas tradicionales: Lucha Obrera (LO) y la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), las cuales no pudieron participar conjuntamente en esta ocasión por el sectarismo de la primera (en las pasadas elecciones europeas actuaron unidas y consiguieron 5.2 por ciento, lo que permitió que tuvieran cinco eurodiputados). La candidata de LO, la trabajadora bancaria Arlette Laguiller, consiguió 5.82 por ciento de los votos, mientras LCR, con el empleado de correos Olivier Besancenot, obtuvo 4.32 por ciento de los votos. Si sumamos ambas votaciones estaríamos hablando de más de 10 por ciento, es decir, cerca de 3 millones de votos. Arlette representa todo un símbolo de una parte de la sociedad francesa, la cual la entiende como una luchadora social ajena a la política tradicional, independientemente de que su organización funciona, hasta el día de hoy, en la clandestinidad. El caso de Olivier fue aún más sorprendente. La LCR siempre había lanzado como candidato a Alain Krivine, ex dirigente del mayo francés de 1968, y a lo más que llegó fue a 1.5 por ciento de los votos. Ahora, con este joven participante de las marchas de Seattle, Praga, Génova y del Foro de Porto Alegre (el cual se define más como comunista libertario que como trotskista), logró que una parte del movimiento social que se identifica con la lucha en contra de la globalización capitalista votara por él.

La segunda vuelta va a plantear una nueva tragedia para la izquierda francesa. La mayor parte de ella va a llamar a votar por Chirac contra Le Pen. Lo cual permitirá que el primero consiga 75 por ciento de los votos, cifra histórica nunca antes alcanzada, y que se vista con un traje que no le corresponde: el que detuvo al fascismo corriente francés. Eso le dará una legitimidad muy grande para intentar aplicar una serie de medidas que nada le pedirán al mismo Le Pen, en tanto el racismo no es exclusivo de esa corriente.

Pero también sería un error pensar que ahora la derecha tiene el camino abonado para llevar a cabo su política. En Francia, los proyectos derechistas en la educación, la salud, etcétera, han encontrado un poderoso movimiento social que actúa al margen de los partidos políticos y que ha logrado mecanismos de autorganización muy importantes. Al mismo tiempo, sería un error banalizar el hecho de que la serpiente ya salió del huevo.

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