Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de junio de 2002
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Política
Neruda, García Lorca, Borges, Rulfo, Fuentes y otros se congregaron en Coyoacán

Arranca la campaña de lectura en voz alta A los Cuatro Vientos, convocada por el PRD

Iniciativa contra el analfabetismo funcional de miembros del gabinete foxista

JAIME AVILES

De rojo vestida y en plan desafiante, Rosario Robles Berlanga inaugura su gestión como presidenta nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de cara a la sociedad civil leyendo un poema erótico de Gioconda Belli: Recorrerte... Una pequeña multitud la escucha dentro y alrededor del viejo kiosco del Jardín Centenario, en el centro de Coyoacán. Así arranca la campaña de lectura en voz alta A los Cuatro Vientos, iniciativa que espera multiplicarse en todo el país contra el analfabetismo funcional de quienes, desde el gabinete de Vicente Fox, aseguran que el pueblo de México lee, esencialmente, "seudopornografía".

A la convocatoria perredista acuden Héctor Bonilla, Demián Bichir, Julieta Egurrola, Margarita Isabel, Daniel Giménez Cacho, Héctor Ortega, Mario Iván Martínez, María Rojo, Marilú Carrasco y muchos artistas y espontáneos más. Pero todos los participantes llegan acompañados de sus amigos más íntimos, o sea, los libros de su mayor predilección. Y con éstos hablan las voces de Santa Teresa de Avila, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Marguerite Yourcenar, Carlos Fuentes, Onelio Jorge Cardozo, Sergio Galindo, William Faulkner...

Invitado por María Eugenia López Brun, secretaria de Finanzas del PRD que se encarga asimismo de la política cultural de ese partido, Héctor Bonilla pregunta por teléfono antes de confirmar su asistencia: "¿Puedo ir con toda mi familia? Nosotros en la casa asumimos la lectura como un proyecto vital para la familia". Y con la gustosa aprobación de su interlocutora, sube al kiosco en compañía de todo su clan.

Para acordarse de sus lejanas mocedades estudiantiles, Bonilla lee un pasaje de Mauricio Magdaleno. Lo sigue en el uso de la palabra su esposa, Sofía Alvarez, quien desempolva los versos del "muero porque no muero" de Santa Teresa, y luego uno a uno sus vástagos revive trozos de otros autores que, al parecer, saben de memoria, expresión que en portugués se dice "aprender de corazón", y que revela con más elocuencia la relación de los Bonilla con el arte de la palabra escrita.

Demián Bichir dedica su número al secretario del Trabajo, Carlos Abascal, y recuerda el vergonzoso incidente protagonizado por este empresario metido a político, cuando no hace mucho tiempo, en un arranque de fundamentalismo religioso, promovió el cese de una guapísima profesora de literatura del colegio Félix de Jesús Rougier que había encomendado a sus alumnas, entre ellas la hija de Abascal, que leyeran Aura, de Carlos Fuentes, novela que gracias a esa persecutoria propaganda volvió a los primeros lugares de ventas en el Distrito Federal.

Pero mientras Bichir atacaba los párrafos de Fuentes, alguien por ahí recordó un viejo proyecto del poeta Alejandro Aura, quien vive obsesionado con el siguiente razonamiento: "Si Fuentes escribió un libro llamado Aura, yo voy a escribir uno que se llame Fuentes".

Federico musical

Por curiosa mas no extraña coincidencia, cuatro lectores ilustres decidieron llevar consigo al gran poeta surrealista, muerto en Fuentevaqueros al principio de la Guerra Civil española. Daniel Giménez Cacho, Margarita Isabel, María Rojo y Mario Iván Martínez escogieron, en efecto, a Federico García Lorca. Si no había de qué sorprenderse ante tal convergencia de afinidades electivas, lo maravilloso fue que en su intervención, Mario Iván Martínez no sólo recitó al granadino, sino que lo cantó con una deliciosa voz de contratenor, sujetándolo a las pautas de una soberbia composición medieval que arrancó lágrimas y aplausos conmovidos.

A continuación, Héctor Ortega echó al aire la triste y arrastrada voz de Pablo Neruda, fijada para siempre en las odas a las cosas cotidianas, y entonces fue el turno de Julieta Egurrola -a quien es indispensable verla como Eva Perón, según Copi (jueves y domingos en el Teatro Orientación, detrás del Auditorio Nacional)-, que se deslizó por las olas de un texto de Sergio Galindo.

Abajo, a un costado del kiosco, siempre repleto, había un amplio entoldado bajo el cual todos los libreros coyoacanenses colocaron mesas de ofertas editoriales en todos los géneros, y aunque no habían hecho un balance de sus ventas a la hora en que empezó la lluvia, no les había ido tal mal, a juzgar por los rectangulares bultos que no pocos transeúntes guardaban debajo del brazo.

Homenaje a artistas e intelectuales

Fue, en pocas palabras, la primera respuesta pública de la izquierda al agravio que significa el hecho de ser el penúltimo país del mundo en consumo de lectura per cápita, en un territorio de 2 millones de kilómetros cuadrados que cuenta con menos de 200 librerías y se asfixia intelectualmente a la sombra de un gobierno constituido por hombres de negocios que desprecian, porque ignoran, la esencial importancia de los libros.

Mas, en las palabras finales de Robles, el acto fue también homenaje a los creadores de la palabra, a los artistas e intelectuales que el senador Diego Fernández de Cevallos, el coyote más caro de México, llamó desde la cumbre de la soberbia "terroncitos de azúcar", despreciando una vez más la herencia histórica de tantos pensadores que ayudaron a forjar este país con la crítica de las letras, pero también de las armas.

Dado el éxito del foro de lectura A los Cuatro Vientos, Robles prometió que su partido impulsará la repetición de experiencias como ésta en todo el país, pero llamó a las bases militantes a tomar la iniciativa y organizarlas donde actúen, en el municipio, el centro de trabajo, el barrio o donde se les ocurra.

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