Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 29 de julio de 2002
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Paran máquinas en ingenios cubanos

Ante el ajuste, 64 cerrarán; algunos son ahora museos, como el Patria o Muerte

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

Moron, Cuba, 28 de julio. A sus 59 años, Eliseo Pérez Gil mantiene la energía y el entusiasmo para trabajar en el que ha sido el eje de su vida: el ingenio Patria o Muerte, el cual después de ocho décadas de vomitar costales de azúcar ha silenciado para siempre sus máquinas y se convierte en museo para turistas.

-¿Cuánto tiempo trabajó usted aquí?

-35 años. Toda una vida.

Pérez Gil era desde 1982 el jefe de producción de esta fábrica de azúcar. Su misión fue, nada menos, garantizar que la caña cortada entrara oportunamente a la línea del central (como se llama en Cuba a los ingenios) para ser molida, recuperar sus jugos vitales y convertirlos en el dulce. Todo ahorrando el máximo de tiempo y energía. Todo un reto.

"Para eso hay que tener caña sin basura, mantener bien preparados los tractores y camiones, garantizarles su combustible, tener toda la fábrica aceitadita, resolver rápidamente las roturas (desperfectos) y despachar a tiempo el producto. Es muchísima exigencia", dice González con emoción. Y agrega con orgullo de viejo azucarero: "Con todos los problemas, sobre todo en el periodo especial (la crisis económica que estalló tras la caída de la Unión Soviética), llegamos a ser el tercer central del país en eficiencia". El veterano jefe del ingenio es ahora un guía de turistas.

El cierre de Patria o Muerte, ubicado en la zona norcentral de Cuba, provincia de Ciego de Avila, no fue decidido por un mal rendimiento, sino por racionalidad. Es un ingenio demasiado pequeño, de 176 trabajadores, ubicado al lado de un gigante, el Ciro Redondo (600 trabajadores, con capacidad cinco veces mayor) que desde la próxima cosecha, que arrancará a finales del año, recibirá también la caña de su vecino.

El Patria, como le llaman los lugareños, está limpio y arreglado con banderitas para que los turistas entren al túnel del tiempo y vean cómo se fabricaba el azúcar en el siglo XX. Pérez Gil explica a los visitantes todo el proceso, muestra la maquinaria. Luego los viajeros suben al tren que llevaba los costales de dulce a la báscula y al embarque final. El tour concluye en el antiguo huerto del ingenio, ahora un restaurante para los visitantes, donde a media mañana se cuece a las brasas un lechón abierto en cruz.

Unos 30 vacacionistas llegan diariamente al central, en general procedentes del vecino complejo playero Jardines del Rey, que crece sin cesar en la cayería norte de Cuba.

Pérez Gil tenía 16 años cuando Fidel Castro entró triunfante a La Habana. Se sumó a la campaña de alfabetización, estudió ingeniería mecánica y entró a trabajar al Patria, un ingenio que empezó a construirse en 1914 y arrancó máquinas cuatro años más tarde. Fue bautizado con ese nombre en honor de la matriarca de la familia Falla Gutiérrez, estadunidense de origen hispano y propietaria de la fábrica. La revolución nacionalizó el central y le puso apellido.

El recuerdo más estrujante de Pérez Gil es el de la zafra de 1970, la campaña por los 10 millones de toneladas de azúcar, que Cuba no logró y nunca había logrado en su historia. "Trabajamos hasta 18 horas diarias. Dormíamos un rato... y a seguirle. Pero yo tenía un magnífico personal y eso era fundamental."

-Después de tanta tensión en la fábrica, ¿no se le hace aburrido hablar con turistas?

-Es más tranquilo, pero también interesante -responde con aplomo, asumiendo el signo de los tiempos. De sus tres hijos, uno está ya colocado en el turismo, en Jardines del Rey.

El macroajuste que ha emprendido Cuba en la industria azucarera busca reducir el sector a un tamaño realista, suficiente para competir y eliminar el caudal de subsidios a una planta gigante, que en las cuentas finales cuesta más de lo que produce.

La que fue columna vertebral de la economía cubana cerrará 64 de los 156 ingenios. De los 92 restantes, 71 seguirán en funciones, 14 fabricarán derivados y siete, como el Patria, quedarán abiertos para el turismo. De dos millones de hectáreas de cañaverales, la mitad cambiará de cultivo. Según los informes oficiales, 100 mil de los 400 mil trabajadores del azúcar dejarán sus funciones y recibirán ofertas laborales en los nuevos giros agrícolas o en otros sectores, o tendrán opciones educativas, siempre conservando sus promedios salariales, que en el caso de los trabajadores industriales es de unos 250 pesos mensuales (9.6 dólares).

Las autoridades han ofrecido también mantener todos los servicios urbanos, comerciales y asistenciales en los bateyes, los poblados que surgen espontáneamente alrededor de los campos de caña y fábricas de azúcar y que dependen al ciento por ciento de esos polos económicos: unos dos millones de personas.

En la más reciente zafra (2001-2002) sólo trabajaron 104 ingenios, para producir 3 millones 610 mil toneladas de azúcar, lejos de los rangos de 7 millones de toneladas de la segunda mitad de los años 80, pero cerca de la realidad de la industria, que desde la década pasada cedió al turismo el primer lugar como fuente de divisas en la isla. La reconversión, a tono con los cambios mundiales en el sector, fue acelerada por la caída de los precios internacionales del dulce, que han tenido ya marcas por debajo del límite sicológico de los 6 centavos de dólar por libra.

"Son precios de basurero", dice Eliecer García, delegado del Ministerio del Azúcar en Ciego de Avila, donde hay seis ingenios, de los cuales cerrarán tres: Bolivia, Máximo Gómez (unos 500 operarios en cada uno) y Patria o Muerte. Todos los cañaverales se mantienen y tributan a las fábricas que siguen en pie en esta provincia, productora en la última cosecha de 300 mil toneladas de azúcar, casi 10 por ciento del total nacional. "Somos los mejores productores de azúcar, pero esta vez la suerte nos tocó la puerta", dice el funcionario, en defensa de la reconversión, un "proceso que se había estado demorando."

En algunos casos se aprovechan recursos o infraestructura. En el caso del Patria seguirá funcionando su afamado taller de mantenimiento de máquinas-herramientas. En otros, relata García, se eliminan deformaciones que se arrastraron durante años, como en el Máximo Gómez, ubicado a orillas del mar, a 30 kilómetros de sus cañaverales. "Así lo heredamos del capitalismo."

-En alguna época se decía en Cuba que "sin azúcar no hay país" -se le dice al funcionario.

-El mundo es cambiante... nosotros teníamos que cambiar.

La mayor incógnita del ajuste es la capacidad de la economía cubana para absorber la fuerza de trabajo que no logre, finalmente, colocarse en otras plazas del sector o en otras ramas y del destino de la masa social, familiar, que viene detrás. El Patria es sólo un ejemplo de cambio óptimo en la mejor provincia azucarera.

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