Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 29 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería de La Jornada
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >


 

Cultura
Se dice despreocupado por la denuncia de una organización juvenil en su contra

Rechaza Vladimir Sorokin que El tocino celeste sea un libro pornográfico

El pornógrafo busca la erección del lector; en cambio, él pretende que disfrute la lectura

Sólo se podría acusar al editor de no distribuir la obra en una bolsa cerrada: juristas

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 28 de junio. El controvertido escritor Vladimir Sorokin afirma que no le preocupa la querella judicial que promueve en su contra una organización juvenil, pero rechaza con vehemencia ser calificado de pornógrafo.

Define: ''No lo soy. Soy escritor. Entre ambos hay una gran diferencia. La meta del pornógrafo es lograr que el lector tenga una erección. En cambio, como escritor sólo pretendo que el lector disfrute la lectura".

Ubicado de pronto en el epicentro del escándalo por un libro que publicó hace más de dos años, Sorokin restó importancia a los actos de protesta que de un tiempo para acá realiza contra su forma de hacer literatura la agrupación Vamos juntos, la cual se enorgullece de haber surgido sin más propósito que echar porras al presidente Vladimir Putin.

El acto más reciente tuvo como céntrico y capitalino escenario la plazoleta frente al Teatro Bolshoi, donde se instaló un simbólico escusado de proporciones exageradas para dar a cualquier lector la oportunidad de tirar los libros de Sorokin.

Como suele suceder en situaciones arregladas como ésta, sólo acudieron los acarreados de siempre, lo cual no impidió que la acción de protesta mereciera amplia difusión mediática, más aún que el fustigado literato acaba de firmar un contrato para escribir el libreto de una ópera para el Bolshoi.

''Será una ópera llena de groserías y mentadas de madre", gritaba como si no tuviera micrófono un orador, al exigir que se prohíba el estreno de un espectáculo musical que nadie conoce, entre otras razones porque todavía no existe más allá de las primeras hojas del borrador que el autor del libreto seguramente ya escribió.

''Estoy tan ocupado en este libreto -asegura Sorokin- que los actos de protesta de unos jóvenes imbéciles no me interesan. Antes de la perestroika (las reformas de Mijaíl Gorbachov) éramos un país de imbéciles curados de espanto, ahora los imbéciles se asustan por cualquier cosa".

El origen de la bronca

Todo empezó cuando un ávido lector en el Metro, un ciudadano como muchos, economista tal vez pero que a sus 49 años ni sueña con llegar algún día a manejar las finanzas en el gobierno de Rusia, encontró evidencias de pornografía en una de las novelas de Sorokin.

Indignado, tomó la obra de marras, cuyo título anticipa todo un catálogo de alucinaciones, El tocino celeste, tan extraño como el texto propiamente, y se apersonó en la delegación de policía más cercana a su casa para denunciar lo que estimó grave hallazgo y solicitar a las autoridades que ejerzan acción penal contra el pornógrafo disfrazado de literato.

Rumbo a la delegación, el escandalizado ciudadano decidió que tendría más contundencia decir que Sorokin es el prototipo de escritor con vocación de depravado. Así lo puso en su denuncia y pidió al inspector de guardia que leyera con especial atención las páginas 256 a 260 de la novela.

Es de suponer que el infortunado inspector en su vida había leído, antes y en tan poco espacio, apenas cuatro páginas, tal concentración de penetraciones, gemidos y demás atributos del género, descritos con fisiológica precisión literaria.

El atolondrado policía, dando la razón al denunciante, turnó el asunto a la procuraduría para que decida si procede o no iniciar la correspondiente averiguación previa.

En la procuraduría no supieron qué hacer, pues se trata de la primera denuncia de este tipo y, al mismo tiempo, formalmente el cuestionado libro no viola ninguna ley rusa. Llevado al extremo, coinciden los juristas, de lo único que podría acusarse al editor es de no distribuir la obra dentro de una bolsa de plástico cerrada y con la leyenda de prohibida su venta a menores.

El problema es que El tocino celeste, por más detallada que llega a ser la descripción de las carnales fusiones de sus protagonistas, no se fija el propósito de excitar a los lectores, lo cual pone en entredicho el estereotipo local de lo que es la pornografía.

Al mismo tiempo, la obra a nadie deja indiferente y las reacciones de los lectores son muy distintas ?en unos, asco; en otros, risa? porque sólo así, desde uno de estos dos extremos, cada quien, de acuerdo con su propio criterio, pueden digerirse algunos de los inverosímiles pasajes originados en la imaginación de Sorokin.

Por ejemplo, que Iosif Stalin, con toda su familia, vaya a cenar a casa de Adolfo Hitler y que éste, en presencia de Eva Braun, acabe acostándose con la hija adolescente de aquél; o que la esposa de Stalin le haga una felación a uno de sus hijos; o que Nikita Jruschov consiga estremecer el cuerpo de Stalin con sus caricias de amante experto y deseado. Y todo esto descrito con lujo de pornográficos detalles, que aquí se omiten.

Nueva acusación

Tras concluir que iba a ser muy complicado demostrar que Sorokin incurrió en el delito de difusión no reglamentada de pornografía (este negocio no está prohibido en Rusia), imputable más bien al editor que habría incumplido la normatividad de la bolsa de plástico, Vamos juntos optó por reformular la denuncia contra Sorokin.

Ahora piden a la procuraduría determinar si el escritor o su editor cometen agravios tipificados en los artículos 129 (calumnia) y 130 (insulto) del Código Penal ruso, toda vez que, dicen los denunciantes, ''es ampliamente conocido que Stalin y Jruschov nunca fueron amantes".

Mientras la procuraduría decide qué curso dar a esta denuncia, Vamos juntos sigue protestando y sus críticas ya alcanzaron al ministro de Cultura, Mijail Shvidkoi, quien asumió una actitud neutral.

''La verdad, no me gustan los textos de Sorokin que he leído, ese tipo de prosa no es de mi predilección y, por ejemplo, la cantidad de groserías en boca de sus personajes distorsiona cualquier noción de la literatura rusa. Pero sigo creyendo que, como en el país no hay censura y toda la responsabilidad recae en el editor, sólo una corte puede determinar cuándo se infringe la ley", sostiene el ministro.

Para Shvidkoi, con tanto escándalo, la organización juvenil sólo busca hacerse publicidad gratis.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año